Milei pronostica dos años de sacrificio antes de reactivar la economía argentina
El presidente electo de Argentina anticipa que bajar la inflación requerirá “entre 18 y 24 meses”
Mauricio Macri llegó al poder en 2015 aupado en una marea de optimismo. El entonces presidente de Argentina aseguraba en ese momento que bajar la inflación era fácil y prometía una lluvia de dólares, la eliminación de las restricciones cambiarias y un país con pobreza cero. Cuando chocó con una realidad mucho más dura de la que imaginaba culpó a la herencia recibida tras 12 años de kirchnerismo. Había cumplido ya más de la mitad de su mandato y muchos dudaron de lo que decía: en 2019 perdió las elecciones en primera vuelta frente al peronista Alberto Fernández. El ultra Javier Milei ha optado por la estrategia inversa: advierte de que Argentina es tierra arrasada, que este país campeón mundial en crisis económicas está al borde de caer en una peor que todas las anteriores y que la única forma de evitarlo es un ajuste doloroso.
“No hay plata”, resume Milei, el primer economista que llega a la Presidencia en Argentina. Su gran enemigo es el déficit fiscal crónico y lo combatirá dejando de emitir moneda y con un gran recorte de gastos. Eso significa privatizar empresas públicas, reducir los subsidios estatales al transporte público, al gas, al agua y a la electricidad, paralizar obras y reformar los servicios de salud y educación, entre otras medidas.
“Va a haber una estanflación, porque cuando hagas el reordenamiento fiscal eso va a impactar negativamente en la actividad económica”, advirtió esta semana el presidente electo. Ese término técnico es una contracción de las palabras estancamiento económico e inflación elevada. Se trata de un fenómeno poco habitual, ya que es mucho más común que durante una crisis económica los ingresos caigan y eso lleve a una reducción de gastos de los hogares, al freno del consumo y a una caída generalizada de precios. Sin embargo, Milei argumenta que la inflación responde a las decisiones de política monetaria tomadas en los dos últimos años y en ese período la emisión monetaria en Argentina fue récord en lo que va de siglo. Bajarla, dice, requerirá “entre 18 y 24 meses”.
Para otros economistas, en cambio, la relación no es tan directa y subrayan que la inflación es un fenómeno multicausal y que tiene gran inercia. Coinciden, eso sí, en que reducirla lleva tiempo. Una de las peculiaridades de Argentina es que las sucesivas crisis económicas han grabado en la memoria colectiva que sólo se puede ahorrar en dólares, nunca en pesos, y las cuentas mentales en ambas monedas son un ejercicio diario para la mayoría. Por ese motivo, los grandes saltos de precios están muy atados a variaciones bruscas en el tipo de cambio. Si el peso se devalúa frente al dólar, las empresas buscan protegerse y aumentan sus precios de forma automática, incluso aunque los productos que venden sean de fabricación nacional y no importados.
Con el objetivo de ir hacia la unificación cambiaria y poner fin a la decena de cotizaciones que hoy coexisten en Argentina, Milei levantará las restricciones que tienen el tipo de cambio oficial clavado en un valor ficticio inferior a los 400 pesos por dólar, menos de la mitad del precio de mercado. La devaluación que se avecina, sumada a la retirada de subsidios en los servicios básicos, augura un cimbronazo inflacionario que se sentirá con fuerza los bolsillos.
Ajuste sin anestesia o gradual
Milei ganó las elecciones el 19 de noviembre contra el peronista Sergio Massa con el 56% de los votos. Los argentinos aguardan ahora al 10 de diciembre, cuando tome posesión, para conocer el paquete de medidas con el que arrancará su mandato. Hasta entonces reina la incertidumbre sobre si el ajuste que se avecina será de golpe y sin anestesia o gradual. Los constantes cambios de mensaje del líder de La Libertad Avanza hacen que sea difícil de prever y alimentan especulaciones infinitas.
“Se viene otra híper(inflación). Si pudiese me iba del país para no verla”, lamenta un jubilado en la mesa de un café de Villa Crespo. “Íbamos a la hiper si seguíamos igual, sin hacer nada distinto”, responde su vecino de mesa, transportista. “Milei nos va a hundir”, contraataca el primero. Representan las dos Argentinas: una aguarda el cambio con miedo; otra, mayoritaria, con esperanza.
En agosto, entrevistado por EL PAÍS, el entonces candidato aseguró que “es re contra fácil dolarizar Argentina”. Proponía reemplazar la moneda nacional por la divisa estadounidense, sin dar demasiados detalles de cómo lo haría. A una semana de asumir como presidente ya no lo ve igual e incluso parece que el plan de dolarización permanecerá guardado en un cajón al menos hasta que las cuentas públicas se hayan equilibrado. De lograrlo, la adopción de otra moneda quizás ya no es necesaria.
Una de las últimas pistas que ha dado Milei es que la clase media tendrá que sortear por su cuenta el próximo temporal. La ayuda estatal será escasa y se limitará a los más vulnerables. “La única billetera que va a estar abierta es la de Capital Humano para dar contención [apoyo] a los caídos”, advirtió esta semana. Dentro del megaministerio de Capital Humano estará la secretaría de Desarrollo Social de la que dependen los planes sociales. Alberto Fernández deja un país con más del 40% de pobres —56% de los menores de 15 años— y la terapia de shock que prepara el economista ultraliberal para equilibrar las cuentas públicas aumentará la cifra en el corto plazo.
A diferencia de Macri en 2015, el recién llegado tiene claro que es importante arrancar con la imagen más negativa posible de la herencia que reciben. “El nivel de devastación es astronómico”, escribió en X esta semana su portavoz, Manuel Adorni. Milei se verá obligado a negociar con otras fuerzas políticas en el Congreso cualquier proyecto que quiera sacar adelante pero debe lidiar además con la escasa paciencia de los argentinos tras siete años de pérdida de poder adquisitivo.
La calle será un termómetro del estado de ánimo y es probable que las grandes reformas que prepara sean enfrentadas con protestas sociales. Milei se prepara para responder con mano dura, como demuestra la elección de Patricia Bullrich como ministra de Seguridad. “Argentina necesita orden”, fue la primera advertencia de Bullrich al ser designada al frente de la cartera que ya ocupó bajo las órdenes de Mauricio Macri entre 2015 y 2019. La futura ministra cree que tendrá más respaldo político que ocho años atrás para actuar con firmeza si se produce un estallido social.
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