Actualización curricular: entre la complejidad de la realidad social y la tradición
La propuesta de nuevas Bases Curriculares emitida en 2024 responde a una demanda sentida y transversal que se escucha con fuerza tanto en los círculos académicos como en los medios de comunicación y sobremesas de las familias chilenas: más formación ciudadana en la escuela
En 2022, cuando hacíamos balance sobre las lecciones que nos dejó la pandemia, emergió un consenso transversal a nivel educativo: era urgente actualizar el currículum nacional, corazón de los procesos educativos del país. El aula se vio obligada a trasladarse a los hogares y todos nos convencimos de la necesidad de priorizar lo esencial y dotar de sentido a los aprendizajes. Esta demanda se volvió aún más apremiante en los últimos años, en un contexto marcado por problemáticas nacionales e internacionales que nos recuerdan a diario la necesidad de hacer de la escuela un espacio para formar ciudadanos y ciudadanas del siglo XXI.
Desde 2023, el Ministerio de Educación (MINEDUC) trabaja en esta tarea, con una inédita participación de comunidades escolares y especialistas de diversas disciplinas. En el subsector de Historia, Geografía y Educación Ciudadana, la propuesta ha logrado avanzar sustantivamente en la priorización de objetivos de aprendizaje relevantes, incorporando desafíos contemporáneos como la migración, la educación financiera, la sostenibilidad y el cuidado del medioambiente.
Sin embargo, el proceso hoy se encuentra entrampado, cuestionado por argumentos que generan sorpresa e interrogantes en quienes nos dedicamos a la enseñanza de la Historia y las Ciencias sociales, ya que remiten a una enseñanza propia del siglo pasado, centrada en que los niños y niñas deben “valorar los símbolos patrios, la geografía de Chile, sus figuras destacadas y las conmemoraciones que fortalecen la unidad y la cohesión social”.
La propuesta de nuevas Bases Curriculares emitida en 2024 responde a una demanda sentida y transversal que se escucha con fuerza tanto en los círculos académicos como en los medios de comunicación y sobremesas de las familias chilenas: más formación ciudadana en la escuela. En una era que es al mismo tiempo de información y de desinformación, urge contar con ciudadanos capaces de leer la realidad críticamente, promoviendo la resolución democrática de los conflictos y la defensa irrestricta de los derechos humanos.
La actualización curricular se hace cargo de este desafío de manera transversal. Particularmente en Historia, Geografía y Educación Ciudadana, explicita su propósito formativo en el nombre y redefine los Objetivos de Aprendizaje, los que aseguran una progresión en conocimientos, habilidades y actitudes esenciales para la vida en sociedad. Además, pone énfasis en la lectura y la escritura como herramientas transversales, favoreciendo un aprendizaje con foco en la explicación y fundamentación de ideas.
El texto incorpora demandas sociales largamente postergadas, como la alfabetización económica, la relevancia de la geografía, la valoración de la democracia, el uso crítico de las redes sociales y el desarrollo de habilidades para comprender fenómenos contemporáneos como la desigualdad, la globalización, la educación vial, los discursos de odio y el cambio climático. Se trata de un tránsito hacia un currículum orientado a promover el pensamiento crítico y la ciudadanía activa.
Este espíritu participativo se refleja también en su proceso de elaboración: más de 800 mil profesionales de la educación, familias y estudiantes participaron en el Congreso Pedagógico y Curricular; cerca de 100 mil docentes y ciudadanos en la Consulta Pública; y más de 500 expertos y expertas aportaron diagnósticos e ideas clave en distintas fases. Nunca antes una propuesta curricular había contado con un nivel de participación tan amplio y diverso.
De acuerdo con la institucionalidad vigente, todo cambio curricular debe ser aprobado por el Consejo Nacional de Educación (CNED), instancia que habitualmente formula observaciones al MINEDUC. No obstante, en esta ocasión el CNED ha rechazado en dos oportunidades la propuesta presentada, señalando problemas técnicos que, sin duda, pueden y deben ser corregidos. Pero lo llamativo es que, además, introdujo una objeción de fondo que resulta sorprendente para quienes nos dedicamos a la enseñanza de la Historia y las Ciencias Sociales.
En su respuesta, el Consejo advierte que la propuesta “corre el riesgo de perder anclajes fundamentales para una formación que transmita valores permanentes de nuestra idiosincrasia como nación”. Este argumento desconoce que, tanto a nivel nacional como internacional, existe un consenso robusto sobre la necesidad de superar una enseñanza factual y memorística de la historia, para avanzar hacia enfoques interdisciplinarios, críticos, interculturales e interpretativos. Es decir, la propuesta curricular contiene el enfoque de valores patrios, y al mismo tiempo propone avanzar a enfoques relacionados con el mundo actual, globalizado y atravesado por múltiples crisis.
Resulta fundamental que el Consejo Nacional de Educación cumpla su labor, resguardando una visión de Estado del currículum nacional, acorde con las necesidades de todos y todas quienes habitamos Chile. Un currículum que se pregunte cuáles son los propósitos que debe cumplir la enseñanza de la historia y las ciencias sociales en la escuela del siglo XXI; si la valoración de los símbolos patrios, de las conmemoraciones y de las figuras destacadas en la conformación del Estado de Chile durante el siglo XIX son suficientes para fortalecer la unidad y cohesión social en nuestro país; o si ya bien avanzado el siglo XXI debemos hacernos cargo de la complejidad y de los conflictos que aquejan a esta patria y de la posibilidad que aprendamos cómo resolverlos.
Las indicaciones del CNED pueden considerarse un inicio, pero no la finalidad última del currículo de la asignatura.