Cataluña registra una media de cuatro secuestros al año

Este delito es, básicamente, un arma que se utiliza en las guerras entre narcotraficantes

Imagen de la liberación de Kevin por parte del grupo especial de los Mossos.

“Si esto hubiera ocurrido en Colombia, no habría vuelto a verlo”, comentaba Ana María, de 30 años, a los mossos que rescataron a su hijo Kevin, de 11. El menor se pasó dos noches y tres días encerrado en un piso de Barcelona, atado de pies y manos, y sedado, hasta que varios agentes de la policía catalana irrumpieron en la vivienda y le salvaron. Sus secuestradores pedían cinco millones de euros.

El inspector Jordi...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

“Si esto hubiera ocurrido en Colombia, no habría vuelto a verlo”, comentaba Ana María, de 30 años, a los mossos que rescataron a su hijo Kevin, de 11. El menor se pasó dos noches y tres días encerrado en un piso de Barcelona, atado de pies y manos, y sedado, hasta que varios agentes de la policía catalana irrumpieron en la vivienda y le salvaron. Sus secuestradores pedían cinco millones de euros.

El inspector Jordi Domènech, jefe de la Unidad Central de Secuestros y Extorsiones, está de acuerdo con la afirmación de la madre. “Eso no ocurre aquí”, sentencia Domènech. Los Mossos d’Esquadra suelen trabajar en una media de cuatro secuestros al año. La cifra puede variar (en 2010 intervinieron en seis casos), pero se ha mantenido estable en los últimos cinco años. En su inmensa mayoría, son ajustes de cuentas por drogas, lo que dificulta la investigación. Las víctimas, sabedoras de que pueden acabar metidos en más problemas aún, no acuden a la policía a denunciar.

Los secuestros en Cataluña tienen más que ver con las guerras cruzadas entre narcotraficantes que con verdaderos raptos para obtener dinero rápido y fácil. Esta última opción se conoce como secuestro exprés, modalidad criminal extendida en países como México, pero del que no hay rastro hasta ahora en España.

“A veces algunos familiares lo denuncian sin ser conscientes del motivo del secuestro. O incluso vecinos que han visto cómo se llevaban a una persona por la fuerza”, explica Domènech. En 2012, la policía catalana ha tenido conocimiento de tres secuestros, todos con final feliz. Lo que no impide que haya habido más, solucionados en la intimidad del mundo de la delincuencia.

El caso de Kevin apunta a un secuestro para obtener dinero de la familia. Pero la historia tiene también sombras. El padre del menor, el colombiano Fabián Guillermo P. G., fue detenido en 2009 en Valencia en un sonado caso de narcotráfico, en el que la policía se incautó de 586 kilos de cocaína; está acusado de ser el lugarteniente del cabecilla de una red de narcos, el empresario español Rafael Rubén Cercerrados, y sigue encarcelado preventivamente en Mallorca.

Los niños suelen verse inmersos en las guerras de los adultos
Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Los secuestradores de Kevin trabajaban para un compañero de prisión de Fabián Guillermo que urdió la trama para conseguir cinco millones. Enredó a los padres del menor diciéndoles que un policía corrupto les iba a conseguir la nacionalidad española. Cuando Ana María, la madre, llegó al lugar acordado en Barcelona, le quitaron a su hijo y le pidieron los cinco millones, alegando una deuda de su marido con narcos. La policía ha detenido a dos captores y busca a un tercer implicado.

Los niños suelen verse inmersos en las guerras de los adultos. En noviembre de 2010, un menor de 12 años acabó encerrado contra su voluntad en una vivienda en Barcelona. Una familia de origen chino se gastó en el casino el dinero que le habían dejado unos prestamistas. “Secuestraron al hijo, al que retuvieron en un piso, con la condición de que devolviesen lo prestado”, recuerda Domènech. También entonces, los GEI, el cuerpo de élite de los Mossos, rescató al menor.

Otra niña, bosnia y de etnia gitana, pagó los platos rotos de una disputa entre clanes. “Las familias habían cruzado denuncias por una deuda. Hubo hasta intercambio de tiros y secuestraron a la niña”, explica el inspector. Los captores querían que se retirase la denuncia ante la policía.

El dilema de pagar o no

En los dos casos anteriores, los menores no sufrieron daño. A Kevin lo sedaron tanto que necesitó una semana hospital para recuperarse. Los secuestros relacionados con el crimen organizado y la droga llevan aparejada una violencia desmedida. “A las víctimas las queman y les queda marcado todo el cuerpo”, explica el inspector.

Son personas que se han quedado parte de la droga, la han perdido o la han vendido, o la policía se ha incautado de ella. Sufren y son torturados. Pero, pese a ello, cuando están libres “no se acuerdan de nadie, no saben nada”, admite Domènech. En algunos casos, el secuestro se acaba devolviendo el dinero o la droga. A otros les pone fin la policía. Otros, posiblemente, jamás ven la luz. Algunos familiares pueden sentirse tentados de pagar lo que piden y olvidarlo todo. Domènech lanza un aviso: “¿Quién puede garantizar que pagar el rescate servirá? La palabra de un delincuente tiene muy poco valor”.

Falsos secuestros exprés

En un secuestro ha de haber siempre una tercera persona a la que se pide dinero. En España, se suelen calificar erróneamente de secuestro exprés los casos de robos con violencia y detención ilegal. Los ladrones eligen a un ciudadano que, por su apariencia, deducen que tiene posibles. Lo meten en un coche y durante varias horas le amenazan y le llevan de cajero en cajero, hasta que obtienen de él su dinero. “Una vez en libertad, la víctima denuncia”, explica el inspector de los Mossos Jordi Domènech.

Otras veces, un delincuente se hace con el teléfono de los familiares de alguien que tiene planeado un viaje. El delincuente llama, dice que ha secuestrado a esa persona y pide una cantidad asequible (entre 6.000 y 12.000 euros). Los allegados, al no poder contactar con la presunta víctima, que está en el avión, tiene el móvil apagado o se encuentra en algún país lejano, muerden el anzuelo y pagan. Tampoco se consideran secuestros los casos en los que uno de los padres se lleva a un menor del seno familiar, ni los episodios de violencia en los que una persona retiene a otra sin intención de obtener algo a cambio.

La pesadilla de los empresarios catalanes Josep Bufí y Alonso Boj sí fue un secuestro de manual. En 2009, estuvieron dos semanas cautivos en la selva de Nigeria. Varios estafadores les hicieron creer que iban a comprarles maquinaria para fabricar envases de plástico. En lugar de eso, les retuvieron y pidieron 200.000 euros por su libertad. La policía les rescató.

Sobre la firma

Archivado En