Ricardo Solari: “El Partido Republicano tiene el muro infranqueable de las mujeres que ya lo perciben como una fuerza machista”
El socialista fue el jefe de la campaña del ‘en contra’ de la nueva Constitución, que triunfó en el plebiscito del domingo por 55,7% a 44,2%
Histórico militante socialista, Ricardo Solari (69 años, Santiago) fue uno de los dos coordinadores de la campaña en contra, junto a Camila Miranda, en el plebiscito del domingo pasado donde la ciudadanía rechazó la nueva propuesta de Constitución. Fue la opción que triunfó con un 55,7%, contra un 44,2% que obtuvo la alternativa que defendían las derechas. Solari ha sido una de las figuras importantes de la transición (lideró Trabaj...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
Histórico militante socialista, Ricardo Solari (69 años, Santiago) fue uno de los dos coordinadores de la campaña en contra, junto a Camila Miranda, en el plebiscito del domingo pasado donde la ciudadanía rechazó la nueva propuesta de Constitución. Fue la opción que triunfó con un 55,7%, contra un 44,2% que obtuvo la alternativa que defendían las derechas. Solari ha sido una de las figuras importantes de la transición (lideró Trabajo en la Administración de Ricardo Lagos), fue del círculo de confianza de Michelle Bachelet en su llegada a La Moneda y, desde el Partido Socialista, uno de los dirigentes importantes de la izquierda chilena de las últimas décadas. En esta entrevista con EL PAÍS, que se realiza este jueves en su casa de Providencia, analiza por primera vez la campaña del último plebiscito, los resultados y la política chilena post referéndum.
Solari relata que aterrizó en la campaña luego de un año en que, desde el Instituto Igualdad, centro de pensamiento que dirige, trabajaron en dos dimensiones: el apoyo a expertos y consejeros constitucionales del sector y empujando una investigación sobre el estado de la sociedad chilena.
P. ¿Y cómo está la sociedad?
R. Sabíamos que la sociedad chilena miraba con profundo recelo el proceso constitucional, el funcionamiento de las élites y tenía una fuerte molestia con el estado de situación actual del país (inseguridad, incertezas económicas, etcétera). Por lo tanto, la combinación de la apreciación sobre el proceso constitucional más este diagnóstico social, nos condujo rápidamente a sostener, sin la necesidad de ser muy iluminados, que el en contra tenía una posibilidad altísima de ganar.
P. ¿Por qué ganó?
R. Si se mira la evolución del proceso constitucional durante el año, es evidente que hubo un solo momento en el que los chilenos lo apoyaron: en los días posteriores a que se presentó el proyecto de los expertos [30 de mayo] y se transmitió a la opinión pública como un texto de acuerdo amplio, de republicanos a comunistas. Pero a partir de ahí, el proceso fue generando un creciente rechazo, porque fue considerado divisivo, partisano.
P. ¿Cree que la campaña y la franja televisiva influyó en el resultado, dado el desinterés?
R. En esta campaña el desinterés fue un aspecto totalmente decisivo. La idea de las campañas es que muevan la aguja y la nuestra, más bien, tenía un propósito de mucha contención. Mantener la tendencia favorable y volver una y otra vez a que el plebiscito trataba de un texto.
P. Usted tomó tarde la campaña.
R. Eso fue muy singular. Los partidos del oficialismo y otros, como la DC, retrasaron lo más posible su decisión por el voto en contra con el objeto de hacer lo más corta posible la campaña real, no la legal. Y esa decisión fue muy inteligente. Desde ese punto de vista de reducir el tiempo efectivo de campaña fue muy útil, pero desde el punto de vista del trabajo para montar una campaña, fue duro. Tomamos la dirección solo dos semanas antes de que se iniciara el plazo legal y tres semanas antes de que tuviéramos una franja en el aire.
P. ¿Por qué se decidió reducir el tiempo efectivo de campaña? ¿Para no asociar el en contra al oficialismo, como buscaba la derecha?
R. Un asunto clave que postergó el inicio de campaña fue la eterna promesa de llegar a un acuerdo. Ese era el camino que todos preferían, pero a pesar de sus ventajas nunca llegó. Los republicanos pidieron primero excluir al PC y al Frente Amplio y, luego, fueron intransigentes en los temas clave.
P. En la campaña del en contra, ¿buscaron esconder a los partidos?
R. Teníamos el diagnóstico de la gran desconfianza sobre las instituciones, que incluye Parlamento y partidos, y te preguntas, ¿cómo vamos a hacer una campaña que se haga cargo de interpretar la molestia ciudadana con el funcionamiento de las instituciones, que incluye este proceso constituyentes? Y eso implicó varias cosas: que el en contra iba a ser una representación de esta idea ciudadana; que la bandera sería la chilena –la recuperamos–; que el en contra no era partidista, sino general; que reparaba el error del 2022; que era un en contra amplio, no solo del oficialismo y la DC, sino que no tenía bordes. En definitiva, el en contra intentó representar las críticas al proceso y al funcionamiento de élite y, dos, de un país que está cansado y que requiere urgente respuestas a sus incertidumbres.
P. Sin rostros políticos.
R. Sin rostros políticos. Y tomamos una decisión clave: esta no es una lucha entre izquierdas y derechas, ni entre ricos y pobres, sino un debate sobre un texto constitucional que tenía tres características: es un texto que nos divide, te perjudica y no cierra, porque son 80 leyes, no sé cuántas instituciones y en el Parlamento iban a seguir peleándose unos con otros. Tus soluciones, en definitiva, van a seguir siendo postergadas. Esa fue la estructura de la estrategia. Y no nos movimos de ahí nunca. Por otro lado, le dimos bastante tiempo a los del frente para que se equivocaran.
P. ¿Y se equivocaron?
R. Mucho. No tuvieron continuidad táctica. Ellos optaron por plebiscitar al Gobierno, fue su tesis básica. Trataron de decir, si Boric vota en contra, usted vota a favor y, con ello, subestimaron terriblemente el estado de ánimo del pueblo chileno. Y además, hay dos errores tácticos de la cortísima campaña. Primero el “que se jodan”, porque el joder al otro no está en el sentimiento de nadie. Y otro error inmenso fue lo de Bachelet.
P. ¿En qué sentido?
R. Cuando decidimos no llevar a Bachelet en la franja fue por dos asuntos: la franja es un espacio muy contaminado y, además, queríamos que diera un mensaje nítido sin bordes, que no estuviera encapsulado en la franja, para que la gente lo viera. Hicimos millones de reproducciones en redes sociales y cada vez que nos atacaban iba la gente sobre el mensaje de Bachelet. Y si bien podías no estar de acuerdo con lo que decía la presidenta, sí establecía la sospecha sobre el texto. Y la campaña del a favor estuvo una semana hablando de Bachelet. La hicieron crecer más de lo grande que es.
P. ¿Reconoce errores en el mensaje que transmitió Bachelet?
R. No. Yo podría defender todo lo que dijo y todo lo que se dijo en el campo oficial de la campaña.
P. ¿No hubo fake en la campaña?
R. No hubo fake. Que me muestren una fake.
P. ¿Hubo voto contra el Gobierno en el en contra?
R. Un porcentaje alto de los que votaron en contra no aprueba el Gobierno, pero no tengo comprobación de que hayan votado en contra para castigar al Gobierno. En Providencia, otra vocera de la campaña del a favor, la alcaldesa Evelyn Matthei, le ganamos. ¿Y los electores de Providencia son poco informados? No me parece. En los fundamentos del voto en contra, claro, hay algún componente ideológico y político: el apoyo al Gobierno es de un 30%. Pero es una base electoral muy distante del 56% que sacamos. Hay que interpretar bien los datos, como que hubo una caída de la base electoral del Partido Republicano muy evidente respecto de mayo, lo que se notará el próximo año en el ciclo que se inicia.
P. ¿Le vino bien a la campaña que el Gobierno haya sido prescindente?
R. Eso fue totalmente clave. La prescindencia del Gobierno no solo era buena desde el punto de vista del en contra, sino buena para el país. Ya suficientemente dividida y polarizada está la élite. Al ambiente general no ayudaba que el Gobierno fuera partidario. Si lo hubiera sido habría contribuido a la tesis opositora de que se trataba de un plebiscito al Gobierno.
P. Es de los que piensa que tras el respiro que representó el plebiscito para el Gobierno, ¿La Moneda debe mantener el statu quo o más bien sería aconsejable algún tipo de cambio de rumbo en la estrategia?
R. Creo que hay que reorganizar prioridades y poner un énfasis muy fuerte en la gestión. Muy fuerte. No te pueden pasar los SLEP en Atacama. A un Gobierno que yo apoyo, tengo simpatía, respaldo, no le pueden pasar esas cosas.
P. ¿Qué implica la reorganización de prioridades? Según el discurso del presidente el domingo, las prioridades son las mismas.
R. En esos temas y en otros, afinar las prioridades significa definir cuáles son los ámbitos de posibilidad de aquellas cosas que están propuestas como titular. Pero más que los titulares, me interesa el desarrollo de estos temas. Ver cómo esto ocurre. ¿Cómo lo haces para concluir el Gobierno habiendo avanzado en todos estos ámbitos? Es un tema de reflexión, de precisión del diagnóstico, de conversaciones mirando los detalles. A mí los titulares, ya, me parece que no son movilizadores de energías públicas. Considero muy importante que, además de las prioridades sociales, este Gobierno deje como legado una reforma al sistema político.
P. ¿Le parece necesario el cambio de equipos?
R. No lo creo esencial. Los cambios de Gabinete tienen efectos muy de corto plazo.
P. ¿Cuán sostenible le parece que el ministro Montes, compañero de partido suyo, se mantenga en el cargo?
R. Bueno, mientras lo respalde el presidente, por el tiempo que dure ese respaldo, me parece bien que se mantenga.
P. ¿Y Miguel Crispi, jefe de asesores del presidente, también salpicado por el caso Convenios?
R. Es el presidente el que tiene que evaluar a sus colaboradores.
P. ¿Cómo ve al Partido Republicano?
R. En el Partido Republicano predominó la idea de hacer una polarización. ¿Por qué? Por un asunto muy simple: con la polarización ellos ganan dentro de su propio espacio, que es el primer paso de los triunfos de ultraderechas en el mundo. Ellos ya dieron un sorpasso en la derecha y querían consolidarlo. Y aunque hayan perdido votación, el propósito de instalarse como la fuerza hegemónica de la actual oposición está súper conseguido. Para volver a ser competitivo en una elección presidencial de verdad, el Partido Republicano tiene que hacer muchos cambios, porque tiene el muro infranqueable de las mujeres que ya lo percibe como una fuerza política machista.
P. Los republicanos, entonces, tienen un problema con las mujeres.
R. Y reiteran en su problema con las mujeres. Porque queda claro que cada vez que pueden, van a sus temas conservadores, a su visión religiosa que quieren imponerle al resto. Sin olvidar que, en su oportunidad, José Antonio Kast quiso terminar con el ministerio de la Mujer. Eso lo va a perseguir y nosotros lo vamos a recordar, porque no fue hace mucho tiempo. Además, ellos tienen su votación más bien en hombres y en Chile hay más mujeres que hombres y votan más mujeres que hombres. Y por eso el episodio Bachelet nos jugó tan a favor. Ese episodio fue influyente: puso el tema de la mujer en el corazón del electorado.
P. ¿El Partido Republicano no ha quedado disminuido frente a la derecha tradicional tras el plebiscito?
R. Yo creo que no. Hasta la propia manera de encarar las horas siguientes a la derrota demuestra que Chile Vamos no está en condiciones de disputar una hegemonía y lo lamento. El Partido Republicano impuso los términos de la campaña y ese resultado, aunque perdieron, finalmente solo puede ser atribuido a ellos.
P. ¿Qué representa para un hombre de izquierda, como usted, liderar una campaña que defiende la Constitución vigente nacida en la dictadura de Pinochet?
R. Yo fui ministro de Lagos y los cambios que allí se hicieron eran muy profundos y tenían que ver con la dimensión autoritaria presente en el texto. Sé que la Constitución ha tenido una evolución, esas reformas de 2005 fueron muy importantes, aunque hay temas que revisaría. Pero son modernizaciones que van a poder ocurrir muy fácilmente, porque los quórum son más bajos. Ahora bien: soy muy contrario en que nos metamos a hacer nuevos debates constitucionales. Hoy no es necesario.