Getxophoto, una incitación a la pausa como gesto revolucionario
El festival de fotografía internacional celebra su decimoséptima edición con la participación de 22 artistas que a través de sus propuestas invitan a la calma en un mundo acelerado y degradado medioambientalmente
En 1970, un grupo de monjes budistas recorrió cerca de mil kilómetros en un peregrinaje por Japón. De Toyama a Kumamoto, cubiertos sus rostros con grandes sombreros de paja y vestidos con túnicas negras, se distinguían como manchas sobre un paisaje mancillado que ambicionaban regenerar. Cargados con instrumentos de concha y tambores, iban de fábrica en fábrica, acampando en sus inmediaciones para llevar a cabo sus ceremonias. Ritos abhichara (magia negra) utilizados con el fin de maldecir a los propietarios de las factorías responsables de las emisiones tóxicas causantes de enfermedades...
En 1970, un grupo de monjes budistas recorrió cerca de mil kilómetros en un peregrinaje por Japón. De Toyama a Kumamoto, cubiertos sus rostros con grandes sombreros de paja y vestidos con túnicas negras, se distinguían como manchas sobre un paisaje mancillado que ambicionaban regenerar. Cargados con instrumentos de concha y tambores, iban de fábrica en fábrica, acampando en sus inmediaciones para llevar a cabo sus ceremonias. Ritos abhichara (magia negra) utilizados con el fin de maldecir a los propietarios de las factorías responsables de las emisiones tóxicas causantes de enfermedades, como la Itai-itai, (ay, ay, llamada así por el dolor que produce) y el asma de Yokkaichi, entre los ciudadanos más vulnerables de la zona, a quienes visitaban en los hospitales como parte de la procesión.
El grupo adoptó el nombre de Jusatsu Kito Sodan (monjes que traen la maldición) y a ellos se fueron uniendo otras ramas del budismo, así como estudiantes y activistas en la que fue la primera gran movilización ecologista de Japón (en tiempos recientes ha encontrado su continuidad en el grupo JKS47 y sus protestas contra la energía nuclear). Entre estos se encontraba el fotoperiodista Mitsutoshi Hanaga (Tokio, 1933- 1999), un prolífico pero poco conocido autor que cubrió varios aspectos de la escena contracultural del Japón de la posguerra, tanto performances y manifestaciones artísticas como protestas callejeras, y cuya obra de está siendo reevaluada en los últimos años. A través de su cámara dejaría constancia de aquellas prácticas de budismo esotérico influidas por el activismo de vanguardia; una forma de venganza en nombre de los muertos destinada a martillear las conciencias, no con el ruido sino con el eco.
Parte de estas imágenes pueden verse en Getxophoto, que celebra su decimoséptima gritando ¡Pausa!. Una invitación a la interrupción del ritmo productivo, a repensar el mito de la productividad. A parar para resetear un sistema que presenta fallos en un tiempo de prisas, de hiperproductividad y de conexión permanente, donde el ocio se ha vuelto inseparable del consumo y hacer muchas cosas es la única forma de lidiar “con el síndrome contemporáneo que expresa el miedo a perdernos lo último, lo que sea, nos interese o no: la serie del mes, el escándalo de la semana, la story del día”, destaca María Ptqk, comisaria del festival. “Parar —o estar presente de otra forma— se ha convertido en un gesto revolucionario”.
De entre los 22 artistas que exhiben su obra, tanto en los espacios interiores como en el exterior, destaca la obra de Susana Blasco (Zaragoza, 1972) que bajo el título Lapsus presenta una serie de collages realizados haciendo uso de una selección de fotografías pertenecientes a los fondo de la Fototeca Kutxa. Divididas en dos partes claramente diferenciadas, las repetitivas y fragmentadas composiciones geométricas superpuestas a las imágenes originales aluden a la tensión que se genera entre la serenidad y el ruido mental, así como al tránsito entre ambos estados. Sugieren ese tiempo entre dos límites al que llamamos lapso, pero también el significado de lapsus como el descuido o error que se comete en la expresión, o el que se refiere a un acto fallido que desvela un miedo o deseo reprimido.
Sobre todo aquello que sucede en un lugar en concreto mientras nosotros no estamos pensaba el fotógrafo inglés Stephen Gill (Bristol, 1973) cuando instaló dos pilares de madera frente a las ventanas de su casa en Suecia, cuyas vistas se extienden por una extensa llanura. De ahí surgió The Pillar, uno de los trabajos más aclamados del autor, donde incide en su pasión por el mundo natural para, sin tan siquiera estar detrás de la cámara, adentrar al espectador en el misterioso mundo de las aves distanciado del ruido y la energía de aquello que llamamos civilización. El autor colocó en uno de los pilares una cámara con un sensor que se activaba con el movimiento. De esta forma, a lo largo de cuatros años, pudo capturar las poderosas imágenes de pájaros que atraídos por el otro pilar entraban y salían dentro del encuadre. “Nunca había visto a los pájaros de esta manera”, escribe Karl Ove Knausgård en el texto que acompaña el trabajo reunido en un fotolibro publicado por Nobody Books. “Como criaturas independientes con vidas independientes. Antiguas, siempre improvisando, perpetuamente enredadas con las fuerzas de la naturaleza, y sin embargo complaciéndose también. Y tan infinitamente ajenas a nosotros”.
¿Se imaginan que la Tierra estuviese iluminada de forma permanente? Tal delirio se intentó poner en marcha en los años noventa en un proyecto, auspiciado por Europa y la URSS, para reflejar la luz solar a través de una red de satélites y ofrecer un alumbrado total a nuestro planeta. Afortunadamente el proyecto fracasó, sin embargo, el 83% de la población mundial no puede ver la Vía Láctea: debido a la contaminación lumínica, la noche cerrada es ya algo excepcional. Algo tan dañino para el mundo vegetal como para el animal. Los epidemiólogos consideran este exceso de luz un factor de riesgo tan nocivo como la polución, el alcohol y el tabaco. Así, Protege Noctem, el proyecto llevado a cabo por el fotógrafo Mattia Balsamini (Pordenone, Italia, 1987) y el periodista Raffaele Panizza documentan la lucha en contra de la desaparición de la noche y de sus criaturas que lleva a cabo la ciencia en unión con activistas ciudadanos.
Que “la venganza es una especie de justicia salvaje” ya lo dijo el filósofo Francis Bacon. Algo que se convirtió en una fantasía para el artista multimedia Lucas Bambozzi (São Paulo, Brasil, 1976) en cuyas instalaciones los árboles, hartos de las consecuencias de vivir rodeados de asfalto, atrapan a los coches. Como el Volkswagen escarabajo que cuelga de un eucalipto que creció en una hacienda cercana a São Paulo, recientemente arrasada por el fuego. El proyecto va acompañado de fotografías, vídeos y una fotonovela que ironizan sobre el cambio de estatus de este invento que revolucionó el mundo y que mucho tiene que ver con la degradación medioambiental que vivimos hoy.
‘Mitsutoshi Hanaga. Collective of Monks Praying to Kill Owners of Corporation Responsible for Environmental Pollutions’. Playa 1. Getxo. Bizkaia. Hasta el 25 de junio.
‘Susana Blasco. Lapsus’. Fachada del mercado. Getxo. Bizkaia. Hasta el 25 de junio.
‘The Pillar. Stephen Gill’. Ascensor Ereaga. Getxo. Bizkaia. Hasta el 25 de junio.
‘Protege Noctem. Mattia Balsamini’. Galerías Punta Begoña. Getxo. Bizkaia. Hasta el 25 de junio.
‘Lucas Bambozzi. A vingança é uma espécie de justiça selvagem’. Antigua gasolinera. Getxo. Bizkaia. Hasta el 25 de junio
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