“Si quieres triunfar en ciencia, búscate un mentor hombre”
Cada vez más personas del ámbito científico luchan de diferentes maneras y a distintos niveles contra las desigualdades, sesgos y discriminaciones de género
La desigualdad y los prejuicios generalizados en materia de género están profundamente arraigados en la cultura, las mentalidades y los comportamientos; son sumamente difíciles de contrarrestar y obstaculizan entornos laborales saludables y diversos en los que se reconozca y respete el valor de la mujer. Cada vez más personas del ámbito científico luchan de diferentes maneras y a distintos niveles contra estas desigualdades, sesgos y discriminaciones de género que merman a diario el desarrollo de la carrera científica de la mujer.
Uno de los muchos problemas del sistema científico actua...
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La desigualdad y los prejuicios generalizados en materia de género están profundamente arraigados en la cultura, las mentalidades y los comportamientos; son sumamente difíciles de contrarrestar y obstaculizan entornos laborales saludables y diversos en los que se reconozca y respete el valor de la mujer. Cada vez más personas del ámbito científico luchan de diferentes maneras y a distintos niveles contra estas desigualdades, sesgos y discriminaciones de género que merman a diario el desarrollo de la carrera científica de la mujer.
Uno de los muchos problemas del sistema científico actual, es la forma en que se mide la excelencia y el talento, que se basa principalmente en tres parámetros: el número de publicaciones e impacto de revista (medido como el número total de citas que recibe una revista teniendo en cuenta el número de artículos publicados durante un determinado período de tiempo), el número de veces que se han citado las publicaciones (que pretende ser un estimador de la relevancia de las mismas, pero que depende en gran medida de la red de influencia del/a autor/a), y el número y cuantía de los proyectos financiados. Estos tres parámetros además están fuertemente interrelacionados.
A día de hoy hay muchos estudios que demuestran que las mujeres están infracitadas, desplazadas de la posición de primer autor, así como del liderazgo de los proyectos. Pero lo que es más importante, ninguna de estas métricas de productividad científica está relacionada con la capacidad de tutoría o liderazgo. Al contrario, cualidades como la empatía, la comunicación, el trabajo colaborativo y la ética, son clave para ser un/a buen/a líder y mentor/a científico/a, pero no existe ningún estimador que las mida.
En un artículo recientemente publicado por AlShebli y colaboradores, en Nature Communications, titulado The association between early career informal mentorship in academic collaborations and junior author performance (traducido al castellano, La asociación entre la tutoría informal en las primeras etapas de la carrera en las colaboraciones académicas y el rendimiento de los autores jóvenes, se concluye que el hecho de tener mentores mujeres perjudica las carreras de los/las jóvenes científico/as.
Un artículo concluye que elegir a una mujer como mentora puede perjudicar la carrera investigadora
El trabajo incurre en numerosos defectos metodológicos que han sido puestos de manifiesto públicamente por parte de la comunidad científica. Pero lo más grave es la perversión de la pregunta y enfoque, y la conclusión que los autores extraen de los resultados obtenidos. En primer lugar, el estudio utiliza medidas de productividad como las citas para valorar la calidad de la mentoría, un indicador que como ya hemos comentado está fuertemente sesgado en contra de las mujeres. Segundo, el estudio confunde coautoría y tutoría o mentoría. Por ejemplo, para establecerse una relación mentor/a- mentorizado/a se considera que solo se necesita que ambas personas hayan aparecido como coautores en una publicación y difieran en siete años de experiencia. Resulta obvio que ser autor/a de un artículo no implica tener una relación de mentoría con los demás autores, amén de la arbitrariedad de la diferencia de edad, que en muchos casos no refleja la realidad de las relaciones académicas. Y tercero, el artículo no considera los sesgos de género institucionalizados a los que están expuestos los datos. Con estas asunciones inválidas, los resultados muestran marcadas desigualdades en las publicaciones e impacto de autores/as jóvenes dependiendo del género de sus mentores/as. Y, sobre la base de ello, el artículo concluye que elegir a una mujer como mentora puede perjudicar la carrera investigadora de un/a investigador/a junior, y cuestiona los programas que promueven diversidad en los paneles de mentores/as, específicamente aquellos que fomentan la tutoría entre mujeres.
Mensajes como este socavan los esfuerzos compartidos de la comunidad académica para garantizar pleno acceso y progreso de la mujer en la carrera científica, y su aspiración a ocupar poco a poco los espacios de responsabilidad que le corresponden. Todas estas preocupaciones fueron señaladas y debatidas por los revisores durante el proceso de evaluación de la calidad del trabajo al que toda publicación científica debe someterse. Pero no solo no se abordaron o enmendaron adecuadamente, sino que el artículo fue aceptado para su publicación.
Tan pronto como el artículo salió a la luz, se desencadenó una enérgica reacción de la comunidad científica en forma de hilos en las redes sociales, comunicados de instituciones científicas, comentarios en diversas revistas de prestigio y numerosas cartas a la editora de Nature Communications (incluidas la de las autoras de esta tribuna), con una petición común: la de retractar el artículo. En respuesta, la revista publicó una nota en la que se afirmaba que el tema estaba siendo objeto de un intenso análisis y evaluación por parte del consejo editorial. Además, la revista ha declarado públicamente que es su misión y objeto el compromiso y el apoyo a la igualdad y a la diversidad en la investigación. Pero las palabras deben ir acompañadas de hechos.
La ciencia necesita y se nutre de la diversidad. Pero para un avance de la mujer en ciencia se requiere el compromiso de todos los participantes en el mundo científico
La ciencia necesita y se nutre de la diversidad. Pero para un avance de la mujer en ciencia se requiere el compromiso de todos los participantes en el mundo científico, desde los científicos/as e instituciones, a los grupos editoriales dedicados a difundir la ciencia. Es el trabajo de las revistas científicas asegurar tanto la corrección y la exactitud en la metodología, como la correcta interpretación de los resultados. Y que el análisis y la interpretación en los estudios de género que publican no se conviertan en recomendaciones sesgadas que pueden ser utilizadas como argumentos para agendas políticas equivocadas. Es también su deber garantizar que dichos trabajos están liderados y revisados por personas con adecuada formación en género y no sujetos a intereses particulares.
Por último, el estudio es un claro ejemplo del argumentario que llevamos décadas arrastrando y que sugiere que el problema de las mujeres para progresar y alcanzar posiciones de liderazgo en sus carreras científicas se debe a su falta de autoestima, autoconfianza, empuje y ambición. Pero no son las mujeres las que necesitan arreglo, lo que hay que cambiar es el sistema que las expulsa y las infravalora cuando se las mide con criterios pretéritos que perpetúan una percepción caduca y perniciosa del liderazgo.
*Este artículo hace uso de un lenguaje inclusivo de acuerdo con la guía elaborada por el CSIC en su plan de igualdad de género.
Firma el grupo Peer Mentoring Around Spain
*Autoras por orden de años experiencia investigadora (de más junior a más senior): Maria Almuedo (Centro Andaluz de Biología del Desarrollo, CSIC. Sevilla) Paula Arribas (Instituto de Productos Naturales y Agrobiología, CSIC, S.C. Tenerife) Rosa Fernández (Institut de Biologia Evolutiva, CSIC-UPF. Barcelona) Ana M. C. Santos (Centro de Investigación en Biodiversidad y Cambio Global, UAM. Madrid) Isabel Almudi (Centro Andaluz de Biología del Desarrollo, CSIC. Sevilla) Gloria Brea-Calvo (Centro Andaluz de Biología del Desarrollo/UPO. Sevilla) Elena Gómez-Díaz (Instituto de Parasiotología y Biomedicina López-Neyra, CSIC. Granada) Ana Riesgo (Museo Nacional de Ciencias Naturales, CSIC, Madrid) Laia Ribas (Institut de Ciències del Mar, CSIC. Barcelona) Elena Casacuberta (Institut de Biologia Evolutiva, CSIC-UPF. Barcelona) Esther Garcés (Institut de Ciències del Mar, CSIC. Barcelona)
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