Opinión

Manteros: la interminable guerra del “todo vale”

"La estrategia de relacionar a las personas extranjeras con la delincuencia es una línea roja hasta ahora no traspasada en un país en el que ya tuvimos bastantes décadas de odio", asegura el autor

Un inmigrante mantero dispone la mercancía en la Gran Vía de Madrid.Jaime Villanueva

¿Qué ha ocurrido en este país en los últimos meses para que Albert Rivera haya pasado de ver tan solo españoles a hablar únicamente de manteros? ¿En qué ciudades vivían, ajenos a su fotografía cotidiana, los responsables políticos que hasta estos días estivales no han caído en la presencia de los vendedores ambulantes?

Las leyes están para cumplirse. Solo faltaría. Sin embargo, no deja de llamar la atención el momento elegido por determinados partidos para poner el foco mediático sobre una cuestión que lleva existiendo más de una déca...

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¿Qué ha ocurrido en este país en los últimos meses para que Albert Rivera haya pasado de ver tan solo españoles a hablar únicamente de manteros? ¿En qué ciudades vivían, ajenos a su fotografía cotidiana, los responsables políticos que hasta estos días estivales no han caído en la presencia de los vendedores ambulantes?

Las leyes están para cumplirse. Solo faltaría. Sin embargo, no deja de llamar la atención el momento elegido por determinados partidos para poner el foco mediático sobre una cuestión que lleva existiendo más de una década en ciudades de muy distinto signo político. Y es que, en política, pocas cosas son casuales. Los manteros han pasado a convertirse, muy a su pesar, en un arma que utilizar en una nueva batalla de la interminable guerra del "todo vale". Urgía contrarrestar la dignidad gubernamental demostrada en el caso del Aquarius con cualquier elemento al alcance de la mano, por miserable y rastrero que este pudiera llegar a ser.

Poco importan las consecuencias que para este colectivo puede tener su utilización despiadada. Los mismos que ahora acusan a los manteros de arruinar a los comerciantes son aquellos que aplaudieron y liberalizaron los horarios comerciales, en su apuesta velada por las grandes superficies. Orden y seguridad, propugnan quienes han vivido años de unas encuestas que han dejado de serles tan favorables. Y esta estrategia de relacionar a las personas extranjeras con la delincuencia es una línea roja hasta ahora no traspasada en un país en el que ya tuvimos bastantes décadas de odio.

Una de las lecciones que nos ha demostrado el siglo XX es que nunca más deberíamos juzgar a ningún colectivo como tal, por distantes que podamos considerarnos del mismo. Son mis acciones las que me definen a mí, pero no por ello al que comparte mi raza, mis creencias o mi religión. Criminalizar de esta manera a los manteros por incumplir determinadas ordenanzas municipales cuando únicamente les mueve el afán de supervivencia es tan injusto como desorbitado. No dejan de ser el eslabón más débil de un sistema insolidario a nivel mundial, desde sus países de origen hasta esta España amnésica, en la que muchos olvidan cómo nuestros padres y abuelos tuvieron que cruzar las fronteras para buscar una oportunidad que aquí les era esquiva. No caigamos en el error de pensar que ellos eran mejores ni les movían más loables propósitos.

La ciudad de Madrid no podía seguir siendo ajena a esta realidad de exclusión social. Por ello, en octubre de 2016, el Grupo Municipal Socialista propuso en el Pleno de Cibeles la creación de la Tarjeta de Vecindad, implementada este verano por el Ayuntamiento y que pretende garantizar el acceso de todos los vecinos y vecinas de Madrid, con o sin papeles, a los servicios municipales. Es un primer paso para que, además como institución, reafirmemos su dignidad inherente como personas. Porque hacer política olvidando esta base moral se podrá vender más o menos bonito, pero seguirá siendo una apertura de puertas al racismo que algunos pretenden explorar como estrategia electoral. Todo sea por las encuestas.

Ignacio de Benito Pérez es concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid.

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