Estudiar en la universidad a partir de los 50 años en Chile: “Nunca es tarde para aprender”

Una investigación del Observatorio para el Envejecimiento de la Pontificia Universidad Católica muestra un alza del 157% de este grupo etario matriculados en instituciones de educación superior en la última década en el país sudamericano

Luis Canales en su casa en Puerto Montt, Chile, el 31 de Enero de 2025.RUDY MUÑOZ

Cuando Luis Canales Díaz tenía ocho años solía acompañar a su padre, un trabajador del Ministerio de Obras Públicas de Chile, a recoger muestras de hormigón, que vertía en moldes, que serían analizadas por un grupo de ingenieros civiles. Las pruebas de resistencia, estiramiento y presión del material que hacían aquellos profesionales despertaron la curiosidad y admiración de aquel niño para siempre. “Me pareció muy bonito, científico y desde ahí quise dedicarme a ese oficio”, dice Canales, ya con 85 años, y que comenzará a estudiar ingeniería civil a partir de marzo.

Será el alumno más longevo de la Universidad de Los Lagos, en el sur chileno, pero está lejos de ser el único mayor de 50 en incorporarse a la educación superior en el país. De hecho, esta es una tendencia en Chile, una de las naciones con la mayor tasa de adultos mayores de Sudamérica. La evidencia está en un estudio del Observatorio de Envejecimiento UC-Confuturo, un organismo nacido de una alianza de la Pontificia Universidad Católica y una aseguradora, que muestra que el número de personas con más de 50 años matriculados en institutos profesionales o universidades pasó de 10.494 a 26.952 entre 2013 y 2024. Es decir, hubo un crecimiento del 157% en una década.

Según este reporte, hay una correlación entre los años de escolaridad promedio y factores socioeconómicos. La Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) de 2022, el principal instrumento de medición del país sudamericano, a cargo del Ministerio de Desarrollo Social y con el apoyo del Centro de Microdatos de la Universidad de Chile, mostró que la escolaridad promedio de las personas entre 50 y 59 años no supera los 11,2 años, mientras que en el segmento 80 y más edad alcanza solo los 6,8 años.

Lo que concluyen en el observatorio de envejecimiento es que “la implementación tardía de políticas educativas inclusivas impacta especialmente a las personas mayores”. Fue en 2003 cuando se estableció la obligatoriedad de la educación secundaria en Chile, garantizando 12 años de enseñanza formal, pero esto no alcanzó a beneficiar plenamente a las cohortes mayores actuales, según la investigación dirigida por la socióloga Valentina Jorquera.

Si bien Luis Canales estudiará en lo que siempre anheló a sus 85 años, no estuvo ausente de las aulas de clase a lo largo de su vida. Fue profesor de educación básica, una carrera a la que se dedicó más de cuatro décadas. En su casa en Puerto Montt, una ciudad portuaria en la región de Los Lagos, tiene una pizarra acrílica, de color blanco, donde resuelve ejercicios de física, química y matemáticas para prepararse antes de iniciar las clases. “Estoy cumpliendo un sueño al volver a la universidad”, dice.

Luis Canales, en Puerto Montt, Chile.RUDY MUÑOZ

Pero la mayoría, el 42,3%, de quienes se incorporan a la educación superior después de los 50 años se inclina por institutos técnicos, lo que Jorquera indica se debe a que tienen menos barreras de ingresos, ofrecen carreras más cortas, flexibilidad horaria debido a que los adultos tienen varios roles como actividad laboral o tareas de cuidado y domésticas, aranceles más bajos, y a diferencia de las universidades suelen tener mayor presencial regional. Le sigue una inclinación por las universidades privadas (27,9%) y los centros de formación técnica (15,2%).

Un grupo heterogéneo

Los adultos mayores son un segmento de la población heterogéneo y con diversos intereses. Por eso, las razones para entrar a las aulas son diversas. La chilena Gloria Villar, de 84 años, se prepara para realizar una práctica de seis meses en un consultorio jurídico y rendir un examen de grado después de haber estudiado durante cinco años derecho en la Universidad de San Sebastián (USS): “Después de la jubilación no se acaba la vida. Yo todavía tengo sueños y quiero dejar un legado”.

Cuenta que alista un proyecto alternativo para el Servicio Nacional de Protección Especializada a la Niñez y Adolescencia (Sename) –una red de hogares y residencias para proteger a menores de 18 años, administrada por el Estado– que quiere presentar a diputados. Ella trabajó en la Municipalidad de Las Condes, en el sector oriente de la Región Metropolitana de Santiago, durante 40 años. Se jubiló en la pandemia, ya con 13 nietos y viuda. Fue, entonces, cuando se sentó frente al computador portátil y se preguntó: “¿Qué voy a hacer ahora?”. Tras buscar en Internet, optó por estudiar derecho en la universidad.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), “el aprendizaje a lo largo de la vida” es un pilar clave para preservar las capacidades cognitivas y psicológicas durante la vejez.

Macarena Rojas, directora del observatorio del envejecimiento UC-Confuturo, asegura que la incorporación de las nuevas generaciones más de 50, que tendrán mayores niveles educativos, demanda que las políticas públicas educativas y sociales reconozcan las capacidades y expectativas de estas generaciones, al mismo tiempo que ofrezcan nuevos espacios y oportunidades de aprendizaje permanente para reforzar su contribución a la sociedad. “El panorama de la educación formal deberá cambiar y ajustarse a nuevos perfiles, donde estos segmentos etarios serán centrales”.

Chile alcanzó una esperanza de vida al nacer de 81,6 años en 2024, según estimaciones del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). El indicador ha tenido un alza sostenida, pues era de 75,7 años en el periodo 1995-2005 y de 63,5 entre 1970 y 1975. En paralelo, el país ha vivido un derrumbe de su natalidad y tiene una tasa de 1,5 hijos por mujer, de acuerdo con el Fondo de Población de las Naciones Unidas.

Romper estereotipos negativos

Para la colombiana Luz Villalobos, que emigró a Chile hace 13 años, las personas se autoimponen barreras: “Nunca es tarde para aprender”. Ella, que empezará a cursar pedagogía en la Universidad de Chile a los 56 años, trabajó como estilista hasta 2015, cuando enfermó de artritis reumatoide. “Para mí fue fatal, porque duré un tiempo postrada en una cama. Y pensé que si no puedo laborar con mis manos, sí con mi mente, que está bien”. Y, una vez graduada, espera poder ejercer como profesora.

Luz Villalobos, en Santiago, el 31 de Enero de 2025. SOFIA YANJARI

Con una motivación parecida, la nutricionista María Cristina Arancibia, de 65 años, se apuntó en un magíster de envejecimiento y calidad de vida, el que sería un paso para ingresar al mundo de la docencia. Pero dice que desde que se graduó, en octubre de 2019 –en pleno estallido social–, ha encontrado un muro hasta ahora infranqueable: el edadismo, la discriminación por edad, en el mercado laboral.

A diario revisa anuncios de trabajo y postula, pero no se abren las oportunidades remuneradas, solo voluntariados. “Si el promedio de vida es de 80 años, no quiero pasar mi existencia tejiendo chambritas [chalequitos] para los nietos. Me interesan los desafíos intelectuales. Pensé que el tema del envejecimiento era un nicho importante de contribución social porque esta ciudad [Santiago] no está preparada para personas mayores”, plantea. Las personas con más de 50 años son uno de los grupos etarios más rezagados en recuperar los niveles de empleo prepandemia.

Arancibia considera que la edad de jubilación, que es de 60 años para las mujeres –una de las menores de la OCDE– y de 65 para los hombres, debería ser subida y realizarse reformas para aprovechar la llamada economía plateada: “Chile ya envejeció y no tenemos conciencia de eso. Hay mucho trabajo que hacer, empezando por romper estereotipos negativos sobre el envejecimiento”.

En cambio, otros solo intenta cambiar de rumbo. Gastón Godoy, de 60 años, director de un establecimiento educacional en la ciudad de La Serena, en la región de Coquimbo, está formándose en periodismo desde la pandemia. “Estudio por pasión y un hobby: el periodismo y la conducción de programas [televisivos]. Pero también anticipándome a la jubilación, porque me gustaría hacer algo distinto a los 30 años que llevo en educación”. Ya desde hace tres años ha conducido un matinal en un canal local, el que cuenta con más 150 programas al aire: “Tengo la experiencia, pero necesito la preparación académica y es ahí donde me estoy formando”.

Sobre la firma

Más información

Archivado En