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‘Noche negra’, de Pilar Quintana: la selva dentro del corazón

La escritora colombiana desdibuja las fronteras entre realidad y ficción en una novela sobre la creciente claustrofobia que oprime a una mujer sola rodeada de libros en medio de la jungla

En La caída de la casa Usher, Roderick Usher sufre una “acuosidad mórbida de los sentidos”. Su hipersensibilidad convierte cada estímulo en una agresión. Una brizna de luz puede cegarlo. La nota musical de un instrumento, que no sea de cuerda, quizá le haga enloquecer. En la raíz de esta forma extrema de la hipocondría se oculta un trauma. Aunque podríamos preguntarnos si el trauma justifica la hiperestesia de Usher o, al revés, es su condición hiperestésica la que se ha coagulado en trauma. En La abadía de Northanger, primera novela de ...

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En La caída de la casa Usher, Roderick Usher sufre una “acuosidad mórbida de los sentidos”. Su hipersensibilidad convierte cada estímulo en una agresión. Una brizna de luz puede cegarlo. La nota musical de un instrumento, que no sea de cuerda, quizá le haga enloquecer. En la raíz de esta forma extrema de la hipocondría se oculta un trauma. Aunque podríamos preguntarnos si el trauma justifica la hiperestesia de Usher o, al revés, es su condición hiperestésica la que se ha coagulado en trauma. En La abadía de Northanger, primera novela de Jane Austen, su protagonista Catherine Morland no está a la altura de las heroínas de las novelas góticas que le gusta leer y, desde esa conciencia de la desventaja de clase —de atractivo, de valor—, vive una experiencia que posiblemente no es lo que parece. Como ocurre a menudo en la literatura, en general, y en la literatura terrorífica, en particular, se desdibuja la frontera entre realidad y ficción, y el desdibujamiento de esa frontera —la dilatación de la franja del umbral— nos lleva a formularnos una pregunta sobre la locura y los seres humanos más susceptibles de caer en sus pozos. Género, raza, clase. La especial propensión a la locura de quienes leen y buscan otros mundos a través de los libros: desde Alonso Quijano a la institutriz sin nombre de Otra vuelta de tuerca.

Rosa, la protagonista de esta novela de Pilar Quintana, pertenece a esta estirpe. Vive en la selva, y reconocemos los libros de Poe y de Austen en sus estanterías. Se ha quedado sola en la casa que intenta levantar con Gene, su marido irlandés, porque él ha tenido que ir a hacer una gestión a algún lugar del mundo administrativo. Ese instante de conciencia del cuerpo en la habitada soledad de la selva provoca en Rosa un calambre de miedo y vulnerabilidad. Se siente amenazada por la intemperie y la simultánea claustrofobia que la selva puede llegar a producir. Pilar Quintana es una agrimensora excepcional que construye el espacio de la novela no solo como paisaje, sino como territorio que confiere una textura particular a la carne y la piel. Cuerpo en el espacio, espacio en el cuerpo: la lectura como modo de habitar corporalmente el territorio del texto. La selva dentro del corazón y el corazón que depreda la selva. El eco de Conrad, pero también el de Primero estaba el mar, de Tomás González: no escapamos en nuestra huida hacia la selva; posiblemente tampoco en nuestra huida hacia los libros. Con este razonamiento regresamos a esa idea de que, en las mejores narraciones, hay una reflexión implícita sobre el valor de los relatos. Volvemos a Las mil y una noches —negras o no—, a Cervantes, a Flaubert, a Virginia Woolf…

La escritora gradúa la tensión cortando el chorrito de aire que nos permite respirar como lectoras, pero sin asfixiarnos nunca, y transforma la naturaleza tópica del diálogo como manera de “oxigenar” la página: los diálogos de Noche negra nos ponen en estado de alerta. Sucede algo similar cuando la narración salta al pasado o cuando Rosa desempeña sus tareas y, en su esfuerzo, percibimos la fisicidad del trabajo. Al mover una lona, al exterminar al comején. La selva deja de ser tópico literario y se transforma en una masa viva, integrada por pequeños seres vivos, parasitarios y autónomos, animales y plantas, que nos vivifican y también nos pueden dañar con sus agresiones minúsculas y multiplicadas. Pilar Quintana es una escritora de la violencia y de lo siniestro. Con la peripecia de Rosa traza una red de jerarquías y relaciones de poder en la que todos los seres vivos sufrimos la violencia de parte de otros seres vivos e infligimos violencia a otros tantos: hombres a mujeres, colonos y colonas a la naturaleza que aspiran a domesticar, las personas blancas a las que no lo son del todo, las que no lo son del todo a las que son un poco más oscuras. Dentro de esta dinámica y este agonismo, los enmontados en las selvas colombianas constituyen un tema ineludible: lo local y lo histórico encuentran una resonancia perfectamente universal en esta novela. La precisión y la plasticidad del léxico de Pilar Quintana impresionan a quienes leemos amando las palabras. “La muchedumbre vibra en el muelle…”. Comienza Noche negra. Ya pueden empezar a leer.

Noche negra 

Pilar Quintana  
Alfaguara, 2025
272 páginas. 19,90 euros

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