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Kast, el ultraderechista que no quiere parecerlo

El republicano llega a la presidencial con un discurso de mano dura y, a diferencia de sus intentos anteriores, sin pronunciarse sobre las libertades individuales ni su admiración a Pinochet

Antonia Laborde

A los pocos días de que Donald Trump asumiera en enero pasado por segunda vez la presidencia de Estados Unidos, el republicano José Antonio Kast sostuvo: “Nuestras ideas ya ganaron en EE UU, en Italia, en Argentina (...) y en Chile también vamos a ganar”. El abogado, de 59 años, llega a su tercer intento por liderar el país sudamericano con las mismas convicciones de la ultraderecha global, pero con un discurso más moderado que en sus candidaturas anteriores. Estratégicamente, en esta campaña ha esquivado los asuntos de libertades individuales o su defensa al legado de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), para centrarse en las principales preocupaciones de los chilenos: seguridad, control migratorio y economía. Las encuestas lo posicionan como el favorito de las derechas para que en los comicios de este domingo pase a segunda vuelta junto a la apuesta de la izquierda, la comunista Jeannette Jara.

Kast, adepto al movimiento apostólico Schoenstatt, está casado con la también abogada, Pía Adriasola, con quien tiene nueve hijos. Su trayectoria política suma tres décadas, la mayor parte como militante de la Unión Demócrata Independiente (UDI), el partido conservador de la derecha, fundado por Jaime Guzmán, uno de los principales ideólogos de la derecha chilena y mentor del descendiente de alemanes. En 2016 renunció a la formación por considerar que se estaba alejando del proyecto original en lo moral. Como independiente, se aventuró en las presidenciales de 2017. Proponía el cierre de la frontera con Bolivia para controlar el narcotráfico, que en todas las escuelas públicas hubiese un profesor de religión e indultar “a todos aquellos que injusta o inhumanamente están presos” por los casos de violaciones a los derechos humanos de la dictadura militar. Llegó a decir, incluso, que si Pinochet estuviese vivo, votaría por él. El 8% de los votos obtenidos dieron cuenta que había un espacio para una derecha radical.

Ese espacio tomó forma en el Partido Republicano, que fundó en 2019 y con el que se presentó a las elecciones presidenciales de 2021. Su discurso empujaba, entre otras cosas, la reducción del Estado, derogar la ley del aborto en tres supuestos y eliminar el Ministerio de la Mujer. Para entonces, su postura sobre la dictadura comenzó a moderarse. “Cualquier persona que haya violado los derechos humanos, sea militar o no, yo no lo respaldo”, sostuvo. En primera vuelta ganó con el 27,8% de los votos y en el balotaje fue derrotado por el izquierdista Gabriel Boric, en unos comicios donde el voto femenino y el de los jóvenes fueron cruciales.

José Antonio Kast en Santiago, Chile, el 11 de noviembre 2025.Foto: Rodrigo Garrido (Reuters) | Vídeo: Agencias

Desde entonces ha sido presidente del Political Network for Values (2022-2024), una red ultra-conservadora que, como describe el politólogo Alfredo Joignant, “se encuentra conectada con el ecosistema general de la internacional reaccionaria que está a poca distancia de dominar el mundo occidental”. También ha participado en cumbres de líderes de la ultraderecha global, como la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), o la convención de Vox en Madrid, donde ha coincidido con el español Santiago Abascal, el libertario argentino Javier Milei, el presidente salvadoreño Nayib Bukele o primer ministro húngaro, Viktor Orbán. Y así como en el pasado se reunió con Jair Bolsonaro en Río de Janeiro, este año ha hecho lo propio con la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, en Roma. Meloni, a su vez, no se reunió con el presidente Boric cuando el chileno visitó Roma en octubre pasado, aunque era un propósito del viaje.

Para Javier Sajuria, director del centro de estudios Espacio Público, existen dos estilos de ultraderecha, la europea y la americana: “Los primeros promueven la institucionalidad partidaria y el crecimiento gradual, y los segundos son estridentes, desfachatados y con poco respeto a las formas tradicionales de la política. Desde Trump a Milei, lo suyo es el culto a la personalidad”. A Kast lo asemeja a sus pares europeos, y aclara que ambas versiones confluyen en la radicalidad de sus ideas, pero no en la radicalidad de sus mensajes. A diferencia de los líderes de ultraderecha americanos, que vienen de fuera del sistema político, generalmente con un discurso anti-casta y anti-elite, los europeos, al igual que Kast, han surgido de la derecha tradicional de sus partidos.

A diferencia de líderes como Trump o Bolsonaro, Kast ha mantenido una trayectoria institucional. Una muestra fue que, apenas conocida su derrota electoral frente a Boric -con el 50% de los votos escrutados-, reconoció el resultado y lo llamó para felicitarlo. De llegar a La Moneda, una de las interrogantes es cómo será su relación con la institucionalidad, si más similar a la de sus compañeros americanos o europeos. Cristóbal Rovira, profesor del Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica, y especialista en el fenómeno de la ultraderecha, cree que el respeto a la institucionalidad puede estar en riesgo si triunfa Kast. “Muchas veces pensamos que la institucionalidad es un golpe de Estado, pero sabemos que hoy la democracia muere en cámara lenta, no es que quiebre la institucionalidad de la noche a la mañana”, apunta.

El académico pone el ejemplo de cómo el republicano le ha solicitado a Boric que renuncie a las asignaciones económicas que le corresponderá cuando sea expresidente. “Cuando se rompe un acuerdo tácito del sistema no pasa nada, pero es distinto si rompes 10, que es el temor de que llegue Kast a La Moneda”, señala Rovira. También recuerda que el candidato planteó que “el Congreso es importante, pero no es tan relevante” y que su equipo está revisando todas las potestades administrativas que tiene el Estado. “En el caso del aborto en tres causales, por ejemplo, podría dificultar que se brinde el servicio, sin pasar por el Congreso. A través de reglamentaciones del Ejecutivo puedes avanzar e ir restringiendo derechos”, añade.

Kast ha reiterado que, a pesar de que no se pronuncie sobre los temas de libertades individuales, no ha cambiado de opinión: “Soy un hombre de convicciones, defiendo la vida desde la concepción hasta la muerte natural”, dijo el lunes en el último debate televisivo. Hay quienes sostienen en su círculo que, si el republicano gana y las derechas logran mayoría parlamentaria, habrá presión de parte de los suyos para que se discutan asuntos de la agenda valórica en el Congreso. En ese supuesto escenario, Kast deberá negociar con la derecha tradicional y la derecha libertaria, ubicada en un extremo aún mayor que la de los republicanos. Como el Partido Republicano nunca ha gobernado es una incógnita, pero los expertos ponen el acento en que su capacidad para llegar a acuerdos no es uno de sus atributos. Lo demostraron en el segundo intento de nueva Constitución de Chile, que lideraron en 2023, que fracasó como el primero.

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Sobre la firma

Antonia Laborde
Periodista en Chile desde 2022, antes estuvo cuatro años como corresponsal en la oficina de Washington. Ha trabajado en Telemundo (España), en el periódico económico Pulso (Chile) y en el medio online El Definido (Chile). Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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