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BIODIVERSIDAD
Tribuna
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La desgracia de las playas chilenas

Vehículos de todo tipo transitan libre e impunemente en playas desde Arica a Punta Arenas. Es como si el Estado de derecho no existiera en la arena

Un padre y su hija caminan por la playa de Las Ventanas, en la región de Valparaíso, durante una alerta sanitaria en junio de 2023.
Un padre y su hija caminan por la playa de Las Ventanas, en la región de Valparaíso, durante una alerta sanitaria en junio de 2023.Cristian Soto Quiroz

Semanas atrás nuestro país ha sido testigo del intencional atropello vehicular de aves registrado en la playa de Ritoque, que causó profunda indignación e impacto en la opinión pública. Luego de ser identificado y detenido el responsable, la Fiscalía formalizó por maltrato animal agravado, conducción con placa patente de otro vehículo y conducción con licencia suspendida. Quedó con arresto domiciliario total y se fijó un plazo de 120 días para la investigación.

Pero lo más lamentable de este hecho es que no se trata de un caso aislado, ya que las playas chilenas se han convertido en una verdadera desgracia, donde vehículos de todo tipo transitan libre e impunemente desde Arica a Punta Arenas, arrasando con todo a su paso, a vista y paciencia de las autoridades y de la sociedad.

Esta nefasta e inaceptable práctica representa un alto riesgo para la seguridad de las personas —particularmente niños— que disfrutan de las playas y deja una severa huella de destrucción en nuestro patrimonio natural. Se trata de una conducta que ha traspasado todos los límites aceptables desde el punto de vista de nuestra convivencia social, así como desde lo legal. Es como si el Estado de derecho no existiera en la arena. Hemos llegado, incluso, al punto de que es habitual ver spots publicitarios de reconocidas marcas de camionetas que invitan abiertamente a transitar por nuestras playas para probar la gran performance de sus máquinas u observar cómo operadores turísticos promocionan jeepeo de aventura en campos dunarios de la costa central de Chile.

Desde la ciencia, están ampliamente documentados los negativos efectos que causa el tránsito de vehículos en playas, dunas y zonas húmedas. Destrucción y fragmentación de hábitat, erosión severa, compactación del suelo, pérdida de provisión de servicios ecosistémicos, daños en vegetación y sitios de nidificación de avifauna, son algunos de los impactos. En el caso del cruel atropello de aves ocurrido en Ritoque, murieron individuos de playero blanco (Calidris alba), especie que se reproduce en el alto Ártico y que llega a las playas de Chile para pasar el invierno boreal, descansar y alimentarse después de una larga migración desde Norteamérica.

Un jeep recorre los campos dunarios en la costa central de Chile.
Un jeep recorre los campos dunarios en la costa central de Chile.Diego Luna

Además del Playero blanco, vehículos transitando en playas y dunas impactan drásticamente ciclos de vida de especies con problemas de conservación como el Pilpilén común (Haematopus palliatus) y el Chorlo nevado (Anarhynchus nivosus) que ven afectada de manera significativa su reproducción. Sus nidos y huevos son aplastados y los pichones que logran nacer, mueren sistemáticamente bajo las ruedas de quienes ‘disfrutan’ transitando con sus vehículos en zonas costeras. En el caso del Pilpilén común, monitoreos realizados en playas entre Quintero y Mantagua, muestran éxito reproductivo igual a cero. Además de la destrucción directa de nidos, huevos y pichones, la presencia de vehículos motorizados afecta el descanso y la alimentación de diversas especies de aves playeras, impactando negativamente en su capacidad de obtener el alimento (combustible) necesario para emprender sus migraciones, poniendo así en jaque su sobrevivencia.

Las aves playeras están declinando y este tipo de acciones pueden en el corto plazo empujar a algunas especies a su extinción. Se trata de un efecto irreversible, de consecuencias devastadoras.

El afán de algunos de ‘recrearse’ en un 4x4, una moto o triciclo de arena, está significando la destrucción de nuestro patrimonio natural, en medio de la severa crisis de biodiversidad que atravesamos. Está claro que las personas que incurren día a día en esta infame práctica, las autoridades y la sociedad en su conjunto, no está siendo capaces de dimensionar el grave daño que está ocurriendo.

A pesar de que el tránsito de vehículos en playas se encuentra prohibido a través de la Orden Ministerial Nº2 del ministerio de Defensa Nacional, nadie se hace cargo. Ni siquiera la autoridad marítima cuenta con un número único para denuncias. No existen las condiciones, ni las capacidades, ni los recursos mínimos para fiscalizar.

Se requiere una respuesta político-institucional urgente. Es necesario que la comisión de Medio Ambiente, Cambio Climático y Bienes Nacionales del Senado de Chile avance rápidamente en lo que queda de la tramitación del proyecto de ley que prohíbe el ingreso y tránsito de vehículos motorizados en playas, humedales y dunas costeras en todo el territorio continental e insular. Este proyecto, que hemos venido impulsando desde el mundo de la conservación, permite aumentar alcance de fiscalización, incluyendo además de la autoridad marítima, a Carabineros y municipalidades. Las infracciones serán sancionadas con multas de cinco UTM y, en caso de reincidencia, se aplicará el doble de la multa establecida, procediéndose a la suspensión de la licencia de conducir por un período de seis meses a dos años e inhabilidad para obtenerla hasta por el mismo período.

Más allá de las sanciones que impondrá prontamente la nueva ley, transitar con vehículos en playas, dunas y humedales es una conducta altamente destructiva y repudiable. Debemos hacer todos los esfuerzos posibles que estén a nuestro alcance para erradicar esta brutal práctica.

Reconfigurar nuestra relación con la naturaleza implica una nueva ética de cuidar y cuidarnos. Tomemos conciencia y acción sobre el drama que está ocurriendo en las playas chilenas, antes de que sea tarde.


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