Rosa Berbel, gran poesía para cuando acabe la fiesta

Hace más de medio siglo, The Velvet Underground evocaba el hastío de las fiestas en All Tomorrow’s Parties. Menos icónica, pero más taxativa, Paloma San Basilio nos representó en Eurovisión con La fiesta terminó. Y hasta Blur anticipó la defunción del britpop en Death of a Party. Estas referencias nos sitúan en el marco de ...

Hace más de medio siglo, The Velvet Underground evocaba el hastío de las fiestas en All Tomorrow’s Parties. Menos icónica, pero más taxativa, Paloma San Basilio nos representó en Eurovisión con La fiesta terminó. Y hasta Blur anticipó la defunción del britpop en Death of a Party. Estas referencias nos sitúan en el marco de Los planetas fantasma, donde Rosa Berbel revalida las conquistas de su ópera prima (Las niñas siempre dicen la verdad) y nos invita a fregar los platos rotos tras la celebración: “Me habéis dejado el suelo lleno de ideas hermosas. / No hay forma de limpiarlas”.

Si aquel primer libro estaba troquelado sobre el horizonte de la precariedad, ahora la falta de expectativas se identifica con el fin de la primera juventud, aunque también engloba la pérdida de la fe en las palabras o la mirada hacia una naturaleza en peligro de extinción. Pese a que estos motivos legitimarían una escritura elegiaca, Berbel recicla los tópicos consabidos mediante un dispositivo original en el que confluyen el cine de terror, los misterios de la astronomía y la aséptica gravedad del parte meteorológico. A través de este desplazamiento, los ritos domésticos se conciben como actividades paranormales: las casas tomadas por los recuerdos, los conjuros verbales (‘Vuelo de brujas’, que le guiña un ojo a Claudio Rodríguez) o los espectros del tardocapitalismo diseñan una atmósfera desasosegante, presidida por espacios vacíos y habitada por zombis.

Por otra parte, la solidaridad entre microcosmos y macrocosmos se advierte en el rótulo del volumen (los planetas fantasma son “cuerpos celestes hipotéticos” no visibles mediante los instrumentos habituales de observación, según la sinopsis de la solapa) y en un conjunto de piezas que restauran el fulgor póstumo de las estrellas: “Mira cómo lo bello resplandece también / cuando está muerto”. Metáfora de la invisibilización del yo femenino, la imagen de esos planetas se enriquece con un inventario de fenómenos climáticos (olas de calor, gotas frías, temporales de granizo) que contribuyen a que la intemperie (vital, expresiva, ecológica) nos golpee con mayor intensidad. La segunda entrega de Rosa Berbel ya no supone la revelación de una voz nueva, sino la confirmación de una auténtica creadora de universos. Bienvenidos al Big Bang.

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