Jeannette Jara, la esperanza de la izquierda de Boric
La exministra del Trabajo del Gobierno chileno, quien de ser electa en La Moneda dejará la militancia comunista, ha construido un relato basado en su origen popular: “No vengo de la élite, sino de un Chile que se levanta temprano para trabajar”


Cuando en junio Jeannette Jara Román (Santiago, 51 años) ganó las elecciones primarias de la izquierda, hubo dos grandes sorpresas. Una, fue su alta su votación, del 60% frente a la socialdemócrata Carolina Tohá (aunque la participación fue baja, de un 1.400.000 personas). Otra, que llevara a la primera línea de la política chilena al Partido Comunista (PC), que tiene un desempeño electoral del 6%, medido en base al número de concejales electos, que es como se calibran las fuerzas políticas en Chile. Por eso, las primeras preguntas planteadas tras los comicios del oficialismo fue si la victoria fue genuina de Jara o tuvo relación con el PC.
Carlos Peña, rector la Universidad Diego Portales y uno de los columnistas chilenos más influyentes, fue uno de los primeros en entregar una mirada: “No es el triunfo de una ideología, sino la prueba de que la personalidad y el carisma importan en política”, dijo categórico en este diario. Pero, para el sociólogo y cientista político Alfredo Joignant, la candidatura y campaña de Jara “son una gran anomalía“: “Chile debe ser el único país en el mundo en donde una candidata comunista triunfa en una elección [las primarias] tan relevante”, dijo en junio.
Para Joignant, columnista de EL PAÍS, el caso de Jara es una anomalía pues sucede “en tiempos en que los que los vientos ideológicos en el mundo corren a favor de las derechas (especialmente esas derechas nativistas, radicales o simplemente extremistas)”. Precisamente, el principal contendor de la abanderada del bloque de la izquierda, que enfrenta la elección arropada por nueve partidos, es el republicano José Antonio Kast. Va primera en las encuestas y lo más probable, según la mayoría de los sondeos, es que pasará a segunda vuelta con el ultra, quien ganaría el balotaje.
Con Jara es la primera vez, desde el retorno a la democracia en 1990, que el PC chileno, que se sigue definiendo como marxista y leninista y no ha sacado de su doctrina la dictadura del proletariado, ha logrado tener una candidatura presidencial competitiva. Su rápido ascenso en la política también ha dejado en evidencia que la centroizquierda y la izquierda no han logrado renovar sus liderazgos desde la socialista Michelle Bachelet, que llegó dos veces a La Moneda (2006-2010, 2014-2018). Tampoco el Frente Amplio, la formación del presidente Gabriel Boric: en las primarias, el diputado Gonzalo Winter, que va a la reelección al Parlamento, apenas llegó al 9%.
Un origen popular
La administradora pública, abogada y magíster en gerencia pública, se hizo conocida cuando fue ministra del Trabajo de Boric, entre marzo de 2022 y abril de 2024. Llamó la atención su personalidad y carisma, y porque se mostró dialogante y negociadora con la oposición y el empresariado cuando empujó medidas en el Congreso que solo eran buenas noticias (mientras otras carteras lidiaban con la crisis de seguridad): la ley que reduce la jornada laboral a 40 horas semanales de trabajo; el alza histórica del salario mínimo y la reforma de pensiones. Aunque la izquierda no logró terminar con las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), como quería especialmente el PC, Jara fue pragmática al ceder en ese punto para sacar adelante el proyecto, considerado el más importante del Gobierno de Boric.
La candidata viene de un origen popular, lo que la distingue entre los otros siete postulantes: vivió periodos de pobreza junto a su familia. Es hija de un mecánico automotriz y una dueña de casa. Nació en El Cortijo, una población de Conchalí, un municipio en el norte de Santiago y estudió en una escuela, un liceo y una universidad pública. Desde que arrancó la carrera a La Moneda, destacó esa historia como un valor agregado: “No vengo de la élite, sino de un Chile que se levanta temprano para trabajar”. También recalcó ese esfuerzo en el cierre de su campaña este martes en la Plaza de Maipú: “Jamás imaginé que iba a ser candidata a la Presidencia de la República. No porque creyera que no me la podía, sino porque es poco habitual que alguien que viene de El Cortijo llegue a abrir las puertas de la casa de Gobierno”.

Jara refleja la vida de muchos chilenos. “Quiero que las cosas cambien. Ella es del pueblo, es sencilla, es una mujer normal”, dice Orlando Contreras, un jubilado de 66 años que la apoya. “Lo hago pensando en mis nietas”, agrega. La candidata le suele hablar a quienes cada día se levantan a las 06.00 para tomar una micro al trabajo, y reitera que le interesa que los chilenos “puedan llegar a fin de mes”. También, muchas veces usa un lenguaje simple y coloquial, aunque con ironía. En el último debate presidencial dijo frente a sus competidores: “Hay algunos que tienen menos calle que pantuflas”, en referencia a la falta de conocimiento del pueblo.
Esas características, y en especial su origen, ha sido un elemento clave en su campaña, pero no suficiente. En la encuesta CEP, de octubre, Jara se posicionaba por sobre Kast respecto de quién se preocupa más de los problemas de la gente y también lo superaba en la gestión en salud y en educación. Y aunque en su programa prioriza la seguridad, el crecimiento y el control de la migración, en el mismo sondeo el republicano la sobrepasa en los atributos sobre quién tiene más liderazgo y gestionará de mejor manera el orden público; el crecimiento y el empleo, y la delincuencia y el narcotráfico.
El factor comunista
La candidata milita desde los 14 años en el PC. Y aunque es una lideresa convocante, su filiación y su compleja relación con la cúpula de partido que preside Lautaro Carmona ha sido una mochila que ha arrastrado toda la campaña. Aunque se ha mostrado más moderada, varios políticos que fueron parte de la exConcertación, la coalición de centroizquierda que gobernó Chile entre 1990 y 2010, entre ellos el exmandatario democristiano Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000), no fueron capaces de apoyarla: Chile es un país que mira con temor experiencias fallidas, y especialmente sobrevuela el fantasma de Venezuela. Sin embargo, sí la respalda el Socialismo Democrático de la izquierda moderada que representó Tohá.
En la dictadura de Pinochet (1973-1990), el PC fue perseguido y cientos de sus militantes fueron asesinados y hechos desaparecer. En los 80, un grupo del partido, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FMPR), tomó las armas —en 1986 atentó contra Pinochet— y cometió crímenes aún después del retorno a la democracia. Eso provocó, entonces, una distancia con la izquierda y la centroizquierda, que luchó contra el régimen por la vía democrática: el general fue derrotado en el plebiscito de 1988. Existe una disputa profunda en la izquierda sobre si el fin del régimen se logró solo con el lápiz y el papel, como ironizan los comunistas.
Durante el periodo de la Concertación, el PC fue oposición, pero ingresó a por primera vez al Gobierno durante la segunda Administración de Bachelet, en 2014. Fue el caso de Jara, que fue su subsecretaria de Previsión Social.

Jara, consciente de lo que provoca su larga militancia, y las posturas dogmáticas de su partido, ha tomado distancia con la formación en reiteradas ocasiones. Y ha insistido que es su candidatura representa a una coalición amplia y no a un partido. “No estoy subordinada a las decisiones del PC”, ha dicho. También ha tratado de marcar otras diferencias, como señalar que el de Nicolás Maduro es un “régimen autoritario” (para Boric es una dictadura). O después de decir en abril que Cuba tiene “un sistema democrático distinto al nuestro”, lo que le generó muchas críticas, en septiembre manifestó que “claramente no es una democracia”.
El gran desafío que viene para Jara es, primero, al menos superar este domingo el 30% de respaldo que tiene Boric. Y luego, de pasar a segunda vuelta, imponerse a Kast. Para ello, necesita conquistar a la centroizquierda moderada que no se atreve a dar el paso a su favor.
En el cierre de campaña, Jara pidió a sus adherentes que conversen incluso con los que piensan distinto: “Esta no es una elección más. Es una elección donde hay dos modelos muy distintos de país”.
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