‘Ser único’, singulares del pensamiento

Rüdiger Safranski fija su atención en un grupo excepcional de pensadores y demuestra su maestría en el conocimiento del existencialismo en oposición a la psicología de las masas

La escritora alemana Ricarda Huch, con su hija en 1921.ullstein bild Dtl. (ullstein bild via Getty Images)

El filósofo y biógrafo alemán Rüdiger Safranski (1945) publica un nuevo libro de reflexión filosófica. Después de ensayos sobre el mal, el tiempo o ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El filósofo y biógrafo alemán Rüdiger Safranski (1945) publica un nuevo libro de reflexión filosófica. Después de ensayos sobre el mal, el tiempo o la libertad —menos conocidos que sus biografías de Schopenhauer, Nietzsche o Goethe—, esta vez fija su atención en un puñado de “seres únicos” de la historia del pensamiento. Apoyándose en la exposición biográfica —breve y condensada— y en algunas tesis generales de su pensamiento, Safranski indagará en ese misterio que implica ser un individuo singular, “único”, en un entorno social que suele conspirar para impedirlo.

Todos estos pensadores (y dos pensadoras) seleccionados tuvieron como opción existencial singularizarse, ser individuos con plena conciencia de su personalidad. Y no es que fueran tipos extravagantes, como los incontables que abundaron y abundan en el mundo (artistas, millonarios, locos…), sencillamente reflexionaron sobre su singularidad desde la literatura, la poesía y la filosofía, y actuaron en consecuencia.

Safranski rememora a Lutero, Montaigne, Rousseau, Diderot, Stendhal, Kierkegaard, Stirner, Thoreau, Simmel, Max Weber, Jaspers, Heidegger, Sartre y Ernst Jünger; añadiendo unas notas sobre dos mujeres: la polifacética Ricarda Huch —cuya obra es desconocida en España— y la pensadora alemana y judía Hannah Arendt.

Cada uno de estos personajes constituye un modelo de individuo autónomo, un ejemplar singularísimo y rebelde del pensamiento. Lutero y Montaigne volvieron la vista a su interior en épocas en las que la individualidad debía forjarse en lucha contra la religión, que todo lo absorbía. El primero trató de buscar a Dios en su propia persona, y el segundo quiso buscarse a sí mismo y aceptarse como individuo humano en plenitud. Algo parecido sucedió con Diderot, que necesitó hallar su propia “trastienda interior” para recluirse allí y escapar de las fijaciones sociales; su contemporáneo Rousseau propugnó una vuelta a la naturaleza: a solas en ese “paraíso” idealizado quería expurgarse de los “memes” de la sociedad, que le arrebataban su unicidad. El alemán Stirner llevó su aislamiento interior hasta el extremo de declararse “único propietario de su ser”, y anunció el egoísmo absoluto como el mejor modo de vida. Kierkegaard, un hombre raro e individualista, descubrió el concepto de “existencia” como categoría filosófica. Con ella influyó con determinación en la filosofía “existencialista” del siglo XX. Esta corriente la afianzaron pensadores como Jaspers, Heidegger, Hannah Arendt o Sartre; y, en menor grado, el exsoldado ­Ernst Jünger.

En la descripción del pensamiento existencialista es donde Safranski muestra su maestría; ahí cobra sentido este libro y remonta tras unos capítulos algo flojos. Al introducir el existencialismo, el autor recuerda la importancia de la “psicología de las masas”, imprescindible para entender el siglo XX y el presente. Comunismo, fascismo y nacionalsocialismo fueron movimientos totalitarios auspiciados por masas. Pretendieron anular al individuo y convertirlo en marioneta ideologizada. Sus consignas: “¡Prohibido pensar por ti mismo, prohibido ser algo distinto de lo que quiere el Partido Único que seas!”, se gritaban en masa y aún en la actualidad oímos sus ecos, más o menos camuflados en movimientos de herencia totalitaria.

Cuando el individuo deja de ser él mismo y se mimetiza con “los otros”, será capaz de atrocidades y crímenes sin fin, amparado en el anónimo del “enjambre”

Gustave Le Bon, Freud o Elias Canetti escribieron sobre las masas (falta Ortega y Gasset); todos constataron la peligrosa disolución que experimenta el individuo en la multitud: cuando deja de ser él mismo y se mimetiza con “los otros”, será capaz de atrocidades y crímenes sin fin, amparado en el anónimo del “enjambre”. Ser individuo significa pensar como tal, con autonomía. En la masa cada cual actúa y piensa “como los demás”, es decir, corre el peligro de no pensar en absoluto.

Hannah Arendt, en un seminario en Nueva Yor, en 1969.New York Times Co. (Getty Images)

Desde esta perspectiva, el existencialismo es la filosofía antimasa, pues pone a cada individuo frente a sí mismo; lo sitúa ante esa “nada fundamental” sobre la que se sustenta, ya desde que comienza a vivir, y lo invita al pensamiento individualizado, a decidirse a ser alguien auténtico en lugar de ser simplemente “uno más”, desdibujado en la multitud. Heidegger filosofó sobre el poder disolutivo del tiempo y la muerte, contra los que ha de medirse el hombre con su razón. Su discípula, Hannah Arendt, pensó la “magia del nacimiento” como el punto en que comienza la acción individual, enfocada a que cada ser humano sea único, un ciudadano cabal y no un tornillo más de los que sustentan la máquina totalitaria.

Este ensayo de Safranski inicia una ciclópea tarea filosófica que aún está por realizar: la reflexión sobre la complejidad de ser individuos autónomos en la actualidad, inmersos en nuestras sociedades hiperconectadas, obsesionadas con “grupos” y “colectivos”.

Ser único 

Autor: Rüdiger Safranski.


Traducción: Raúl Gabás.


Editorial: Tusquets, 2022.


Formato: tapa blanda (368 páginas. 22 euros) y e-book (10,99 euros).

Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Más información

Archivado En