Los árboles, víctima ambiental de la crisis libanesa: “Se ha vuelto demasiado difícil calentarse con gasóleo”

La pobreza energética impulsa la tala de árboles. Cientos de robles, pinos, abetos y enebros, algunos de ellos centenarios, han sido cortados de forma ilegal

Sayed Sanki, 54 años, corta leña para poder calentar su casa, el pasado noviembre en Mayfouk, en el norte de Líbano.Diego Ibarra Sánchez

Faruq Barhum ya no usa una sierra mecánica para echar abajo árboles cuando necesita madera con la que calentar su humildísima casa en la localidad libanesa de Mayfouk. Tras varias llamadas de atención de las autoridades locales por talar de forma ilegal, recurre a una tradicional para no ser descubierto. “Se tarda bastante más, pero hace mucho menos ruido”, admite Barhum, refugiado sirio en la zona de Biblos, una de las más bellas y montañosas de Líbano, pero también de las que más árboles ―algunos de ellos centenarios― está perdiendo por ...

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Faruq Barhum ya no usa una sierra mecánica para echar abajo árboles cuando necesita madera con la que calentar su humildísima casa en la localidad libanesa de Mayfouk. Tras varias llamadas de atención de las autoridades locales por talar de forma ilegal, recurre a una tradicional para no ser descubierto. “Se tarda bastante más, pero hace mucho menos ruido”, admite Barhum, refugiado sirio en la zona de Biblos, una de las más bellas y montañosas de Líbano, pero también de las que más árboles ―algunos de ellos centenarios― está perdiendo por la grave crisis económica, política y energética que atraviesa el país desde 2019, una de las tres más graves del mundo desde el siglo XIX, según el Banco Mundial.

Barhum, de 36 años; su esposa, Amina, de 29, y sus cuatro hijos malviven con una pequeña ayuda de Naciones Unidas y el sueldo de recoger basura dos veces por semana. El Estado solo garantiza unas pocas horas de electricidad al día (cuatro, desde febrero; antes, entre una y dos). El resto depende de extras que no pueden pagar: generadores privados, gasóleo o la instalación de placas solares. Así que recargan el móvil en una gasolinera y viven casi a oscuras desde que se pone el sol. “Prefiero comprar comida que velas”, explica, mientras su mujer alimenta la estufa con madera. El fuego en el centro del cuarto principal calienta, da algo de luz y permite cocinar, manteniendo con paciencia la cacerola en lo alto. “Incluso cuando está al máximo, hay que esperar mucho hasta que se haga la comida. Y, para freír patatas, necesitamos añadir madera. No siempre tenemos, así que a veces usamos lo que sea, zapatos o cosas de plástico. Deja un olor horrible”, lamenta.

Amina, refugiada siria en el norte del Líbano, calienta el agua con una estufa en casa.Diego Ibarra

En este contexto de pobreza energética, el pasado año empezaron a aparecer en redes sociales y medios de comunicación imágenes de bosques con árboles cortados de forma ilegal. Algunos, de hasta 500 años de antigüedad. No son los famosos cedros ya mencionados en el Antiguo Testamento y tan asociados a Líbano que hasta figuran en su bandera y su himno nacional, pese a que solo quedan unos pocos, protegidos en reservas. Se trata más bien de robles, pinos, abetos y enebros. Estos últimos pueden crecer en altitudes de entre 1.400 y los 2.800 metros y su capacidad de resistir a la falta de agua o las temperaturas extremas los convierte en un aliado clave contra el cambio climático. Líbano ―al que su mítica cantante Fairuz dedicó en 1963 una canción titulada Lubnan al Ajdar (Líbano verde)― ha perdido mucha superficie forestal, pero es aún el 13% del país, según datos del Ministerio de Agricultura.

Por la altura y la frecuencia con que nieva en esta montañosa región, los locales (cristianos maronitas, en su mayoría) llevan generaciones recurriendo a la leña para calentarse o cocinar. Pero la crisis ha cambiado la amplitud de la tala, legal e ilegal. Los ahorros de los libaneses están sometidos a un corralito, la moneda ha perdido el 98% de su valor, la migración a Europa se ha disparado y ―lo más importante en este caso― la escasez de gasoil para calderas ha disparado su precio. “Solíamos calentarnos con gas o con gasóleo, pero estos días se ha vuelto demasiado complicado”, explica Thérèse Tarabayt, de 64 años, mientras enseña la chimenea de su casa de Mayfouk junto a su nuera Nisrín. Es, dice, un nuevo modelo que lleva a la instalación el calor que produce la quema de la madera que cortan sus hijos en las tierras familiares.

Thérèse Tarabayt apila leña en su casa de Mayfouk.DIEGO IBARRA SANCHEZ

“La crisis ha empujado a los ciudadanos de determinadas regiones a talar árboles de manera aleatoria, sin dirigirse al Ministerio de Agricultura [responsable de vigilar los bosques] para obtener los permisos”, declaró el año pasado al diario libanés L´Orient Today su titular, Abbas Hajj Hassan, que cifró en “centenares” las quejas de tala ilegal que recibía a diario su departamento. Hajj Hassan consideraba imposible investigarlas todas y patrullar las zonas verdes por falta de personal e incluso de fondos para pagar la gasolina que necesitan los vehículos que patrullan. “Es una verdadera pena, porque de hecho hablamos constantemente con Naciones Unidas, los donantes y la Unión Europea sobre la necesidad de tener más espacios verdes en Líbano”, agregaba.

95% de energía de combustibles fósiles

El batacazo económico ha dejado aún más al desnudo las ineficiencias de un sistema energético que nunca se recuperó de la guerra civil (1975-1990) y tiene un mix anclado en la dependencia de los hidrocarburos. En un país con 300 días soleados al año, solo el 1% de la energía estatal procede del sol, mientras que el 95% lo hace de la quema de combustibles fósiles.

Samir Suleiman corta leña cerca su casa, en Mayfouk.DIEGO IBARRA SANCHEZ

En los alrededores de Mayfouk se pueden ver unos pocos árboles talados por la base. También a personas cortando troncos en trozos más pequeños, o transportándolos en coche o furgoneta. El director de Desarrollo Rural y Recursos Naturales del Ministerio de Agricultura, Chadi Mehanna, ha aludido a “mafias con todoterrenos que trabajan por la noche”. Por el día también se oyen sierras y los locales desconfían de quien pregunta.

En esa zona, una serie de vídeos mostró el pasado septiembre cientos de troncos de pinos talados. Nayat Saliba, experta medioambiental, exdirectora del Centro para la Conservación de la Naturaleza de la Universidad Americana de Beirut y, desde mayo, diputada alternativa a la élite política tradicional surgida de la Zaura (revolución) de 2019, se desplazó al lugar para denunciar la “catástrofe”. Hoy, insiste en la importancia de la concienciación y de ofrecer una alternativa a la población. “Entendemos la situación. La subida del precio del combustible ha empujado a mucha gente a ir y talar. Pero al mismo tiempo tenemos árboles con más de 200 años que han dado forma a nuestra identidad y creado el paisaje que conocemos. ¿Cómo logras un equilibrio entre las dos cosas?”, señala en una entrevista en la sede de su partido, Taqadum, en Beirut. Saliba apuesta por convencer a los locales de que se calienten con ramas obtenidas de la poda y con matas, dado que “el Estado no está ahí, y la concienciación y el monitoreo de las buenas prácticas no han sido implementados”.

Nayat Saliba, en su despacho del Centro para la Conservación de la Naturaleza de la Universidad Americana de Beirut.DIEGO IBARRA SANCHEZ

La madera se ha convertido en el medio más económico para calentarse en Líbano, según un análisis publicado el pasado septiembre por la consultora Información Internacional —con sede en Beirut—, que advierte de “las repercusiones medioambientales” al aumentar “la tala de árboles y los incendios provocados”. Según el documento, el gasóleo necesario para calentar un hogar en invierno cuesta siete veces más este invierno que en el de 2021-2022.

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