Opinión

Una semana de infarto

La coincidencia de la votación de los presupuestos y el inicio del juicio a los independentistes pone en riesgo la mayoría parlamentaria española

Reunión de la mesa de diálogo.m. minocri

La mayoría parlamentaria que llevó a Pedro Sánchez al gobierno de España en sustitución de Mariano Rajoy vive una semana de infarto. Está en juego uno de los factores principales de toda acción de gobierno, la aprobación de sus presupuestos anuales. A una semana de la primera votación sobre ellos, los partidos independentistas catalanes están llenos de dudas y divididos sobre si deben tumbar el proyecto de presupuestos o, al apoyarlo, le dan por lo menos un año más de vida al gobierno del PSOE.

El permanente desasosiego en el que viven los independentistas se ha agudizado esta semana co...

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La mayoría parlamentaria que llevó a Pedro Sánchez al gobierno de España en sustitución de Mariano Rajoy vive una semana de infarto. Está en juego uno de los factores principales de toda acción de gobierno, la aprobación de sus presupuestos anuales. A una semana de la primera votación sobre ellos, los partidos independentistas catalanes están llenos de dudas y divididos sobre si deben tumbar el proyecto de presupuestos o, al apoyarlo, le dan por lo menos un año más de vida al gobierno del PSOE.

El permanente desasosiego en el que viven los independentistas se ha agudizado esta semana con el traslado a Madrid de los dirigentes de ERC y PDeCat que van a ser juzgados por el Tribunal Supremo a partir del día 12. Una suerte de hado trágico ha hecho coincidir las primeras sesiones del macrojuicio, que puede durar tres meses, o más, con la votación en el Congreso de los Diputados en la que los diputados independentistas deben decidir si le cortan el oxígeno al Gobierno del PSOE.

La situación es verdaderamente chocante. Uno de los presos, el secretario general de Esquerra, Oriol Junqueras, debe decidir desde la cárcel, mientras espera si los magistrados del Supremo le atribuyen o no unos delitos por los que le pueden caer 25 años de prisión, si su partido aprueba o no los presupuestos del Gobierno de España. El caso del PDeCat es solo matizadamente distinto, pues su cúpula ha sido descabezada varias veces en los últimos años y el principal dirigente de este partido acusado por los mismos hechos que Junqueras, Carles Puigdemont, se ha escapado de las manos del Supremo. No está en la cárcel, sino refugiado en Bruselas. Eso supone que, en caso de sentencia condenatoria para los demás independentistas acusados, el futuro de Puigdemont es un largo exilio.

También está en juego que la Generalitat tenga sus presupuestos, que en buena medida dependen de los fondos atribuidos en los del Estado

De rebote, está también en juego que la Generalitat tenga sus presupuestos, que en buena medida dependen de los fondos que se le atribuyan en los del Estado. Dirigentes socialistas e independentistas buscaban ayer fórmulas para alejar las votaciones presupuestarias del clima de exaltación política producido por la inmediatez del juicio a los independentistas. Estos intentos tropiezan con el interés de los sectores del propio independentismo partidarios de incluir al PSOE en la lista de los enemigos de Cataluña a los que no dar ni agua. Los partidarios del cuanto peor mejor especulan con la posibilidad de una caída del Gobierno de Sánchez y su sustitución mediante unas elecciones anticipadas, por otro formado sobre una mayoría parlamentaria de PP, Ciudadanos y Vox como la que gobierna ya en Andalucía. Estos sectores soberanistas creen que un gobierno de España condicionado por la ultraderecha del nacionalismo españolista sería un revulsivo que podría deshacer a su favor el empate entre autonomistas e independentistas en Cataluña.

Estos cálculos son la nueva versión del cuento de la lechera que llevó a los independentistas a la permanente fuga hacia adelante a partir de 2012. Pero, ahora como entonces, tienen una parte de verosimilitud que procede del no menos permanente vocerío de los partidarios de no dar ni agua a los catalanes, tal como no dejan de proclamar día sí día también desde hace años el PP, Ciudadanos y, ahora Vox. Los partidarios del "a por ellos" que insisten en configurar al independentismo catalán como el enemigo interior de España al que hay que aplastar.

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Este es el caldo en el que se cuece el proyecto de presupuestos del Estado para 2019. Una situación endemoniada dominada estos días, sobre todo en Cataluña, pero no solo en ella, por renovados factores emocionales derivados de las incidencias judiciales. El presidente Sánchez advirtió hace unas semanas que pretendía agotar la legislatura aunque no pudiera conseguir la aprobación de los presupuestos de 2019, pero esta afirmación procede de un voluntarismo poco justificado. Prorrogando los presupuestos en su día elaborados por el Gobierno del PP, un gobierno del PSOE con 84 diputados en el Congreso se vería abocado a convocar elecciones. La perspectiva de un adelanto electoral en las presentes condiciones políticas es, paradójicamente, el factor que puede inducir a los grupos parlamentarios de ERC y PDeCaT a prestar al Sánchez el apoyo que necesita ahora. El argumento es hoy, como lo fue en el momento de la moción de censura, que no hay a la vista en España ninguna opción mejor para el catalanismo en su conjunto que una mayoría parlamentaria formada por el PSOE, Podemos, y los partidos valencianos, vascos, gallegos y catalanes. Todo lo demás es peor.

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