‘La llamada’, de Jesús Ceberio: una mentira de 111 segundos para una campaña de desinformación que ya dura 20 años

“Tengo la certeza de que ha sido ETA”, aseguró José María Aznar al entonces director de EL PAÍS, cuyo ensayo desmonta la estrategia del PP para sacar réditos electorales del atentado del 11-M

Comparecencia en La Moncloa del 11 de marzo de 2004 del entonces presidente del Gobierno español, José María Aznar, tras el brutal atentado terrorista contra varios trenes de cercanías.Luis Magán

En algún momento de la mañana del 11-M, mientras los servicios de urgencias intentaban salvar vidas y aumentaba la cifra de muertos, los equipos de estrategia de los partidos empezaron a calibrar las consecuencias electorales del atentado. Durante esas horas, dos de los principales asesores del candidato Mariano Rajoy afirmaron en conversaciones informales: “Si ha sido ETA, nos salimos del mapa, pero si han sido los yihadistas, nos vamos a casa”. Pasados 20 años ese silogismo merece explicación. El compromiso de...

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En algún momento de la mañana del 11-M, mientras los servicios de urgencias intentaban salvar vidas y aumentaba la cifra de muertos, los equipos de estrategia de los partidos empezaron a calibrar las consecuencias electorales del atentado. Durante esas horas, dos de los principales asesores del candidato Mariano Rajoy afirmaron en conversaciones informales: “Si ha sido ETA, nos salimos del mapa, pero si han sido los yihadistas, nos vamos a casa”. Pasados 20 años ese silogismo merece explicación. El compromiso del Gobierno de José María Aznar con la lucha contra el yihadismo liderada por Estados Unidos había implicado un giro estratégico en la política exterior que tuvo una fortísima contestación parlamentaria y social. Uno de los principales compromisos del candidato José Luis Rodríguez Zapatero, sincronizada con el “No a la guerra”, era la retirada de las tropas de Irak. En pocas ocasiones la política exterior influye en unas elecciones a escala nacional, pero en aquella ocasión, como demuestra la tesis doctoral de Jordi Xuclà, resultó determinante. Eso no significa que Al Qaeda planificase el atentado para intervenir en el proceso electoral. Como explica Fernando Reinares en 11-M. Pudo evitarse, el grupo terrorista realizó aquella masacre como vengativa respuesta a la desarticulación de una célula yihadista en el marco de la Operación Dátil de 2001 y porque Bin Laden había señalado a España como objetivo por su presencia militar en Irak.

¿Hasta qué punto y a partir de qué momento el cálculo electoral determinó la estrategia de comunicación del Gobierno para informar a la ciudadanía sobre quienes creían que habían sido los autores de la matanza? Dar respuesta a estas preguntas es el propósito de " target="_blank">La llamada, de Jesús Ceberio. Por entonces el periodista era director de EL PAÍS y en el libro se enfrenta con coraje al “mayor error de mi vida profesional”: la decisión de cambiar el titular de la edición especial del periódico, que pasó de “Matanza terrorista en Madrid” a “Matanza de ETA en Madrid” tras dos llamadas de La Moncloa, una de ellas con Aznar, que, a lo largo de 111 segundos, entre las 13.06 y las 13.08, tuvo tiempo suficiente para afirmar con rotundidad lo que el presidente repitió a otros cinco directores: “Tengo la certeza de que ha sido ETA”. “Te ha engañado”, le dijo al cabo de una hora Cebrián a Ceberio. A él y a buena parte de España durante las siguientes 24 horas y algunos han pretendido perpetuar ese engaño interesado.

Pero, más allá de la crónica, Ceberio, gracias a la legitimidad de la primera persona, sobre todo al rigor de una investigación de años, logra algo más trascendente. Una vez que ha respondido con datos, minuto a minuto, a esas dos preguntas sobre la estrategia de comunicación gubernamental, concluye con una frase demoledora: “El presidente Aznar pretendió usar el atentado en beneficio de su partido”. Los ejemplos de la manipulación se acumulan en el libro: desde presionar a los corresponsales extranjeros en Madrid hasta conseguir que ETA fuese nombrada explícitamente en una resolución de la ONU hasta vetar la entrevista de George Bush al corresponsal Lorenzo Milá o el “borrado masivo de los archivos informáticos de Presidencia relacionados con el 11-M”.

El éxito de esa estrategia no fue electoral, pero sí cultural. Según algunas encuestas, más de un tercio de la población cree que ETA tuvo alguna participación en el atentado y esas cifras pueden llegar al 50% entre el electorado popular. Ni los políticos ni los medios de comunicación que se beneficiaron de la teoría de la conspiración han reconocido su error. No reconocerlo también ha sido una estrategia de comunicación. En la segunda parte del libro, Ceberio reflexiona sobre las consecuencias cívicas de perpetuar la mentira. “Las mentiras fundacionales de Aznar en torno a la autoría del ­11-M han envenenado la coexistencia política en nuestro país hasta extremos a menudo insoportables”.

La llamada

Jesús Ceberio
Debate, 2024
192 páginas. 18,90 euros

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