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El toro, por los cuernos
Por Antonio Lorca

El cine de Hollywood se viste de luces en la plaza de la Maestranza de Sevilla

Expertos cinéfilos analizaron durante tres días la influencia de los toros en la gran pantalla

Tyrone Power, protagonista de la película 'Sangre y arena'.

La hora no era muy taurina, las ocho y media de la tarde, más o menos, pero sí el lugar. A una decena de metros del ruedo de la plaza de La Maestranza de Sevilla, el llamado ‘salón de carteles’ se convirtió en improvisada sala de cine para que el galán Tyrone Power, vestido de luces, y enfundado en el personaje de Juan Gallardo, torero triunfador, alcanzara la gloria taurina y sucumbiera a los irresistibles encantos de doña Sol, interpretada por Rita Hayworth. Se proyectaba la película Sangre y arena, en la versión que el director americano Rouben Mamoulian realizó en 1941, que fue co...

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La hora no era muy taurina, las ocho y media de la tarde, más o menos, pero sí el lugar. A una decena de metros del ruedo de la plaza de La Maestranza de Sevilla, el llamado ‘salón de carteles’ se convirtió en improvisada sala de cine para que el galán Tyrone Power, vestido de luces, y enfundado en el personaje de Juan Gallardo, torero triunfador, alcanzara la gloria taurina y sucumbiera a los irresistibles encantos de doña Sol, interpretada por Rita Hayworth. Se proyectaba la película Sangre y arena, en la versión que el director americano Rouben Mamoulian realizó en 1941, que fue comentada por el profesor Andrés Luque Teruel.

Así terminó el primer día de un curso titulado El Cine y los Toros, organizado en Sevilla por la Fundación de Estudios Taurinos y la colaboración de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla.

De la mano de expertos cinéfilos, profesores universitarios y algún aficionado, grandes estrellas de Hollywood y del solar patrio viajaron hasta Sevilla para recordar la época dorada del cine taurino.

La primera película que hizo el paseíllo fue El patio de los naranjos, original del novelista y escritor sevillano Guillermo Hernández Mir y estrenada en el año 1926. Es una obra muda, recuperada —pero no en su totalidad— gracias a la labor de la investigadora y restauradora Encarnación Ruiz Aguilar, y reconstruida por la Filmoteca de Andalucía. Es una comedia romántica, con personajes estereotipados, rodada en escenarios sevillanos tan conocidos como La Maestranza, la catedral, el barrio de Santa Cruz, la Feria de Abril y la Semana Santa.

Joselito El Gallo fue el doble del actor Rodolfo Valentino en la película ‘Sangre y Arena’ (1922)

Esa misma mañana, Adriana Martins, profesora de la Universidad Católica Portuguesa de Lisboa, comentó que el cine taurino portugués “está vinculado al contexto histórico de la dictadura de Salazar”, y Alberto González Troyano analizó la literatura taurina en el cine: “La temática es similar en todas las novelas de toros: la historia de un hombre que se rebela contra su miserable destino y acude al toreo para convertirse en un héroe; alcanza el triunfo, se casa con su primer amor, se abre paso entre la clase pudiente y acaba siendo seducido por una mujer fatal de ese nuevo estrato social”. “El torero necesita morir para que siga siendo un héroe —continuó— y acepta la muerte en la plaza”. Esta es la línea argumental de Sangre y arena, novela original de Blasco Ibáñez, llevada al cine en cuatro versiones diferentes.

La jornada se completó con un recorrido histórico de los toros en el cine español a cargo del profesor Carlos Colón, y las relaciones entre la imagen fílmica y la imagen pictórica, sobre las que disertó Fátima Halcón.

Herido de muerte Tyrone Power y ante un sonriente Anthony Quinn, su compañero y competidor, que le roba el triunfo y la amante, las jornadas abandonan el escenario de película que es La Maestranza y buscan cobijo en la facultad de Geografía e Historia, en la antigua fábrica de tabacos, sede, también, del Rectorado de la Universidad de Sevilla.

Cartel de la película 'Blancanieves', dirigida por Pablo Berger.

Allí, Carlos Martínez Shaw, profesor de Historia Moderna, habló del cine taurino durante la dictadura franquista y subrayó tres periodos: el primero, de 1940 a 1955, etapa de ideología fascistoide y del nacionalcatolicismo; de 1955 a 1970, momento más aperturista, durante el que se ruedan las mejores películas, y un tercero, coincidente con la disolución del régimen, que se desvanece al mismo tiempo que el cine taurino. A juicio del historiador, cinco películas destacan sobre las demás: Torero, de Carlos Velo; Tarde de toros, de Ladislao Vadja; Los clarines del miedo, de Antonio Román; A las cinco de la tarde, de Juan Antonio Bardem, y El momento de la verdad, de Francesco Rosi.

Lázaro Echegaray, sociólogo y escritor taurino, realizó un análisis social a partir de varios documentales, entre ellos, Juguetes rotos (1966), drama dirigido por Manuel Summers.

Por su parte, Manuel Grosso afirmó que los toros son un espectáculo vivo, impredecible e irreproducible y, por tanto, no admite representación fílmica. “La corrida de toros —concluyó— no es un espectáculo, sino un rito”.

“La corrida de toros no es un espectáculo, sino un rito” (Manuel Grosso)

Hollywood volvió a Sevilla de la mano de Muriel Feiner, periodista, escritora, fotógrafa, y autora de Torero. Los toros en el cine y De Lumirère a Manolete, entre otros libros.

Feiner hizo un repaso histórico de la fiesta de los toros en el cine americano, y vistió de luces a Charles Chaplin, El Gordo y el Flaco, Rodolfo Valentino, Anthony Quinn, que participó en nueve películas taurinas, Orson Welles, que, a su juicio, “era más entendido en temas taurinos que el propio Hemingway”, Robert Stack, Ava Gadner, James Dean, Mel Ferrer, John Wayne, Fred Astaire, Gene Kelly y a Ester Willians, “todos ellos, entre otros muchos, interesados en la fiesta de los toros”. Destacó, finalmente, "por su calidad" la película Blancanieves, dirigida en 2012 por Pablo Berger.

Otro cineasta que bajó a Sevilla fue Walt Disney, animalista y aficionado a los toros. Ganó un Oscar en 1938 por el corto de animación Ferdinand the bull, y, con intención o sin ella, fue el precursor del movimiento animalista actual.

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El cineasta Agustín Díaz Yanes se mostró pesimista sobre el futuro de la fiesta y confesó que, en el mejor de los casos, solo espera poder ir a las corridas tranquilamente. Preocupado por la corriente animalista, señaló que “dado que el dinero es conservador”, no cree que nadie “quiera meterse en el lío de producir una película taurina, que tendría escaso público y protestas aseguradas”.

José Morente, arquitecto y preclaro investigador taurino, trazó la historia del toreo contada en documentales y películas de ficción. Mostró fragmentos de faenas memorables de toreros legendarios, como Joselito El Gallo, quien dos años después de su muerte, acaecida en 1920, se convirtió en el doble de Rodolfo Valentino, en la segunda versión de Sangre y Arena. Años más tarde, en 1941, sería el mexicano Fermín Armillita quien le cubriría las espaldas toreras a Tyrone Power en la película del mismo nombre.

Y entre conferencias e imágenes, tres películas más se proyectaron en las jornadas: Torero, (Carlos Velo, 1956), presentada por Javier H. Estrada; El monosabio, protagonizada en 1978 por José Luis López Vázquez, e introducida por Francisco Gallardo, y Sobrenatural, de la que hablaron mano a mano su director, Juan Figueroa, y Víctor J. Vázquez.

Se apagaron las luces, las estrellas volvieron al universo chispeante de los recuerdos, y los promotores del curso, los profesores Fátima Halcón, Andrés Luque, Víctor J. Vázquez y Silvia Caramella, dieron la vuelta al ruedo entre el agradecimiento de quienes habían aprendido algo más sobre el misterio de la tauromaquia.

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