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La historia de los hijos de Nabila Rifo, absueltos en Chile por el homicidio de la pareja de su madre, víctima de violencia machista

Dos hermanos, de 18 y 21 años, son liberados por la justicia, que considera que actuaron bajo “un miedo insuperable” para evitar que su madre fuera brutalmente atacada en febrero, tal como ocurrió en 2016

Nabila Rifo
Mujeres se manifiestan en Santiago de Chile.
Ana María Sanhueza

La madrugada del 14 de mayo de 2016, Nabila Rifo fue encontrada inconsciente en la calle, con hipotermia, a tres cuadras de su casa en la ciudad de Coyhaique, en el extremo sur de Chile, tras ser agredida brutalmente. Fue víctima de Mauricio Ortega, quien era su pareja: la atacó y le arrancó los ojos. Es uno de los casos de violencia machista que mayor impacto ha provocado en Chile y el país esperó en vilo la condena a su agresor. Casi ocho años después, el 1 febrero de 2024, los dos hijos mayores de Rifo, entonces de 17 y 20 años, fueron detenidos por el homicidio de la nueva pareja de su madre, Gerardo Bañares, a quien mataron a golpes cuando por la noche intentó entrar a la casa donde vivían con su madre, premunido con una piedra. No era su primera agresión; varias veces antes la había amenazado con un cuchillo. Tras 10 meses detenidos, el pasado miércoles los hermanos fueron absueltos por un tribunal que consideró que ambos actuaron bajo “un miedo insuperable”, y tomaron como contexto el trauma que vivieron desde niños, tras ataque de Ortega a su mamá.

En el fallo que absolvió a los hermanos L.T.F., hoy de 21 años, y J.T.R. de 18, por el homicidio de Bañares, los jueces acogieron en votación unánime la tesis de la Defensoría Penal Pública (DPP). Y señalaron que ambos “estuvieron insertos desde temprana infancia en un ambiente de permanente violencia intrafamiliar y vulneración de derechos, atendidas las relaciones de pareja de la madre (...), presenciando en forma constante actos de maltrato hacia aquella que los afectaban directamente”. Vivencias que, agrega la sentencia, “les generaron un trauma” que “no recibió atención especializada y ha continuado presente en sus vidas”, y que ese trauma “influyó de forma relevante” en el homicidio por el que se los absolvió: “Se encontraron frente a una situación que razonablemente les provocó un miedo de que se volvieran a producir eventos violentos pasados, y ese miedo fue de tal entidad que afectó ostensiblemente su forma de autodeterminarse en ese momento”.

Bañares vivía hacía un año en la casa de Nabila Rifo y sus cuatro hijos. El defensor penal público Mauricio Martínez, quien junto a Francisca Riffo Ayala representaron a los hermanos en el juicio, cuenta que la violencia de Bañares en contra de Rifo escaló con el tiempo. “Todos esos hechos fueron latiendo, hasta que llegó el momento crucial, que fue esta agresión cuando ya lo habían echado de la casa y él intentó volver. Los hermanos decidieron que debían impedir que entrara porque temían que agrediera a su mamá”. Y agrega: “Es en ese momento en que se manifiesta, en toda su magnitud, su estrés postraumático. Hay que ponerse en los zapatos de ellos y en su historia”.

Nabila Rifo
Nabila Rifo, en una imagen de sus redes sociales.

“Un papel parental con su mamá”

Los hermanos tenían 10 años y 13 años cuando Nabila Rifo fue atacada por Mauricio Ortega, quien fue condenado a 18 años de presidio. El mayor de ellos, L.T.F., recordó en mayo, en una entrevista desde la cárcel en Coyhaique con el diario La Tercera, estos dramáticos episodios en su niñez. “Un día estaba viendo películas. Se pusieron [con Ortega] a pelear y no nos dejaban dormir. Yo les decía, ‘oye, váyanse a dormir’. Y ellos no me escuchaban. Me vino un ataque de pánico. Me faltaba el aire. Sentía desesperación. Quería irme de allí, arrancarme, desaparecer”.

Martínez cuenta que tras el ataque a Nabila Rifo, quien quedó ciega, que L.T.F., a sus 13 años, no solo se transformó en el cuidador de su madre, sino que también se hizo cargo de las tareas de la casa y de sus tres hermanos pequeños: “El dejó de lado su adolescencia para cuidarla porque tenía miedo que alguien la volviera agredir. Y se transformó en el adulto de referencia de la familia”. Francisca Riffo Ayala, quien representó a J.T.R., añade: “Después de lo que le ocurrió a su mamá, ambos asumieron un papel parental con ella. Y entre ellos también había un nexo muy cercano: los dos se cuidaban y protegían, pero también protegían a su mamá, pues es la persona más importante de sus vidas”.

Los defensores recalcan que en 2016 los hermanos se vieron expuestos públicamente tras el ataque de Ortega a Nabila Rifo, pues el caso acaparó la atención de Chile. Sin embargo, no fueron mirados también como víctimas. “Los niños, en el contexto de violencia intrafamiliar, también se convierten en víctimas y en este caso, eso se hizo patente”, señalan.

La tesis respecto de que los hermanos actuaron bajo “un miedo insuperable”, contenida en un artículo del Código Penal chileno, fue planteada por los defensores públicos: “El nombre lo encapsula todo: es un miedo insuperable el que te lleva actuar. Y por este miedo es que estos chicos no podían actuar de otra manera, porque lo hicieron bajo la amenaza que afectaba a su mamá”, dice Francisca Riffo.

Durante 2024, con miras al juicio oral, los abogados realizaron su propia investigación: reconstruyeron la historia de los hermanos, pidieron informes y pericias, y descubrieron que, tras la agresión su madre en 2016, “los niños habían tenido casi nula intervención”, y que apenas tuvieron cuatro sesiones de terapia de reparación,que culminaron en 2017. Fue así que centraron la defensa en el “miedo insuperable” y “en el concepto de trauma y de estrés postraumático, pues ellos realmente percibieron la agresión [de Bañares] como de riesgo vital, tanto como para ellos mismos como para su madre”.

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Sobre la firma

Ana María Sanhueza
Es periodista de EL PAÍS en Chile, especializada en justicia y derechos humanos. Ha trabajado en los principales medios locales, entre ellos revista 'Qué Pasa', 'La Tercera' y 'The Clinic', donde fue editora. Es coautora del libro 'Spiniak y los demonios de la Plaza de Armas' y de 'Los archivos del cardenal', 1 y 2.
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