Solo los humanos gritan por placer, alegría o tristeza

Una investigación identifica seis tipos de chillidos y concluye que los no alarmantes, exclusivos de las personas, son más eficientes

Una mujer grita durante una marcha celebrada en Madrid el pasado año.Ricardo Rubio (Europa Press)

El infame grito se ha vinculado tradicionalmente a una señal de alarma entre los animales y, también, a una expresión de violencia o desesperación entre los humanos. Sin embargo, es una forma de comunicación no siempre negativa. Un estudio de Sascha Frühholz, investigador de Psicología Cognitiva y Neurociencia Afectiva de la Universidad de Zúrich (Suiza), ha identificado seis tipos fundamentales de gritos asociados a otros tantos estados emocionales: miedo, rabia, dolor, tristeza, alegría y placer. Los tres últimos, según el trabajo, publicado en ...

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El infame grito se ha vinculado tradicionalmente a una señal de alarma entre los animales y, también, a una expresión de violencia o desesperación entre los humanos. Sin embargo, es una forma de comunicación no siempre negativa. Un estudio de Sascha Frühholz, investigador de Psicología Cognitiva y Neurociencia Afectiva de la Universidad de Zúrich (Suiza), ha identificado seis tipos fundamentales de gritos asociados a otros tantos estados emocionales: miedo, rabia, dolor, tristeza, alegría y placer. Los tres últimos, según el trabajo, publicado en Plos Biology, son exclusivamente humanos y marcan una enorme diferencia. “Son más eficientes que los de alarma, ayudan a establecer vínculos sociales y suponen una gran ventaja evolutiva”, según Frühholz.

Para llegar a estas conclusiones, el equipo del investigador suizo ha reproducido en cuatro experimentos 420 chillidos que se diferencian fácilmente de otras “vocalizaciones afectivas no verbales”. Una docena de voluntarios, supervisados por los especialistas, ha permitido agrupar los gritos en una categoría de alerta (miedo, dolor y rabia) y otra que no implica alarma (tristeza, alegría y placer), así como monitorizar la respuesta neurológica, a través de imágenes de resonancia magnética funcional (FMRI) mientras los participantes en el ensayo escuchaban los gritos.

El trabajo determina que los oyentes responden de manera más rápida y precisa, y con mayor sensibilidad neuronal, a los gritos no alarmantes y positivos que a aquellos que son expresiones de alerta y de estados emocionales negativos. Los gritos de placer o alegría generan, según la investigación, “más actividad en más regiones cerebrales auditivas y frontales”. “Estos hallazgos demuestran que los gritos, como señales y formas de expresión, son más diversos entre los humanos, cuyo cerebro los procesa de forma más eficiente”, concluye la investigación.

Lo que sabemos hasta ahora es que muchas especies usan los chillidos para comunicarse, pero solo los humanos gritan cuando están tristes y, especialmente, cuando experimentan alegría y placer
Sascha Frühholz, investigador de Psicología Cognitiva y Neurociencia Afectiva

De esta forma, aunque los gritos no son exclusivos de los humanos, sí son más diversos y eficientes en nuestra especie. Así lo explica Frühholz: “Lo que sabemos hasta ahora es que muchas especies usan los chillidos para comunicarse, pero solo los humanos gritan cuando están tristes y, especialmente, cuando experimentan alegría y placer”.

“La razón”, según añade el investigador suizo, “es que los humanos nos desenvolvemos en entornos sociales y la mayoría de ellos son seguros, sin amenazas ambientales como animales salvajes depredadores. En estos entornos humanos, las emociones y los gritos positivos son prioritarios porque como señales de alarma son menos relevantes”.

Efectos del grito

Además de la razón ambiental y social, el investigador añade otra razón biológica para sumar al catálogo humano el doble de expresiones altisonantes que al de los animales, que suelen recurrir al grito para expresar alertas: “El repertorio vocal humano es más flexible y diverso, lo que le aporta una ventaja evolutiva. Expresar diferentes emociones es relevante para quien las percibe porque así saben cómo reaccionar”. Y explica: “Si lo hace por pena, el receptor se aproximará para ayudar a aliviarlo. Si una persona grita de rabia o de forma agresiva, el receptor intentará alejarse porque puede resultar dañado. Y si alguien grita por alegría o placer, se beneficia el establecimiento de vínculos sociales porque la tendencia es a conectarse con la persona y compartir la alegría. Se puede gritar de gozo con otras personas, como lo hacen los seguidores de un grupo en los conciertos”.

Señalar y percibir emociones positivas con gritos es más prioritario entre los seres humanos que la comunicación de alarma

El estudio abre una vía para investigar sobre las virtudes comunicativas de los gritos. En este sentido, el investigador suizo afirma: “Los resultados son sorprendentes porque los investigadores suelen asumir que los primates y el sistema cognitivo humano están especialmente sintonizados para detectar señales de peligro y amenaza en el medio ambiente, como un mecanismo de supervivencia. Durante mucho tiempo se ha supuesto que este es el propósito principal de la señalización comunicativa en gritos. Pero, si bien esto parece cierto en primates y otras especies animales, la comunicación con gritos se ha diversificado en gran medida entre los seres humanos y esto representa un paso evolutivo importante. Los humanos comparten con otras especies el potencial de señalar el peligro al gritar, pero parece que solo las personas gritan para señalar también emociones positivas como la alegría extrema y el placer. Señalar y percibir estas emociones positivas en gritos es más prioritario entre los seres humanos que la comunicación de alarma”.

Aficionados al fútbol gritan durante un encuentroMark Humphrey (AP)

Este cambio de prioridad se ha traducido también en una mayor eficiencia de los gritos asociados a estados emocionales no alarmantes. Según las mediciones de percepción y sensibilidad en el proceso de toma de decisiones efectuadas durante los experimentos, “los gritos de alerta [con algunas excepciones] eran en general”, de acuerdo con la investigación, “peor discriminados, generaban respuestas más lentas y mostraban menor sensibilidad perceptiva que los gritos que no eran de alarma”.

De esta forma, los gritos vinculados a señales de alerta (dolor, ira, miedo) provocan una menor actividad en las regiones de la corteza auditiva y la amígdala, donde se encuentra la red neuronal central que apoya la evaluación social, acústica y afectiva de los sonidos. Los gritos que no son de alarma (placer, tristeza, alegría) mostraron mayores activaciones neuronales, especialmente en el hemisferio derecho en la corteza auditiva. “Estos hallazgos en personas son sorprendentes y en gran medida divergen de los estudios en primates no humanos”, señala el estudio.

Otro estudio de la Universidad de Emory (Atlanta, EE UU) sobre la discriminación de los diferentes tipos de gritos avala la capacidad de las personas para discernir las emociones que expresan, aunque el trabajo matiza que aquellos vinculados a la felicidad pueden ser confundidos con los asociados al miedo si no se escuchan en su contexto.

En este sentido, Harold Gouzoules, profesor de Psicología y autor principal del estudio, explica en la investigación de Emory: “En gran medida, los participantes del estudio [182] fueron bastante buenos juzgando el contexto original de un grito, simplemente escuchándolo a través de auriculares sin ninguna señal visual. Pero cuando los participantes escuchaban gritos de felicidad tendían a juzgar la emoción como miedo“.

Según los investigadores, “el sesgo hacia la interpretación del grito como miedo, probablemente, tiene raíces profundas y evolutivas”. “Los primeros gritos de animales fueron probablemente en respuesta a un ataque de un depredador. Es una respuesta esencial y central. Así que confundir un grito feliz por uno de miedo podría ser un sesgo ancestral”.

También discrepa sobre la interpretación del sonido asociado a la felicidad. Mientras Frühholz lo vincula con el establecimiento de redes sociales, para Gouzoules, aunque admite que es “una especulación”, podría ser que, cuando los niños gritan de emoción mientras juegan, por ejemplo, lo hacen para “familiarizar a un padre con el sonido único de sus gritos”. En este sentido explica: “Cuanto más escuches a tu hijo gritar en un contexto seguro y feliz, más capaz serás de identificar un grito como perteneciente a tu hijo, para que sepas responder cuando lo escuches”.

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