Pura maldad
“Solo hay dos cosas que pueden ser infinitas, el universo y la estupidez humana”, decía Einstein
El ciudadano al que pillaron cazando pokémons por la calle induce menos a la indignación que a la compasión. Pese a su relativa juventud en la historia del planeta, la especie humana es muy variable y plástica, y sabemos de sobra que “tiene que haber gente pa‘ tó”, como dijo el torero Rafael El gallo al enterarse de que Ortega era un filósofo. El cazador de pokémons no era un ser malicioso, sino más bien inimputable, ...
El ciudadano al que pillaron cazando pokémons por la calle induce menos a la indignación que a la compasión. Pese a su relativa juventud en la historia del planeta, la especie humana es muy variable y plástica, y sabemos de sobra que “tiene que haber gente pa‘ tó”, como dijo el torero Rafael El gallo al enterarse de que Ortega era un filósofo. El cazador de pokémons no era un ser malicioso, sino más bien inimputable, cegado al mundo por sus anteojeras virtuales. Entra en la categoría de la fiesta rave detectada desde un helicóptero, las misas de no sé que secta y otros epítomes encuadrados en una de las teorías menos conocidas de Einstein: “Solo hay dos cosas que pueden ser infinitas, el universo y la estupidez humana”. Y recuerden que Einstein creía que el universo era finito.
En el fondo nada nuevo. Solo un pescador que cambia de cebo
Luego hay otra de serie de actividades que podemos encuadrar en el epígrafe de la picaresca y el delito común, o cada vez más común. La ciberpolicía española (CNPIC, dependiente de Interior) ha descubierto estos días una docena de ciberestafas basadas en el miedo al coronavirus. La tendencia está superando incluso a los anzuelos eróticos o pecuniarios que suele utilizar esta nueva generación de timadores de la estampita, casi empáticos, porque sus ganancias son al fin y al cabo proporcionales a la mezquindad de sus víctimas (véase El golpe). Estos estafadores mandan spam, correos con archivos adjuntos maliciosos, secuestros de datos (ransomware) y todo el catálogo de engaños que nos han dado los años y décadas de ciberdelincuencia. En el fondo nada nuevo. Solo un pescador que cambia de cebo.
Hay un SMS que te llega al móvil y te ofrece mascarillas. Te metes ahí para comprarlas y una web falsa te roba todos los datos de la tarjeta, y de paso manda el gusano a todos los contactos de tu agenda. Aunque ahora todos sabemos que no debemos besarnos, seguimos teniendo contactos de riesgo en la red, donde habitan otros virus de los que sabemos aún menos que del SARS-CoVid-2. Lean aquí la lista completa y permanezcan en guardia contra toda esa cochambre. Son un asco, pero viven entre nosotros, y no salen con jabón ni lejía. Están en la naturaleza humana.
Pero lo que acaba de trascender sobre un ataque hacker desborda toda capacidad de entendimiento de una persona común, como tú y yo, desocupado lector. La policía ha revelado una ofensiva muy peligrosa de correos enviados al personal sanitario que dicen contener información sobre la Covid-19, y cuyo objetivo es inutilizar los sistemas informáticos de los hospitales españoles. Se trata de un ataque de ransomware, que típicamente secuestra los sistemas y pide un rescate en bitcoins por liberarlos. Y también un ejemplo de la maldad pura.