La escalada en el precio de los metales amenaza la transición verde
El encarecimiento del cobre, el acero, el cobalto o el níquel, esenciales en la fabricación de baterías, aerogeneradores y paneles solares, lastra el despegue de las energías verdes
El cobre ha subido un 40% en el último año, el acero un 30% —aunque llegó a escalar casi un 60% la pasada primavera—, el cobalto casi ha duplicado su valor y el níquel cuesta un 20% más. Esta brutal subida de los metales tiene repercusiones mucho más allá de lo industrial y lo geopolítico: su concurso es fundamental en la fabricación de baterías, aerogeneradores y paneles solares, elementos clave para la descarbonización de la economía. Y su encarecimiento supone una amenaza para el desarrollo de estas tecnologías cuando el mundo más las necesita.
La fabricación de un coche eléctrico ne...
El cobre ha subido un 40% en el último año, el acero un 30% —aunque llegó a escalar casi un 60% la pasada primavera—, el cobalto casi ha duplicado su valor y el níquel cuesta un 20% más. Esta brutal subida de los metales tiene repercusiones mucho más allá de lo industrial y lo geopolítico: su concurso es fundamental en la fabricación de baterías, aerogeneradores y paneles solares, elementos clave para la descarbonización de la economía. Y su encarecimiento supone una amenaza para el desarrollo de estas tecnologías cuando el mundo más las necesita.
La fabricación de un coche eléctrico necesita seis veces más recursos minerales que uno de combustión y un aerogenerador al uso requiere nueve veces más que una planta de generación de electricidad con gas, según una reciente comparativa de la Agencia Internacional de la Energía (AIE, dependiente de la OCDE). Las conclusiones del estudio eran apabullantes: desde 2010, cuando la transición hacia las energías verdes sufrió una importante aceleración, la cantidad de minerales requeridos para generar un megavatio de electricidad se ha incrementado en un 50%.
Son tales las necesidades que, según un estudio publicado la semana pasada por los economistas Lukas Boer, Andrea Pescatori, Martin Stuermer y Nico Valckx, el valor conjunto del cobre, el níquel, el cobalto y el litio igualará en los próximos años al del petróleo en un escenario de reducción drástica de las emisiones, el que el planeta requiere para esquivar el peor de los escenarios que dibuja el cambio climático.
“La subida de precio de estos minerales podría ser una barrera para la transición energética”, apunta por correo electrónico Gavin Montgomery, analista de Wood Mackenzie, una consultora que lleva tiempo levantando la voz de alarma sobre el efecto que puede tener el encarecimiento de los metales sobre la inversión en energía solar. También puede ejercer de freno para el desarrollo de las baterías de litio: “Todos los materiales que se necesitan en su fabricación han subido en 2021, y eso puede ralentizar el proceso de sustitución de los vehículos de combustión por los eléctricos”, subraya Montgomery. Según sus datos, la demanda de níquel para pilas se multiplicará casi por nueve de aquí a 2030, la de litio se sextuplicará y la de cobalto se triplicará. Tres materiales que suponen cerca del 40% del coste de una batería al uso.
Las últimas proyecciones de Bloomberg Intelligence respaldan su afirmación: después de varios años de descensos ininterrumpidos, el precio de las baterías de litio —mayoritarias en el mercado— aumentará el año que viene al calor del encarecimiento de las materias primas. La subida llega, además, en un momento crítico: para que el precio de los coches eléctricos empiece a acercarse al de sus pares de combustión, el de las baterías —de lejos el componente que más los encarece— debería bajar de los 100 dólares (unos 87 euros) por kilovatio hora. Sin embargo, tras situarse este año por debajo de los 140 dólares, la expectativa de subida en 2022 aleja ese horizonte.
“El encarecimiento del acero, el níquel o el cobalto encarecerá la fabricación de vehículos eléctricos”, afirma Michael Tamvakis, profesor de Economía la Bayes Business School londinense. “Eso podría ralentizar la transición en los países ricos. Además, esos mismos metales son necesarios para la fabricación de material para las renovables, lo que incrementa el coste de las nuevas inversiones en el sector”, refrenda este especialista en materias primas. Con todo, el académico griego no cree que estas fluctuaciones sean suficientes para hacer descarrilar el giro hacia las renovables.
Tampoco Karen Smith Stegen, profesora de la Universidad Jacobs de Bremen, opina que esta amenaza vaya a cristalizar. “Es cierto que en el corto plazo la subida en el precio de los metales puede ser un problema, pero su encarecimiento también estimulará aún más la exploración y la minería, con lo que una cantidad mayor estará disponible en los mercados globales”, apunta.
Además, dice la académica estadounidense, las extracciones submarinas pronto podrán complementar la producción de la terrestre. “Y si de verdad su encarecimiento acaba suponiendo una traba para las renovables, los Estados podrían cambiar los subsidios que han dado durante décadas a los combustibles fósiles por subsidios a los metales críticos para su desarrollo”. Mucho más le preocupan a Smith Stegen las cadenas de suministro de este tipo de metales: China, de donde proceden la mayoría de los paneles solares que se instalan en el mundo, tiene también un monopolio casi total en el procesamiento —que no en el minado— de tierras raras: “Tanto las tecnologías como las cadenas de suministro tardan décadas en desarrollarse, y China va muy por delante del resto del mundo”.
Los fabricantes ya sufren la subida
Algunas de las compañías llamadas a liderar la transición hacia las energías verdes, como los fabricantes de aerogeneradores, baterías o paneles solares ya están empezando a sentir en sus cuentas de resultados el encarecimiento de las materias primas. La semana pasada, el gigante danés de los molinos de viento Vestas se vio obligado a reducir su previsión de beneficios por segunda vez en lo que va de año por el encarecimiento del acero —una materia prima esencial para su actividad— y, en menor medida, del cobre. También la hispanoalemana Siemens Gamesa está sufriendo la escalada de los metales, que ya está empezando a trasladar al precio final de los aerogeneradores.
En el campo de la fotovoltaica, la voz de alama ha llegado del otro lado del Atlántico. “Desafortunadamente, al mismo tiempo que estamos viendo una demanda récord de energía solar, estamos teniendo que lidiar con subidas de precio del acero sin precedentes tanto en su magnitud como en su ritmo de aumento”, deslizó en mayo James Fusaro, primer ejecutivo de Array, una de las empresas líderes en sistemas de seguimiento para placas solares, deslizó en la última presentación de resultados. Y en las baterías, la alerta ha llegado desde China, donde Gotion High-Tech remitió en octubre una carta a sus clientes en la que les explicaba que el encarecimiento de los materiales les forzaba a subir precios. La presión se siente en todos los frentes.
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