Esto no es una gaviota: se trata del ave marina más amenazada de Europa y solo cría en Baleares

El marcaje de pardelas por parte de SEO/BirdLife muestra las asombrosas particularidades de este grupo de especies emparentadas con los albatros

Pardela balear en el mar.Pep Arcos

Entre los tesoros de la fauna española, resulta paradójico lo poco que se conoce a las pardelas, unos animales invisibles para la mayoría de la gente. Una explicación es que estas aves pasan mucho tiempo en el mar, aguas adentro, y cuando tocan tierra suele ser en zonas de acantilados y ocultas en la noche. Pero también, simplemente, porque casi todo el mundo las confunde con gaviotas. Este es un error habitual que no hace justicia a estas asombrosas especies marinas...

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Entre los tesoros de la fauna española, resulta paradójico lo poco que se conoce a las pardelas, unos animales invisibles para la mayoría de la gente. Una explicación es que estas aves pasan mucho tiempo en el mar, aguas adentro, y cuando tocan tierra suele ser en zonas de acantilados y ocultas en la noche. Pero también, simplemente, porque casi todo el mundo las confunde con gaviotas. Este es un error habitual que no hace justicia a estas asombrosas especies marinas, como muestran otra vez los resultados del seguimiento de ejemplares marcados por SEO/BirdLife dentro del proyecto Pardeles.

En realidad, las pardelas no tienen nada que ver con las gaviotas. Estas aves pertenecen al grupo de los Procellariiformes, que también incluye a los albatros, petreles y paíños. Como destaca Pep Arcos, responsable del programa marino de SEO/BirdLife y profesor de Biología de la Universidad de Barcelona, “las pardelas en el fondo son como nuestros pequeños albatros de aquí”. En España, el país con mayor diversidad de aves marinas de Europa, se reproducen hasta cinco especies distintas de pardelas. Y, según el Libro Rojo de las Aves de España 2021, todas ellas se encuentran amenazadas: las pardelas balear, pichoneta canaria y chica macaronésica están catalogadas como “en peligro crítico”, la cenicienta mediterránea como “en peligro” y la cenicienta atlántica como “vulnerable”. El caso más preocupante es el de la pardela balear (Puffinus mauretanicus), que solo se posa en tierra para criar en las islas Baleares y cuya población se estima en menos de 3.000 parejas. Está considerada el ave marina más amenazada de Europa.

Las pardelas son menos voluminosas y tienen las alas más estrechas que las gaviotas. Pero, sobre todo, vuelan muy distinto. Estos parientes de los albatros resultan mucho más acrobáticos y ágiles en el aire. Mientras las gaviotas vuelan a mayor altura y con un mayor batir de alas, las pardelas pueden moverse a ras del mar, planeando mucho más, como si surfearan en el aire. Según incide Arcos, “lo más singular es cómo aprovechan los vientos para volar con un mínimo esfuerzo”.

Esta forma de desplazarse gastando poca energía resulta fundamental para unas aves que deben volar largas distancias. En parte, esto ocurre en sus migraciones anuales, como las de la pardela cenicienta (Calonectris diomedea), que cada otoño sale del Mediterráneo al océano Atlántico, vuela hasta Canarias, sigue luego la ruta de los antiguos navegantes hacia América y al llegar a Brasil salta a África, desde donde vuelve otra vez al norte para llegar al mismo sitio del que salió. Sin embargo, a los ornitólogos no les sorprenden tanto estas rutas migratorias como los vuelos que realizan de forma más cotidiana para alimentarse. El marcaje de ejemplares en Baleares para su seguimiento remoto con dispositivos GPS/GSM muestra cómo en el tiempo que las pardelas están en estas islas para criar es habitual que dejen a sus pollos unos días solos en las colonias para buscar alimento en zonas alejadas de la península Ibérica, Francia o el norte de África. “Es alucinante, dejan sus crías aquí en Baleares y se van a comer a Marsella o a Marruecos”, comenta Arcos.

Curiosamente, fue al descubrir a estas aves viajeras en las costas cercanas a su casa en Mataró (Barcelona) que este ornitólogo empezó a interesarse de adolescente por las pardelas en los años ochenta del siglo pasado. “Me parecía fascinante estar viendo ahí mismo a unas parientes de los míticos albatros”, cuenta este catalán, que ya como biólogo empezó a trabajar con estas especies en Baleares hace más de tres décadas y ahora con la señal de GPS de las aves marcadas puede seguir en directo su viaje desde las islas a las costas catalanas donde se sorprendía de encontrarlas de joven.

Estas aves marinas no solo vuelan, sino que también se posan en tierra, flotan sobre el mar y se zambullen en el agua para bucear en busca de alimento. Como explica el profesor de la Universidad de Barcelona, son un ejemplo de resistencia a condiciones extremas, pues están adaptadas para pasar muchos meses en mitad del mar. Si bien la versatilidad de estas aves para moverse por tierra, aire y mar parece una ventaja, también tiene sus inconvenientes, pues deben enfrentarse a muchos más peligros. De hecho, según SEO/BirdLife, de todas las aves, las más amenazadas hoy en día son las marinas y, de estas, las que se encuentran en peor situación son las Procellariiformes. En lo que se refiere a las pardelas, el descenso del número de ejemplares tiene mucho que ver con las capturas de pesca accidentales en el mar —al quedar enganchadas en los anzuelos de los barcos a los que se acercan para alimentarse— y con los depredadores que más daño les hacen en tierra: los gatos.

Además, hay una particularidad de estas aves marinas que también aumenta su vulnerabilidad. Las pardelas, que forman parejas de por vida, solo ponen un huevo al año.

Por lo general, esto debería compensarse con la especial longevidad de estas especies. Se estima que las pardelas tienen una esperanza de vida media de unos 14 años, pero hay ejemplares que pueden llegar hasta los 50. Como señala Arcos, la estrategia de estas aves es vivir mucho para lograr poner suficientes huevos, por eso mismo resulta especialmente grave la pérdida de adultos de forma prematura. En el caso de la pardela balear, este biólogo considera que lo peor no es tanto que las estimaciones hablen ya de menos de 3.000 parejas, como que esta población disminuye a un ritmo del 14% al año. “A la pardela balear le queda ya seguramente menos de medio siglo para su extinción”, advierte el ornitólogo.

Una de las mayores diferencias entre gaviotas y pardelas es la interacción con los humanos. “Las gaviotas son mucho más flexibles y han sabido adaptarse a la cercanía humana; las pardelas, en cambio, han salido perdiendo”, comenta Arcos, que considera que los impactos relacionados con la pesca o los gatos están reduciendo la disponibilidad de espacio para estas aves en el mar y en tierra. Justamente, con la información conseguida del marcaje de ejemplares y el estudio en general de estas especies, SEO/BirdLife trabaja en la elaboración de un borrador de estrategia para la conservación de las diferentes pardelas que crían en el Mediterráneo, dentro del proyecto Pardeles financiado por la Fundación Biodiversidad.

Otra de las peculiaridades de las pardelas es su canto. Por lo general, cuando están en el mar no producen muchos sonidos, pero esto cambia cuando se acercan a tierra ya de noche. Protegidas por la oscuridad, estas aves acuden entonces junto a sus crías en las colonias. Y aunque es difícil verlas, sí se las escucha. “Para mí, parte del encanto que tienen es su lado misterioso”, incide el biólogo, que lamenta que no se preste más atención a estas aves extraordinarias.

Estas pasan desapercibidas incluso para gente con muchos años de mar en Baleares. Al llegar al puerto de Ciutadella (Menorca), al finalizar una excursión junto a Pep Arcos para ver volar pardelas balear y cenicienta, el experimentado patrón que lleva el timón del barco se acerca al ornitólogo y le comenta: “Pues yo siempre he creído que eran gaviotas”.

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