Pilar Rahola, víctima y difusora de un bulo
Los decretos de Nueva Planta de Felipe V no constituyeron ningún ataque contra el catalán, sino contra el latín
Pilar Rahola, expolítica independentista, dijo el 22 de agosto a las 18.00 en el...
Pilar Rahola, expolítica independentista, dijo el 22 de agosto a las 18.00 en el canal Cuatro que los Decretos de Nueva Planta de Felipe V (1716) impusieron el castellano en todos los ámbitos de Cataluña.
La lengua catalana ha sufrido en la historia abundantes agresiones y desprecios comprobados (especialmente en las dictaduras de Primo de Rivera y de Franco); y no debería hacer ninguna falta inventarse más. Sin embargo, Rahola miró en el móvil y añadió a ese dato otros igualmente falsos que ofrece la inteligencia artificial y que suelen ser enarbolados por sus correligionarios, tendentes a culpar al siglo XVIII con el pecado original del anticatalanismo lingüístico, para que así venga de más lejos.
Pero los Decretos de Nueva Planta (que sí tuvieron otros efectos políticos y competenciales) no mencionan el idioma catalán. Y solo su artículo 5 incluye una referencia lingüística que, vista en contexto, tenía una importancia relativa. Se trata de la obligación de que a partir de entonces las causas en la Real Audiencia (más o menos un Tribunal Superior territorial) se habrían de “substanciar en lengua castellana”. Al no precisarse más, un lector de hoy puede deducir que eso desplazaba al catalán en los tribunales de aquel territorio (sería anacrónico decir “comunidad autónoma”); pero no hubo tal. En catalán seguirían sentenciando tribunales inferiores, y en la Real Audiencia no se intentó relegar esa lengua, sino el latín, idioma de cultura en la época y que se seguiría empleando a pesar de lo que decía el decreto; a tal punto que todavía en 1768 una Real Cédula de Carlos III ordenaba que se cesase en su uso judicial, por no ser comprensible para las partes. Ahora bien, todo esto le traería seguramente sin cuidado a la gente, porque la inmensa mayoría de la población era analfabeta.
Como ya señalamos en otra ocasión, el castellano se extiende en Cataluña desde el siglo XV, y en el XVI era la lengua escrita en determinados ámbitos sociales, mientras que “se reservaba el catalán para usos más domésticos”; y su crecimiento fue “endógeno”, no tanto impuesto desde fuera como alentado por “el desarrollo del comercio peninsular” (Joaquim Albareda, La guerra de Sucesión, 2014, págs. 441-442). Eso no quita que se favoreciera su extensión sutil desde el poder en el siglo XVIII, como muestra una instrucción secreta del fiscal del Consejo de Castilla a los corregidores el 20 de febrero de 1712 (fecha discutida que tomo de Marcelo Capdeferro, 1967, pág. 256): “...para que se consiga el efecto sin que se note el cuydado”, es decir, sin fuerza; pero, frente a lo que dijo Rahola, ello no significó que se impidiese hablar en catalán, del mismo modo que las actuales leyes en favor del catalán no impiden hablar en castellano.
A todo esto, Felipe V no era un cafre madrileño, sino un vengativo centralista francés que al llegar ni siquiera hablaba español, y que había ganado la corona a Carlos de Austria —al que apoyaban la mayoría de los catalanes— en la Guerra de Sucesión, un conflicto internacional en el que, por cierto, España perdió el peñón de Gibraltar.
Pilar Rahola lamenta con frecuencia el bulo del PP según el cual Puigdemont huyó de Cataluña en 2017 dentro de un maletero. En efecto, el dirigente independentista no tenía motivo para hacerlo así, pues aquel día aún era un ciudadano que circulaba libremente por Europa.
Dijo Rahola también en Cuatro: “Hay miles de leyes que reprimen el catalán desde 1714”. Vale, pero entonces convendrá mencionar las que de ellas sean ciertas, y desdeñar los bulos propios igual que se condenan los ajenos.