La irrupción de los dineros

Un inversor viendo unas imágenes de cristales rotos y policías pegando es razonable que piense en otros destinos para sus dineros

Manifestación el 3 de octubre en Barcelona.Claudio Alvarez

La economía entra en escena y el conflicto catalán se da un baño de principio de realidad. Después de unos días espesos, cargados de sentimientos fuertes: dolor, humillación, orgullo, dignidad, y de solemnes discursos de confrontación —del Rey a Puigdemont— que parecía conducir inexorablemente al episodio decisivo de la acción-reacción (declaración unilateral de independencia y suspensión de la autonomía) los primeros signos de deterioro de la situación económica y la respuesta de los bancos a los avisos de la bolsa, que estaba en caída desde el domingo, han trasladando la inquietud a otro ter...

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La economía entra en escena y el conflicto catalán se da un baño de principio de realidad. Después de unos días espesos, cargados de sentimientos fuertes: dolor, humillación, orgullo, dignidad, y de solemnes discursos de confrontación —del Rey a Puigdemont— que parecía conducir inexorablemente al episodio decisivo de la acción-reacción (declaración unilateral de independencia y suspensión de la autonomía) los primeros signos de deterioro de la situación económica y la respuesta de los bancos a los avisos de la bolsa, que estaba en caída desde el domingo, han trasladando la inquietud a otro territorio: las consecuencias para los bolsillos.

En la larga y desaprovechada espera que antecedió al 1-O- se decía que las puertas de la negociación empezarían abrirse si a ambas partes les entraba el miedo a las consecuencias económicas del desencuentro y se insistía en que sólo la alarma financiera podría hacer que la Unión Europa interviniera. No estamos todavía aquí, pero de pronto los dineros se han abierto paso en una escena que estaba completamente dominada por la dialéctica de la amenaza y del juego de buenos y malos. Y, quiérase o no, algo se ha movido. ¿Simple descenso de la temperatura después de unos días de alta tensión o inicio de un cambio de clima? Pronto lo veremos.

En la sociedad de la comunicación los mensajes tienen muchas caras. Y sigue siendo cierto que toda imagen depende en última instancia de cómo la ve el que la mira, y las percepciones varían según el contexto de cada cual. Las imágenes de las cargas policiales del 1 de Octubre que difundió la prensa mundial dañaron la imagen del gobierno español y primaron al soberanismo. Y esto fue lo que quedo para el debate político. Ahora constatamos que tuvieron otros efectos: por ejemplo, la propagación del miedo. Y los primeros datos señalan que las reservas hoteleras han caído considerablemente en Barcelona, algo que no ocurrió cuando los atentados de agosto. Por supuesto, hay que restar el factor estacional. Pero el turista teme más el conflicto político, que se sabe cuándo empieza pero no cuándo termina, que un atentado que es ocasional y que se puede dar en cualquier otro destino turístico. Un inversor viendo en la portada del Financial Times unas imágenes de cristales rotos y policías pegando es razonable que piense en otros destinos para sus dineros.

¿Servirá esto para cambiar la dinámica política? ¿Acercan estos miedos a la negociación? ¿Van entrar en juego los poderes económicos que hasta ahora parecían mirar los toros desde la barrera? Para que se avance, hace falta que el independentismo tome conciencia de que el deterioro de la economía desmovilizaría a los suyos y que el gobierno español modere la respuesta. Ninguna de las dos cosas es evidente. Aunque, casualidad o no, el debate sobre los peligros de la declaración unilateral de independencia vienen dominando desde el jueves el escenario mediático independentista. Con voces poderosas reclamando que no se caiga en una tentación que sería suicida, porque, por su futilidad, no evitaría la frustración de los más aguerridos (que constatarían que nada cambia por el hecho de proclamar la república, salvo que la suspensión de la autonomía se aceleraría) y porque los riesgos de desmantelamiento del proceso serían considerables. ¿Cómo cambiar el paso sin desmotivar a los votantes? Las discrepancias entre los que creen que no hay que detenerse, fieles al infantilismo del cuanto peor, mejor, y los realistas que, aún con dolor, piensan que toca frenar, existen. Hay que esperar que el principio de realidad las decante.

Desde la otra parte, cabe pensar que desde la intervención del Rey el programa de máximos está lanzado. Y la pregunta es si hay tiempo y forma de detenerlo. Los errores en el intento de evitar que se votara el 1-O han tensado el gobierno. Desde luego es difícil de entender que los servicios de información no detectaran el plan b del referéndum. Y la presión de unas bases que piden más sigue empujando. Los recelos entre las dos partes son tan grandes que puede que uno baje el pistón y la otra parte no quiera enterarse. Y puede ser también que el gobierno decida que con o sin declaración de independencia no hay que desaprovechar la ocasión de hacerse con la autonomía y darle un baldeo. ¿Lo evitará el miedo al descarrilamiento económico?

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