Cataluña marca la diferencia

Madrid tendrá que darse cuenta de que, si quiere negociar de verdad, Junqueras va camino de ser el interlocutor adecuado

Europa no consigue encontrarse a sí misma. Y la pasión europea no cuaja ni siquiera en Cataluña, que ha situado en Europa su horizonte de redención. La participación de los catalanes ha subido sensiblemente respecto del ominoso 36,9% de 2009 y se ha situado con un 47,4%, por encima de la media española. Este crecimiento, sumado a la concentración de voto en Esquerra y CiU, es un aval al proceso soberanista y pone de manifiesto la desmovilización de los que lo rechazan. Si a ello sumamos el ascenso de Iniciativa —hoy referente de la tradición de izquierdas— el llamado derecho a decidir muestra ...

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Europa no consigue encontrarse a sí misma. Y la pasión europea no cuaja ni siquiera en Cataluña, que ha situado en Europa su horizonte de redención. La participación de los catalanes ha subido sensiblemente respecto del ominoso 36,9% de 2009 y se ha situado con un 47,4%, por encima de la media española. Este crecimiento, sumado a la concentración de voto en Esquerra y CiU, es un aval al proceso soberanista y pone de manifiesto la desmovilización de los que lo rechazan. Si a ello sumamos el ascenso de Iniciativa —hoy referente de la tradición de izquierdas— el llamado derecho a decidir muestra su fuerza. Pero, con una participación inferior al 50%, estos datos difícilmente tendrán impacto en las cancillerías europeas. Y es improbable que impulsen a Rajoy, siempre convencido de que lo mejor es no hacer nada, a tomar iniciativa alguna. Dicho de otro modo, la lectura de las europeas en clave catalana nos viene decir que el soberanismo esta como estaba, y se confirma el movimiento que ya empezó en 2012: el desplazamiento del eje hacia Esquerra. Que los que buscaban argumentos para decir que el proyecto independentista estaba dando señales de agotamiento no los encontrarán —otra cosa es que lo digan igualmente, aunque los datos muestren lo contrario—, pero los partidarios del proceso soberanista necesitan proseguir en la acumulación de capital político para dotar a la independencia de una mayoría incontestable. El soberanismo gana puntos, camino de los días señalados del calendario de otoño.

</IL>Esquerra gana a CiU en Cataluña por 45.000 votos y se instala en la primera línea de la política catalana. Tiene algo de acontecimiento histórico, Esquerra no ha ganado unas elecciones desde la II República. Sin duda, esta rivalidad en el control de la centralidad política generará tensiones en CiU entre los que piensan que el destino del partido está ligado al proceso independentista y que estarían dispuestos a sacrificar la organización que creó Jordi Pujol en beneficio del objetivo final y los que colocan el patriotismo de partido por delante. Sobre estas tensiones especularán los que piensan que una crisis de CIU se llevaría por delante a Artur Mas y al proceso soberanista. Pero hasta ahora Oriol Junqueras ha demostrado que las prisas no están en su estrategia y que la prioridad de Esquerra no es debilitar al presidente de la Generalitat. En cualquier caso, Madrid tendrá que empezar a darse cuenta de que, si quieren negociar de verdad, Junqueras va camino de ser el interlocutor adecuado.

El hundimiento del PSC —350.000 votos menos que en 2009— repercute en la derrota del PSOE a nivel estatal, incapaz de capitalizar la debacle del PP. Por mucho que se trate solo de unas elecciones europeas, es evidente que los socialistas no pueden seguir sin afrontar la profunda crisis interna que les está convirtiendo en marginales en Cataluña y que les ha incapacitado para aparecer como alternativa al gobierno, en un momento en que el voto ha girado a la izquierda. El bipartidismo sale seriamente tocado, sin que por el momento se configuren alternativas de gobierno consistentes.

Los socialistas no pueden seguir sin afrontar la profunda crisis interna que les está convirtiendo en marginales en Cataluña

Todo esto en un contexto que sigue siendo de participación electoral muy baja, lo que condiciona cualquier conclusión que pueda extraerse. Aunque en estas elecciones las lecturas siempre sean más locales que continentales, la cita electoral inevitablemente estaba contaminada por el clima de bloqueo, de estancamiento y de satisfacción ciudadana que vive al Unión Europa, muy dañada por la pésima gestión de la austeridad expansiva. ¿Quién manda? ¿Quién nos representa? ¿Quiénes somos? ¿Y qué lugar tenemos en el mundo?son las cuestiones básicas cuyas respuestas dan legitimidad y entidad a un sujeto político. Y si nos lo planteamos con relación a Europa, las respuestas están llenas de sombras, la troika, que tiene un pie no europeo, manda más que la Comisión y el Banco Central, más que el Parlamento.

Pero, más allá del contexto, está la realidad de una campaña de muy bajo perfil, con un nivel muy desigual de los candidatos, y de carácter muy poco competitivo. En España, PP y PSOE, han estado más preocupados por salvar el bipartidismo, incluso al precio de frenar la movilización electoral, que de confrontarse entre ellos. Y en Cataluña, Esquerra y CIU, socios parlamentarios que se disputaban la victoria, se han tratado con guante blanco como si los republicanos no tuvieran ninguna prisa en el sorpasso. Inevitablemente, el eje identitario ha desplazado al eje izquierda/derecha, a pesar de los esfuerzos de Iniciativa. La complicidad de los partidos socialistas con las políticas de austeridad, aquí como en Europa, induce a la gente a la desconfianza ¿por qué ahora tendrían que actuar de manera distinta? En Francia, sin ir más lejos, el partido socialista ha sido un simple espectador del duelo entre la derecha y el Frente Nacional.

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