análisis

¿Y nadie le pedía los balances?

Joan Villadeprat es un cautivador, sobre todo cuando no le cuadran las cuentas. Solo así, a ras de una interpretación benévola, e incluso hasta ingenua, podría entenderse su ilimitada capacidad de convencimiento ante responsables de cajas de ahorro e instituciones vascas, siempre en manos del PNV...

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Joan Villadeprat es un cautivador, sobre todo cuando no le cuadran las cuentas. Solo así, a ras de una interpretación benévola, e incluso hasta ingenua, podría entenderse su ilimitada capacidad de convencimiento ante responsables de cajas de ahorro e instituciones vascas, siempre en manos del PNV, que le concedieron préstamos y ayudas económicas mientras su frustrado proyecto Epsilon ya acumulaba pérdidas hasta estrellarse con un pasivo de 37,8 millones.

Era 2009, la crisis ya había dado sus primeras dentelladas, pero Villadeprat sabía dónde encontrar un brazo amigo en quien confiar su huida hacia adelante. Podría entenderse también que Villadeprat se sintiera protegido cada vez que pedía dinero para su sueño. ¿Por quién? La sentencia mira hacia el Parque Tecnológico de Miñano (Álava), en manos entonces de un clan de amigos, imputados luego en el caso De Miguel, un proceso aún no resuelto pero que enfangó en su día la imagen de los nacionalistas en Vitoria.

¿Quién le convenció al lehendakari Ibarretxe para que incluyera Epsilon como un proyecto de país en su Plan Estratégico cuando el mercado ya le estaba sacando de la pista? Tras la triste sorpresa de Fagor, de la pérdida de Hiriko y de la quiebra de Epsilon va a resultar que aquí nadie mira los balances cuando se juega con dinero público...

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