La clave de un escritor retraído: el problema intestinal crónico de Azorín
Una nueva biografía dedicada al autor de ‘La voluntad’ escrita por Francisco Fuster viene a rescatar al personaje, desafiando la indiscutible monotonía de su peripecia vital y ubicándola en el marco más amplio de una escritura infatigable y obsesiva
Ramón Gómez de la Serna en su particular biografía de Azorín, publicada en 1930, lo presentaba como un hombre de espíritu que anhelaba distinguir un ideal literario propio. Se concedió a sí mismo la etiqueta de “pequeño filósofo” que por la precariedad que impone el adjetivo no le comprometía a nada.
Pequeño filósofo enlutado, procedente de una pequeña ciudad levantina y con pequeñas aspiraciones vitales: así podría definirse sucintamente la biografía del escritor, un poco a la manera de cóm...
Ramón Gómez de la Serna en su particular biografía de Azorín, publicada en 1930, lo presentaba como un hombre de espíritu que anhelaba distinguir un ideal literario propio. Se concedió a sí mismo la etiqueta de “pequeño filósofo” que por la precariedad que impone el adjetivo no le comprometía a nada.
Pequeño filósofo enlutado, procedente de una pequeña ciudad levantina y con pequeñas aspiraciones vitales: así podría definirse sucintamente la biografía del escritor, un poco a la manera de cómo procedió Ortega con el humanista Juan Luis Vives: “nació, estudió, escribió, murió”. Se diría que Azorín, pseudónimo de José Martínez Ruiz (Monóvar, 1873- Madrid, 1967) solo confiaba en el camino largo de la vida y, viéndose en él, su mirada quiso reunir lo nuevo y lo antiguo, sobre todo lo antiguo —su verdadera pasión—, con una gran tenacidad descriptiva, más que propiamente narrativa. Frente a la literatura de acción y de personajes, en su obra lo que destaca es el contento del ir viviendo, sin aspavientos y sin mucho que decir, salvo el sedimento espiritual que el tiempo va dejando en las cosas, en las costumbres, en el vivir de pueblos y ciudades. Un prodigio de fineza.
En todo caso, la biografía de Ramón sobre Azorín recorrería todo el espectro afectivo: desde la admiración de 1930 al desprecio mostrado en el ex libris que añadió a su primitiva edición en 1954, donde le acusaba de haber engañado a todo el mundo, cuando su principal interés estaba en conseguir una vida cómoda de rentista de las letras, pactando con quien hubiera que pactar.
Umbral se haría eco de este último juicio de Ramón y en Las palabras de la tribu trataría su literatura de excesivamente limitada y cobarde. Quo vadis, Azorín? ¿Qué se hace del incisivo y memorable autor de La voluntad? Porque lo cierto es que sus primeros libros, artículos e intervenciones políticas prometían un nivel de rebeldía y de compromiso político con su tiempo que muy pronto se deshizo en la minucia de una literatura estática y a menudo decepcionante. “En la permanencia de las cosas está la norma definitiva de la vida” (Don Juan, 1922): esta vendría a ser su filosofía de madurez.
Ahora la biografía del profesor Francisco Fuster, Azorín. Clásico y moderno viene a rescatar al personaje, desafiando la indiscutible monotonía de su peripecia vital y ubicándola en el marco más amplio de una escritura infatigable, obsesiva, vastísima (más de cien libros y unos 5.500 artículos), lógicamente irregular, alentada siempre por una profunda coherencia interna, como ya señaló Andrés Trapiello en un prólogo a sus artículos sobre cine (una de las últimas pasiones de Azorín: podía ver una sesión doble cada tarde ).
Lo cierto es que Azorín tenía también un ego que alimentar, a pesar de su timidez y su apocamiento, y lo catalizaría reverenciando el poder constituido, fuera el de Antonio Maura en 1904 o el de Franco en 1940. Reseguir su trayectoria política, como hace Fuster, historiador de profesión, es interesante e instructivo sobre el personaje. En todo caso, para mí la aportación fundamental de la biografía, que elude la hermenéutica tanto de la vida como de la obra, está en la información que proporciona en las últimas páginas fundiendo bios con zoé. Azorín sufrió durante casi toda su vida de un grave problema intestinal crónico (¿enfermedad de Crohn?) que le obligaba a una vida cartuja, exenta del menor exceso o contratiempo y que repercutió tanto en los cambios que experimentaría su físico como en la naturaleza de su carácter retráctil y cohibido.
Como señala Fuster su fijación con el tema de la enfermedad no era pues baladí sino fruto de una experiencia de sufrimiento y resignación sobrellevadas ambas con el mayor decoro, pero condicionantes, en definitiva, de su personalidad y sus decisiones. Azorín quiere, pero en la mayoría de los casos no puede. No puede mantener una vida pública, por ejemplo. ¿Cómo lo vivió su esposa, Julia Guinda de Urzanqui? Nada sabemos.
Azorín. Clásico y moderno.
Alianza, 2025
377 páginas
22,50 euros