Cynthia Rimsky, escritora: “Estoy construyendo un lenguaje ‘argenchileno”

De sus métodos, intereses y predilecciones habla la autora chilena radicada hace más de una década en la provincia de Buenos Aires. Este año obtuvo el Premio Herralde de Novela por su nuevo libro: ‘Clara y confusa’

Cynthia Rimsky en el centro de Santiago de Chile, el pasado 19 de diciembre.Cristobal Venegas

Etiquetas más, etiquetas menos, Cynthia Rimsky Mitnik (Santiago de Chile, 62 años) sigue tendiendo a lo inclasificable, mientras sus libros siguen siendo esas obras que entusiasman y enganchan incluso si el lector no logra precisar de qué se tratan.

En medio del efecto que ha tenido la obtención del Premio Herralde de Novela, el primero para una pluma local desde Roberto Bolaño con Los detectives salvajes, la autora se dio el tiempo hablar de Clara y confusa, la obra ganadora, sentada en un café próximo al Museo de Bellas Artes, en el centro de Santiago.

Cuenta que tras conferírsele el premio —que ganó ex aequo con Xita Rupert, autora española de Los hechos de Key Biscayne— tuvo jornadas muy intensas de promoción, así como el cariño de colegas argentinos “que sintieron que se lo ganaba una de los nuestros”. Asimismo, piensa que el Herralde 2024 recayó en una novela “un poco más outsider”, escrita por “una persona de bajo perfil”. Alguien que vive desde hace más de una década en Azcuénaga, pequeña localidad de la provincia de Buenos Aires, y que una vez a la semana se desplaza a la capital federal para hacer clases en la Universidad Nacional de las Artes.

Pregunta. ¿Cómo ha visto en Chile la respuesta al premio?

Respuesta. Me impresionó el cariño: había como un cariño subterráneo por mi escritura que explosionó. Yo lo entiendo como un cariño por lo que escribo, no por mi persona. Y también creo que todos se sorprendieron de que hubiera ganado, porque mi literatura no es la usual.

P. ¿Porque impone una dificultad al lector?

R. Porque es un poco más rara. Bueno, el jurado lo dijo en el fallo: es una novela excéntrica. Y es interesante también que Anagrama, una editorial de gran prestigio, se haya atrevido a correr un poco los márgenes y premiar una novela que no es lo usual.

P. Decía usted en 2012: “Llamaría a lo que hago escritura de la experiencia o, como dice [el poeta chileno] Enrique Lihn, literatura situada”. ¿Cómo se expresa eso en Clara y Confusa?

R. Clara y confusa es una novela enteramente de ficción. Vengo explorando la ficción, porque antes exploraba más lo documental: Poste restante, Ramal, Fui. Y Clara y confusa es donde más lejos he llegado experimentando con la ficción. Sin embargo, uno no puede olvidar sus raíces, y todo lo que hay en la novela es bastante experiencial: son experiencias que, en mi taller [escritorio], como si fuera un carpintero, voy transformando en ficción con ciertas herramientas.

P. El narrador de su libro Los perplejos dice “soy incapaz de cerrar los oídos al llamado de la palabra”, y el narrador/plomero de Clara y confusa trata de distinguir una filtración en medio de todo lo que oye. ¿Ve algún paralelo entre un gásfiter y un escritor?

R. Me pareció que había un paralelo, en el sentido de que a la plomería se le pide que sea una ciencia, pero es lo más alejado de la ciencia: es una artesanía, donde hay que estar todo el tiempo inventando soluciones, porque ninguna filtración es igual a la otra. Se requiere pura creatividad.

P. Uno podría equivocarse y decir “clara y concisa” en vez de Clara y confusa.

R. Hay algo muy actual ahí: se está pidiendo cada vez más claridad, más transparencia, pero cada vez entendemos menos. Entonces, pareciera que en la claridad no hay claridad. O, quizá, las explicaciones no llevan a la claridad. El otro día, alguien que me pidió que le firmara el libro me dijo: “Me divertí, me gustó mucho la novela, pero no la entendí”. A mí me parece que eso muestra la crisis que existe hoy día en la lectura. ¿Cómo te puedes divertir con algo que no entiendes? Yo creo que el tipo entendió, pero quiere entender algo que no es lo que entendió. Le pide al entendimiento algo que no existe.

P. A propósito de claridad, alguien que ha ejercido el periodismo quiere que le entiendan, ¿no?

R. Por eso la novela está escrita en contra de la tradición chilena y en contra del periodismo.

P. ¿En qué sentido?

R. En contra de la tradición chilena, porque la tradición chilena más importante es el realismo, y esta es una novela no criollista, no realista social; en contra del periodismo, porque apela a no entender con la cabeza: a que tú creas lo que sientes, no lo que hay que entender. La lectura es lo que tú leíste, nada más.

P. Aunque se ambienta en localidades ficcionales, la novela parece autorizar el juego de buscar referencias chilenas y argentinas, chilenismos y argentinismos. ¿Qué se propuso?

R. Desde Yomurí (2022) estoy construyendo un lenguaje argenchileno, un lenguaje mixto. Es algo que me interesa muchísimo, porque a pesar de que en los dos países hablamos español, en un 80% las palabras son completamente distintas. Y como trabajo con palabras, se me presentaba siempre la disyuntiva: campera o chaqueta, bondi o micro.

P. ¿Plomero o gásfiter?

R. Claro. Voy decidiendo en el momento cuál me gusta más, cuál me despierta más evocaciones, y trato de que tengan una participación de 50 y 50, dijéramos. Y me interesa, porque es como si la cultura argentina se reflejara en la chilena y la chilena, en la argentina. Me parece que soy la mejor embajadora y que el ministerio de Relaciones Exteriores debería darse cuenta.

P. ¿Cuál de los dos ministerios?

R. [Risas] Claro, caigo en mi propio problema. Creo que estoy creando un territorio... Voy por el borde de la cordillera. En toda frontera queda un territorio entre los dos límites que parece no ser de nadie: yo estoy ahí.

P. Da la impresión de que no es muy decisivo o significativo que sus narradores sean masculinos o femeninos.

R. Estoy de acuerdo en que un personaje masculino escrito por una mujer tiene otro tono, otros matices, pero adhiero a la máxima de [la escritora brasileña] Clarice Lispector, que decía que al momento de escribir no era hombre ni mujer. Eso, para mí, es vital. En todo caso, siempre me he corrido de las marcas de género, me he corrido de la marca judía y trato también de correrme de la marca “escritora chilena”.


Más información

Archivado En