¿Las consolas son para los viejos, o son para los ricos?
La disonancia entre empresas y usuarios crea tensiones económicas en el mundo de los videojuegos
Hace unas semanas nos enterábamos, estudio de la firma Circana mediante, que los jóvenes de 18 a 24 años compraron solo el 3 % de las consolas vendidas en Estados Unidos hasta julio de 2025, frente al 10 % en 2022. La cifra evidencia un estancamiento que no se refleja en el resto del mundo de los videojuegos: los juegos móviles y de PC siguen vendiéndose como rosquillas, que por algo más de la mitad de la población es videojugadora.
Con todo, la cifra representa de un cambio progresivo en las tendencias sociales, y varios analistas que han profundizado en el estudio señalan factores económicos y sociales. Quien esto escribe nunca ha pensado que los videojuegos sean un hobby caro (entiéndase caro si tenemos en cuenta el ratio precio / horas disfrutadas) en un mundo en el que asistir a un partido de Primera División cuesta de media 68,7€ en España (hora y media de espectáculo deportivo), o que las dos horas de un musical madrileño valen entre 25 y 100 euros. Pero quizá haya que replantearse la cuestión: según el estudio los hogares con ingresos superiores a 100.000 dólares representan el 43 % de las compras. Es decir, las consolas y los juegos (cuyo precio, en lugar de bajar con el tiempo, ha ido subiendo) se están volviendo un artículo de lujo.
Hace unos meses la polémica estalló en torno a los precios de la Nintendo Switch 2, cuyos precios escalaban hasta los 90 euros por algunos juegos. Y ahora la última en subirse a este carro ha sido Microsoft, que ha aplicado una notable subida de precios en todos los planes de su servicio de Game Pass Ultimate, que pasa de unos 14,99 € a 26,99 € al mes, casi el doble. Las críticas no se han hecho esperar, y no solo de parte de los usuarios: Laura Fryer, cofundadora original de Xbox, criticó duramente a Microsoft por la subida, y calificó la decisión como “una traición” y “un ejemplo de avaricia”. Microsoft justifica la subida de precios del Xbox Game Pass argumentando principalmente el aumento del valor y los costes del servicio. Nintendo aduce lo mismo: que las cosas son más caras de producir y mantener.
Una de cal y otra de arena: se dijo en su día que los videojuegos apenas habían subido sus precios a pesar de la inflación de las últimas décadas; y también se dijo que las estrategias de compra y gasto de las grandes compañías, de Microsoft a Sony, han sido ruinosas en los últimos tiempos. En un vídeo en subido a las redes sociales, Fryer dice que comprende el giro hacia los servicios y la nube, pero acusa a la compañía de perder su identidad, alejar a los fans y vivir “en una burbuja” desconectada de los jugadores. Quizá ese sea al problema real de todo esto: unos jugadores que no terminan de entender el funcionamiento de una industria carísima y unas compañías que han perdido el hilo con los jugadores, ahogadas como están en tablas de Excel defectuosas. Ojalá alguien encuentre la aguja necesaria. Para explotar esas burbujas, se entiende.