La puerta de salida está averiada

Las pruebas son necesarias para relajar el confinamiento, pero no funcionan

Un trabajador sanitario le hace un test rápido de coronavirus a una mujer en Brasilia (Brasil), el 21 de abril.EVARISTO SA (AFP)

El mantra del momento es que necesitamos pruebas para relajar (desescalar) las medidas de confinamiento. El dictamen se basa en argumentos muy sólidos, porque ahora no tenemos ni idea de cuántas personas se han contagiado en España sin darse cuenta, y por tanto han propagado el coronavirus sin saberlo. Y porque tampoco tenemos ni idea de qué proporción de la población está inmunizada contra el virus, en una especie de campaña de vacunación natural. Las pruebas también nos pueden ayudar a identificar y confinar a los contagiados asintomáticos, que seguramente son el principal vector de i...

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El mantra del momento es que necesitamos pruebas para relajar (desescalar) las medidas de confinamiento. El dictamen se basa en argumentos muy sólidos, porque ahora no tenemos ni idea de cuántas personas se han contagiado en España sin darse cuenta, y por tanto han propagado el coronavirus sin saberlo. Y porque tampoco tenemos ni idea de qué proporción de la población está inmunizada contra el virus, en una especie de campaña de vacunación natural. Las pruebas también nos pueden ayudar a identificar y confinar a los contagiados asintomáticos, que seguramente son el principal vector de infección en esta fase. Los test son la puerta de salida del confinamiento. Todo eso está claro.

Pero la manija de la puerta tiene averías. Elena G. Sevillano, una sabuesa de este periódico –cuando agarra un hueso no lo suelta— nos amargaba el desayuno del martes con las deficiencias palmarias de las pruebas de antígeno. Tras resbalar con una primera compra de los test a la firma china Bioeasy, el Gobierno ha vuelto a estrellarse en la segunda adquisición a la misma empresa, supuestamente mejorada con una técnica distinta. Tampoco las nuevas pruebas son lo bastante sensibles para resultar útiles en esta situación. Se les escapan demasiadas personas contagiadas que dan negativo. El Gobierno ha cancelado todo el pedido, y está intentando recuperar el dinero. Averías en la puerta de salida. Mal asunto.

No es que los españoles seamos especialmente estúpidos, sino que el planeta Tierra anda muy corto de pruebas. Estados Unidos está padeciendo la misma angustia. La FDA, la agencia del medicamento de referencia en el mundo, ha autorizado a 90 empresas, la mayoría chinas, a vender test que no tienen los papeles en regla, aduciendo una situación de urgencia, informan Steve Eder, Megan Twohey y Apoorva Mandavilli en The New York Times. La FDA se ha visto obligada a admitir que algunas de esas firmas prometen unas calidades que no tienen, y que otras son directamente una estafa. Muchos médicos están utilizando esas pruebas para diagnosticar la enfermedad, cuando eso no funciona en las dos primeras semanas de infección. Un desastre.

La mayoría de los test disponibles en el mercado planetario sufren el doble dilema que amenaza inutilizar cualquier prueba de este tipo: falsos negativos, que liberan a un paciente que está contagiado, y falsos positivos, que concluyen que una persona tiene inmunidad frente al virus cuando no la tiene. Los test pueden mejorar en el futuro inmediato, pero aun así seguirán siendo incapaces de satisfacer la demanda mundial.

Los Gobiernos, empezando por el nuestro, necesitan los resultados para decidir cuánto, cómo y dónde pueden relajar las medidas de confinamiento, que amenazan con hundir medio planeta en un nuevo crash financiero. Las pruebas disponibles no tienen la calidad necesaria.

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