¿Los monstruos andan sueltos?
Uno de los aspectos relevantes del extravío de las izquierdas y de todo tipo de progresismo, es que no ven ni calibran el extravío con sus propios pueblos
Este es el título del pódcast, sin puntos de interrogación, del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) que se inició hace pocos días: un espacio auditivo en el que se escudriña el “fenómeno” (¡porque eso es!) de las nuevas derechas. El ejercicio explicativo y educativo es esencial: mal que mal, hay ciencias (sociales) por detrás, aunque estas ciencias (y las humanidades) estén siendo repudiadas precisamente por el objeto que está siendo estudiado. Vaya ironía.
En el tráiler se escuchan muchas voces: “en este pódcast hallarán las voces de intelectuales, escritores, escritoras, investigadores, investigadoras y activistas. Nuestro foco no estará en los palacios de gobierno, sino en la sociedad que habitamos. En este pódcast encontrarán monstruos. Pero también, destellos en la oscuridad”. El proyecto es precioso y necesario: suena bien, es interesante, emociona, pero… no me convence. Estoy de acuerdo con restar centralidad a la vida palaciega. Lo que me falta, desesperadamente, es la voz de las personas comunes y corrientes.
Esta fatal ausencia es el gran mal de los progresismos y de todo tipo de izquierdas. Mucho se ha escrito y dicho acerca de la sobre-intelectualización del pensamiento de izquierdas, el que es cada vez más sofisticado y orientado a las clases medias educadas. Como era de esperar, alguna fuerza política, en este caso de derecha radical, iba a aprovechar este abandono de los intereses populares: esto se está logrando en clave nativista y de discurso que cautiva a los perdedores del sistema.
Uno de los aspectos relevantes del extravío de las izquierdas y de todo tipo de progresismo, es que no ven ni calibran el extravío con sus propios pueblos: eso que llamamos sutilmente desconexión con la gente. Esa desconexión irrumpe con ocasión de las elecciones, sobre todo cuando se pierden y las derrotas se multiplican: hoy en Estados Unidos, ayer en Argentina, mañana será Francia o Alemania. Lo que las izquierdas y el progresismo no ven es que detrás de una derrota electoral hay muchas otras cosas que un simple recuento de votos: modos de vida, existencias precarias, identidades nacionales cuyos portadores se imaginan amenazados por inmigrantes asociados a la barbarie, trabajadores de todo tipo (especialmente manuales), inseguridades ante infortunios que pueden afectar a todos, especialmente el miedo a la vulneración de la integridad física. Todas estas condiciones vitales están siendo exitosamente representadas por lo que el pódcast de CLACSO llama “monstruos”: dada la naturaleza de los problemas y grupos que están siendo representados por Milei, Trump, Orban y tantos otros gobernantes legítimamente elegidos por sus pueblos, me parece sumamente discutible el término “monstruo” para nombrar a estos gobernantes que ganan en las urnas. No tengo dudas que en Orban y Trump, hay monstruosidades en curso (la primera de ellas, la amenaza de socavamiento de los cimientos sobre los que descansa la democracia liberal y representativa). Hasta me parece posible sostener que Trump es un “fascista” (el episodio del asalto al Capitolio es suficiente): recientemente, ese gran historiador que es Robert Paxton terminó por aceptar ese calificativo a propósito de Trump. Pero, al igual que Paxton, me parece una categoría inútil, políticamente ineficiente: casi un lujo de historiadores, sociólogos y cientistas políticos interesados por clasificar la realidad.
Las nuevas derechas están en un festival, y lo digo literalmente: así lo prueban estas verdaderas internacionales de la derecha radical como Europa Viva 24 de mayo pasado. Así de seguras se sienten, y así de eufóricas están. La Internacional Socialista es una vergüenza: su incapacidad para coordinar sus propias causas es….¿cómo decirlo?... Bochornosa. Cuando hablo de euforia de las nuevas derechas radicales, es porque esta nueva fuerza está festejando las primeras victorias de una “guerra cultural”: Javier Milei lo ha dicho con todas sus letras y sin dejar ningún asomo de dudas. La pregunta es, entonces, qué es lo que pudo haber provocado el inicio de estas hostilidades: no tengo dudas que la respuesta se mueve, por un lado, entre las mutaciones del capitalismo que encuentra en estas nuevas derechas una respuesta a sus propios desafíos, y por el otro en el abandono por parte de la socialdemocracia de las clases populares y de la vida precaria (una fuerza incapaz de imaginar el crecimiento económico y de volver al debate redistribución/reconocimiento que enfrentó hace más de 15 años a Nancy Fraser con Axel Honneth). En cuanto a las nuevas izquierdas populistas, su proyecto no va mucho más allá de la identity politics y, en sus versiones más radicales y minoritarias, del mundo woke que solo le hace sentido a las clases medias más educadas. Cuando uno lee y escucha de boca de quien es el jefe de bancada de los diputados del Frente Amplio chileno, Jaime Sáez, que esa fuerza es la única en ofrecer un proyecto político en forma y que además es claro, el lector relativamente informado solo puede sonreír.
Para comenzar a entender este festival de nuevas derechas, es imprescindible comprender el rol articulador que está jugando Santiago Abascal: poca gente de izquierda y progresista se interesa en él porque lo desprecia. Un error más. Hace pocos días, Santiago Abascal se transformó en una pieza articuladora de varias de estas nuevas derechas. ¿Alguien entiende desde el progresismo y las nuevas derechas lo que está pasando?
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