Análisis

Alcalde del mundo

Supo mantenerse firme frente a la industria manipuladora del mundo abertzale, erigiéndose en una figura respetada y querida por la mayoría de los bilbaínos, nacionalistas o no

Iñaki Azkuna ha dirigido el Ayuntamiento de Bilbao durante tres lustros, pero no le llevó tanto tiempo comprender el único secreto que de veras cuenta para conseguir una hazaña política y cívica semejante: ser el alcalde de todos. Y lo logró además donde más difícil era, en esa ciudad liberal que cantó Unamuno y que, tantos años después de la acometida carlista, todavía tenía que defenderse de la violencia y la intimidación de los más cerriles, aunque con tintes mucho más siniestros. Azkuna supo mantenerse firme frente a la industria manipuladora del mundo abertzale, y leal a todo lo demás, er...

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Iñaki Azkuna ha dirigido el Ayuntamiento de Bilbao durante tres lustros, pero no le llevó tanto tiempo comprender el único secreto que de veras cuenta para conseguir una hazaña política y cívica semejante: ser el alcalde de todos. Y lo logró además donde más difícil era, en esa ciudad liberal que cantó Unamuno y que, tantos años después de la acometida carlista, todavía tenía que defenderse de la violencia y la intimidación de los más cerriles, aunque con tintes mucho más siniestros. Azkuna supo mantenerse firme frente a la industria manipuladora del mundo abertzale, y leal a todo lo demás, erigiéndose así en una figura respetada y querida por la mayoría de los bilbaínos, nacionalistas o no, que en su alcalde veían reafirmados los valores en torno a los cuales era posible una convivencia razonable. Cualquier postura dogmática evidenciaba aún más su extremismo al lado de la moderación de Azkuna, y por esa sencilla vía, a la vez tan compleja, de no abandonar la senda del equilibrio y el sentido común en el que normalmente habitan los ciudadanos, fue cimentando un liderazgo tan enérgico como natural y sosegado. A la vista de esa actitud, no es de extrañar, en fin, su cercanía a la Corona.

Su constancia y sentido de la institución burlaron a la enfermedad durante un buen tiempo, en una partida en la que todos los que le conocíamos, y por supuesto sus conciudadanos, nos sentíamos, aunque fuera a distancia, parte interesada. Entretanto, siguió trabajando para proyectar a Bilbao ante el resto de España y del mundo, de modo que el impulso adquirido años atrás no decayera. Como era su obligación, y como no podía ser de otro modo tratándose de Bilbao, decía que era alcalde “de la mejor ciudad del mundo”. Y lo cierto es que este le correspondió, porque la Fundación City Mayors le concedió el año pasado ese título: “Alcalde del mundo”. Pero tampoco en este terreno de los reconocimientos necesitó esperar demasiado. Hace ya mucho que se le estimaba y admiraba.

Alberto Ruiz-Gallardón es ministro de Justicia. Fue alcalde de Madrid entre 2003 y 2011.

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