El legado de Sebastián Piñera, un año después

Al igual que el expresidente, la actual generación en el Gobierno ha tenido una relación ambigua con las instituciones y las normas

Sebastián Piñera durante una visita oficial a Inglaterra, en septiembre de 2021.Dan Kitwood (Getty Images)

Sebastián Piñera hizo posible que la derecha llegara al Gobierno en dos oportunidades (2010-2014; 2018-2022). La última vez que la derecha lo había alcanzado, mediante la competencia electoral, había sido en 1958. Ningún otro dirigente o liderazgo surgido en la fase posterior a 1990, desde Renovación Nacional (RN) o desde la Unión Demócrata Independiente (UDI), pudo lograr ese propósito. Ni Joaquín Lavín en su mejor momento, entre los años 1998-2003, situó a la derecha en una posición tan desafiante e influyente como con Piñera a partir de 2008. Tampoco la actual candidata Evelyn Matthei, pese a su figuración en las encuestas, ni menos José Antonio Kast, quien ha visto disminuir su potencial acumulado hasta las elecciones de 2021.

Piñera logró movilizar y cohesionar al conjunto de la derecha, para de ese modo poder estar en el Gobierno. Incluso, en su primer triunfo (enero de 2010), logró atraer a sectores conservadores y liberales provenientes de la exConcertación, algo que repitió en las elecciones presidenciales de 2017. Las tensiones, disputas y traiciones que marcaron la trayectoria de la derecha desde el inicio de la transición, se vieron superadas en la campaña presidencial de 2009 y con el inicio de la primera Administración presidida por Piñera. También quedó superado el “canibalismo político” que había primado en la derecha durante el siglo XX.

Para cumplir con tal propósito, Piñera supo aprovechar toda clase de vínculos y redes que poseía, tanto en el ámbito de los negocios —con diversos sectores del empresariado— como en el de la política, e incluso con la alta jerarquía de la Iglesia Católica (a través de Monseñor Bernardino Piñera). Sus vínculos políticos iban desde el sector conservador de la Democracia Cristiana, pasando por grupos liberales de la exConcertación, hasta la derecha más extrema; en otras palabras, se relacionaba con facilidad con los sectores moderados y dialogantes, hasta con los pinochetistas más recalcitrantes. Sus vínculos familiares, con el clan Chadwick-Piñera, aseguraron la adhesión de la UDI y la participación activa de ese partido en sus dos administraciones. Su manejo por dentro y por fuera de RN le devolvió a este partido el sitial que tuvo, desde los inicios de la transición, dentro de la derecha. Difícilmente un político chileno —incluso de derecha— puede ostentar tamaña condición.

En sus dos administraciones, Piñera consiguió logros importantes, al asegurar la aprobación del proyecto sobre posnatal de seis meses (en 2011); tuvo una notoria cuota de audacia en el rescate de los 33 mineros; asumió con éxito el proceso de reconstrucción luego del terremoto de febrero de 2010 y condujo a una rápida recuperación económica. En su segunda Administración hizo aprobar la ley de matrimonio igualitario, supo enfrentar con éxito el fenómeno de la pandemia y en medio del estallido social propuso la Pensión Garantizada Universal (PGU). Por cierto, en ambas administraciones hubo desaciertos que provocaron la reacción y el descontento en amplios sectores de la población. Así ocurrió con la ola de movilizaciones del período 2011-2012 y con el llamado estallido social, desencadenado en octubre de 2019.

Pero existen otros legados, poco reconocidos y valorados, que indirectamente también son el resultado de las decisiones y acciones efectuadas por el expresidente Piñera.

En primer término, con su triunfo de 2010 se produjo el desconcierto y la tendencia hacia el distanciamiento en la centroizquierda, de la cual no se pudo recuperar pese a una nueva incursión presidencial de Michelle Bachelet y lo que fue el proyecto de la Nueva Mayoría (2013-2017). Desde 2014, con el inicio del segundo Gobierno de la presidenta Bachelet, esa tendencia no hizo más que acentuarse hasta llegar a una situación de implosión de la centroizquierda en vísperas de las elecciones de 2017. En esta coyuntura, la centroizquierda y el centro político entraron en una fase de fragmentación y disolución sin precedentes.

En segundo término, habría que señalar que la actual generación que gobierna y que proviene tanto del Frente Amplio (FA) como del Partido Comunista (PC) se forma en abierto antagonismo con la primera y segunda Administración del expresidente Piñera. Una izquierda inspirada en el socialismo del siglo XXI de corte latinoamericano, así como otra encandilada por los movimientos y partidos de protesta europeos (entre ellos Podemos) y por la cultura woke, se fueron posicionando al calor de movilizaciones y diversas reacciones en contra de las políticas definidas por sus dos administraciones.

Sin embargo, los desaciertos y fracasos iniciales del actual Gobierno lo mostraron, durante un periodo bastante prolongado, como una suerte de continuidad con la segunda Administración del expresidente Piñera. ¡Vaya paradoja! Pese a intentar demostrar lo contrario, al señalar que todo era consecuencia de limitaciones institucionales, la tendencia simplemente se afianzó. No es casual que el primer logro de este Gobierno, durante el 2022, haya sido solo la firma de un tratado de libre comercio en el que sus representantes —inicialmente— no creían. Luego, con la jornada laboral de 40 horas —ampliamente respaldada por el gran empresariado—, los personeros del actual Gobierno fueron más allá de su hermano José, en cuanto a la flexibilidad laboral. Los acuerdos comerciales con los chinos, el salvataje a las Isapres, el deterioro de la educación pública y la concesión del litio al yerno de Pinochet, Julio Ponce Lerou, habrían sido iniciativas impensables para la izquierda durante el estallido social. Por último, desde la misma izquierda surgieron voces críticas a la aprobación de la reciente reforma previsional, al reconocer que la propuesta del Gobierno anterior era más ventajosa para el conjunto de los cotizantes. Al igual que Piñera, la actual generación en el Gobierno ha tenido una relación ambigua con las instituciones y las normas.

En definitiva, uno de los grandes legados del expresidente Piñera es haber permitido la irrupción de una generación que tras habérsele tenazmente opuesto, al final ella misma, cuan Clodoveo, terminó “quemando lo que había adorado y adorado lo que había quemado” en sus dos administraciones.

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