Milei y la derecha chilena
Como en general es menos osada y creativa, la derecha chilena esperó que la fórmula de Argentina diera resultado para ver si la copiaba. Ahora está cruzando la línea subiendo el tono en la campaña con el #QueSeJodan
Los seguidores de Javier Milei en Chile van en aumento. Comenzaron principalmente en los círculos de la Fundación Para el Progreso, con el clan de los Kaiser y otros grupos adeptos a las ideas neoliberales y a las teorías conspiracionistas, quienes lo recibieron extasiados como un rockstar, gritando su eslogan ¡viva la libertad carajo! cuando aún no pasaba ni la primeria presidencial. Esos son sus fieles a muerte y el mejor reflejo de la decadencia intelectual de la derecha radical chilena, que ignora toda evidencia de los cambios del mundo contemporáneo, sus ideas son radicalmente añejas.
Pero hay más. José Antonio Kast, el piadoso cristiano cuidadoso de sus formas (lo que se agradece) también le ha manifestado su apoyo a Milei igual que a Bolsonaro, Trump, Marine Le Pen, todos esos que son tan poco parecidos a la derecha chilena, al menos hasta ahora. Tal vez en el fondo ni piense tanto como ellos, pero le da igual con tal de pertenecer al grupo de la derecha radical ascendente. Sin embargo, Kast no es un outsider como sus hermanos políticos mayores. Él es parte de la casta, como dice el propio Milei, símbolo de los privilegios sin mérito de la alta burguesía chilena y que además profita de los puestos en el Congreso.
Ahora Rojo Edwards renuncia al Partido Republicano y quiere ser el nuevo libertario, pero con nulo carisma, estilo propio y apoyo popular, una triste humorada. Por su parte, los adherentes de Milei en la derecha más tradicional son un poco más tímidos y reacios a aparecer abiertamente partidarios de alguien con un estilo poco convencional, que usa un lenguaje soez y con ideas poco aplicables en Chile. Su forma de ganar adeptos, sin embargo, ahora que ven cuesta arriba el 17 de diciembre, les seduce.
Copiar las ideas de Milei en Chile es absurdo, dolarizar o terminar con el Banco Central son medidas ridículas aquí. Reducir el Estado a su mínima expresión puede ser el sueño de muchos neoliberales afiebrados, pero hoy tampoco favorecería a los sectores empresariales en un mundo donde la amenaza climática y sanitaria requiere una presencia mayor del Estado y donde la economía avanza cada vez más hacia la cooperación público-privada. Sus medidas aquí no tienen ningún sentido y buena parte de la derecha lo sabe. Pero lo que sí pueden copiar con algún grado de éxito relativo es su estilo tóxico y agresivo, porque la violencia en política siempre puede movilizar en contextos donde las expectativas de la población van a la baja.
Era esperable que el triunfo de Milei en Argentina alentara a la derecha chilena a acercarse a su modelo. Como en general son menos osados y creativos, esperaron que la fórmula diera resultado para ver si la copiaban. Ahora están cruzando la línea subiendo el tono en la campaña con el #QueSeJodan, para probar de manera casi desesperada si logran revertir lo que a todas luces parece una estrepitosa derrota de su propuesta constitucional. Están jugando con fuego, los demonios que se despiertan con tales invocaciones luego son difíciles de devolver al averno y se pueden volver en contra de quienes los invocaron y lo peor, atrapan a toda la política en una espiral de violencia, que parte en mensajes tóxicos y puede pasar luego a ataques de odio muy lamentables.
Solo queda un llamado de alerta a no polarizar ni radicalizar las cosas más de la cuenta (valga también para los del En contra). Aquí no nos jugamos la vida de la República. Seamos sensatos y no sigamos el ejemplo de Argentina que solo da tristeza al ver que les vienen tiempos más duros de los que ya han tenido.
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