Tifos enfebrecidos
La palabra que designa ahora en español los mosaicos de las gradas procede del italiano, idioma en el que significa otra cosa
Los aficionados al fútbol hemos escuchado y leído en estos días de grandes partidos europeos el vocablo “tifo”, referido a los mosaicos o las lonas que despliega el público de un estadio, a menudo con material facilitado por el propio club. Imagino que tanto los hinchas habituales como los espectadores esporádicos o quienes se hayan encontrado la palabra en un diario se habrán preguntado de dónde sale ese insistente términ...
Los aficionados al fútbol hemos escuchado y leído en estos días de grandes partidos europeos el vocablo “tifo”, referido a los mosaicos o las lonas que despliega el público de un estadio, a menudo con material facilitado por el propio club. Imagino que tanto los hinchas habituales como los espectadores esporádicos o quienes se hayan encontrado la palabra en un diario se habrán preguntado de dónde sale ese insistente término, con el que no habrán entrado en contacto en ningún otro ámbito de la vida y que hasta hace poco ni habían oído siquiera.
Para mí tengo que me topé por vez primera con esta palabra y su actual acepción en la extinta Canal + de los años noventa. Imaginé que se trataba de un italianismo, quizás porque transmitían un partido desde Milán, o Roma, o Turín. Después, “tifo” empezó a extenderse en el léxico del periodismo deportivo y ya me picó la curiosidad. En los textos digitalizados de EL PAÍS hallo ahora la primera mención el 29 de abril de 1996, en una crónica desde Sevilla.
La etimología de este neologismo en español se pierde más allá de la Grecia clásica, en cuyo idioma ya existía el vocablo typhos (leído “tifos”), que significaba “vapor”, “calentura” o “fiebre”: una fiebre que provoca ofuscamiento. De ahí derivarán nuestros términos “tifus” y “tifoideo”, relacionados igualmente con la temperatura del cuerpo y el delirio que causa.
Por el camino de las fiebres se formará luego en italiano la palabra “tifo”, que no es un objeto sino más bien una acción, y que define así su diccionario de referencia, el Treccani: “Pasión deportiva encendida y entusiasta, sobre todo en cuanto se expresa en grado de excitación por ser partidario de un equipo o atleta”. Al aplicarle a la raíz tifo el sufijo -oso, que forma adjetivos, obtenemos tifoso (plural, tifosi), traducible como “enfebrecido”. Y la tifoseria (pronunciado tifosería como si llevara nuestra tilde) es la hinchada.
A su vez el sustantivo tifo se vincula estrechamente con el verbo fare (hacer). Y así, fare il tifo per la Juve significa “ser forofo” del equipo turinés.
¿Qué pasó para que “tifo” terminara nombrando en castellano los mosaicos de los estadios? Se me ocurre una conjetura: algún periodista español vio en un diario italiano la foto de una de estas coloridas composiciones –lo que veníamos llamando “mosaicos” o “lonas”– acompañada de un pie que tal vez subrayaba que los aficionados hanno fatto un grande tifo: “han animado mucho”. Y de ahí vino la desviación al traducirlo literal y erróneamente como “la afición hizo un gran tifo”, donde el término tifo no podía nombrar otra cosa que el despliegue de cartulinas que se veía en la imagen. Después eso se contagió… igual que el tifus.
Entonces, ¿cómo llaman allí a estas imágenes? Mis compañeros italianos Josto Maffeo y Francesco Manetto me citan las opciones scritte formate da cartoncini o coreografia fatta con cartoncini. Y además cuentan con la alternativa striscione para “lona”.
El neologismo tifo se fue extendiendo entre los periodistas españoles, hasta el punto de que las academias recogieron esta acepción en 2021. La marcaron como españolismo (en América no seguían Canal +) procedente del italiano; con esta definición: “En fútbol, imagen de gran superficie que, a modo de mosaico, componen los hinchas en la grada con cartulinas de colores, globos, pancartas, etcétera”. Habría que añadir quizás “o con lonas”.
Por tanto, hemos incorporado al español un italianismo al que dotamos de un significado que en italiano no tiene. Pero claro, tratándose de una palabra procedente de Italia no era de extrañar que se incurriera desde el principio en una traducción macarrónica.
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