Una señal de radio desde el objeto interestelar 3I/ATLAS termina por desmentir que sea una nave extraterrestre
Este indicio, captado a través de un radiotelescopio en Sudáfrica, indica la existencia de hielo, “lo normal en un cometa”
El objeto interestelar conocido como 3I/ATLAS, detectado en julio desde el observatorio chileno del Sistema de Alerta de Impacto Terrestre de Asteroides (ATLAS), ha sido objeto de intensa especulación. Una señal de radio captada a través del radiotelescopio MeerKAT, en Sudáfrica, nos da nuevas pistas sobre su naturaleza y termina por desmentir especulaciones, que los expertos han calificado de descabelladas y espectaculares.
El telescopio de radio compuesto por 64 antenas, a 600 kilómetros de Ciudad del Cabo, identificó la señal el 24 de octubre. Se trata de una absorción de ondas de radio causada por moléculas de hidroxilo (OH), que es el resultado de la disociación del agua cuando el hielo de un cometa se sublima al acercarse al Sol.
Según explica Michael Küppers, científico de la Agencia Espacial Europea (ESA), esta observación confirma que uno de los componentes principales de los hielos del núcleo es el agua, “lo normal en un cometa”. Küppers añade que señales similares se han detectado en numerosos astros del sistema solar, lo que refuerza la interpretación de que se trata de un objeto natural y no de algo excepcional, como sugieren algunas hipótesis especulativas, que hablaban incluso de una nave extraterrestre.
Cuando el cometa desapareció para nuestros ojos por detrás del Sol, algunos quisieron especular con que era una nave espacial que se ocultaba. Pero tras aparecer de nuevo el 4 de noviembre, esa hipótesis se esfumó. Seguía la trayectoria esperada: estaba donde los cálculos esperaban que estuviera. Y las señales que emitía mostraban un patrón natural.
El científico de la ESA explica que las emisiones registradas son líneas espectrales, un tipo de huella dactilar molecular. “Todas las moléculas tienen líneas características a distintas longitudes de onda”, comenta. “En el caso de las emisiones de OH, se trata de longitudes muy largas, que corresponden a cambios en el estado de rotación de la molécula”. Para detectarlas se requiere que el cometa tenga suficiente actividad para liberar una cantidad apreciable de gas.
Para el investigador Javier Peralta, experto en atmósferas planetarias, conviene realizar este tipo de detecciones cuando el cometa se encuentra más próximo al Sol (en su perihelio). “En esos momentos se espera que, mientras se está sublimando a agua, uno de los gases que se forman sea hidroxilo”, indica.
Detalla que este compuesto ya había sido detectado anteriormente por el telescopio espacial Swift de la NASA, que observó el cometa en la región ultravioleta del espectro electromagnético, es decir, en longitudes de onda más cortas que la luz visible. La nueva detección, realizada en otra parte del espectro, confirma la misma composición y refuerza la interpretación de que 3I/ATLAS es, efectivamente, un cometa natural. “El hidroxilo nos indica que el cometa contiene agua y que sigue activo”, sostiene.
Recuerda que 3I/ATLAS es el tercer objeto interestelar registrado y que su estudio ofrece una ventana única hacia entornos más antiguos que nuestro propio sistema solar. Añade, sin embargo, que aún habrá nuevas oportunidades para observar el fenómeno. En febrero de 2026, la misión JUICE de la ESA, actualmente en ruta hacia Júpiter, llevará a cabo nuevas mediciones de radio para aprovechar el paso del cometa cerca del planeta. “Ahora mismo está tomando imágenes del cometa y cuando llegue a Júpiter va a tratar de detectar señales de radio. Realizará una nueva medición, en este caso desde una nave espacial”, comenta.
Una absorción de ondas de radio
La observación del MeerKAT reveló además que la señal se presenta en forma de absorción y no de emisión. Küppers explica que, en una línea de emisión, la molécula emite luz; mientras que en una de absorción, llega la luz del núcleo del cometa.
Para la astrónoma Elena Manjavacas, especialista en cuerpos menores, la detección no tiene nada de misteriosa. Explica que las señales de radio son simplemente otra forma de luz y forman parte del espectro electromagnético. “El cometa emite en muchas longitudes de onda y es la única que podemos percibir con los ojos. Hay otras frecuencias que percibimos por otros sentidos. Por ejemplo, el calor es una frecuencia infrarroja y la sentimos”, subraya esta astrónoma del Instituto de Ciencias del Telescopio Espacial (STScI) en Maryland (Estados Unidos). Y añade: “Antes se había visto agua y níquel en otras frecuencias infrarrojas. Ahora se ha identificado el hidroxilo en la banda de radio”.
Los datos actuales además permiten a los astrónomos estimar cuánta agua está liberando el cometa y cómo varía esa producción con la distancia al Sol. Sin embargo, una sola molécula no basta para reconstruir el origen del objeto. Según Küppers, al comparar las proporciones de diferentes moléculas, podemos inferir la temperatura o las condiciones del entorno de su nacimiento. Pero su trayectoria, por sí sola, ya no nos permite saber de dónde proviene. “Ha pasado demasiado tiempo viajando por el espacio”, afirma.
En busca de objetos interestelares
Manjavacas considera que la llegada de cometas procedentes de otros sistemas estelares es poco probable —debido a que deben recorrer enormes distancias y darse condiciones muy específicas—, y detecciones como la de 3I/ATLAS demuestran que “aún no contamos con todas las piezas del puzzle”. “En ciencia es normal que un hallazgo inesperado abra nuevas preguntas”, señala. Añade que estos cuerpos celestes podrían ser más comunes de lo que se pensaba y que, hasta ahora, simplemente no habíamos logrado detectarlos. Esto, subraya, abre la puerta a estudiar con mayor detalle la dinámica de la galaxia y los procesos que permiten que estos objetos viajen hasta nuestro entorno.
Otros consideran que el caso de 3I/ATLAS nos ayuda a estar preparados para el próximo visitante interestelar. “En la ESA estamos desarrollando la misión Comet Interceptor, que se lanzará hacia 2028 o 2029”, comenta Küppers. “La idea es mantener la sonda en el punto L2, a un millón y medio de kilómetros de la Tierra, lista para salir al encuentro de un cometa”.
Para este investigador, lo fascinante de estos descubrimientos es que abren un campo completamente nuevo de estudio. “Hace menos de diez años no conocíamos ningún objeto interestelar”, reflexiona sobre el 3I/ATLAS, el 1I/’Oumuamua (2017) y el 2I/Borisov (2019). Cada nuevo objeto nos ofrece pistas únicas sobre cómo se forman y evolucionan los sistemas planetarios en otros rincones de la galaxia. “Nos traen sorpresas en su composición”, sentencia,