Un viaje por Líbano, Siria e Irak entre las ruinas del pasado y los escombros del presente
El fotógrafo Mathieu Pernot sigue el rastro fotográfico de su abuelo entre los vestigios de antiguas civilizaciones y la devastación causada por las últimas guerras
Recién empezado el siglo XXI, el fotógrafo francés Mathieu Pernot (Fréjus, Francia, 1970) recibió un regalo de su padre, un viejo álbum que reunía las fotos tomadas por su abuelo en Oriente Medio en 1926. Instalado en Beirut, y como buen aficionado a la fotografía, las ruinas despertaban en René Pernot una gran fascinación, magnificada por el tirón que ejercía entonces el exotismo de la cultura oriental. Recorrió parte del Líbano y la vecina Siria. Viajaría a Trípoli (Libia). También a Homs y Latakia, y visit...
Recién empezado el siglo XXI, el fotógrafo francés Mathieu Pernot (Fréjus, Francia, 1970) recibió un regalo de su padre, un viejo álbum que reunía las fotos tomadas por su abuelo en Oriente Medio en 1926. Instalado en Beirut, y como buen aficionado a la fotografía, las ruinas despertaban en René Pernot una gran fascinación, magnificada por el tirón que ejercía entonces el exotismo de la cultura oriental. Recorrió parte del Líbano y la vecina Siria. Viajaría a Trípoli (Libia). También a Homs y Latakia, y visitaría las ruinas de Kalaat-el-Hosn, de Baalbek y Palmira. Cuando en 2011 estalló la guerra de Siria, aquel álbum comenzó a adquirir un nuevo sentido para su nieto, quien empezó a plantearse la posibilidad de iniciar el mismo periplo y llegar hasta Alepo y Mosul, dos importantes enclaves arrasados por las guerras en Siria e Irak, respectivamente. Emprendía un viaje entre las distintas ruinas de la historia. A aquellos vestigios milenarios fotografiados por el abuelo, reflejo del esplendor de antiguas culturas, se sumaban otros nuevos, sinónimo del fracaso de nuestra civilización.
De ahí surgió un libro (editado por Atelier EXB) y una exposición en la Fundación Cartier-Bresson de París, titulados La ruine de sa demoure (La ruina de su morada). Ambos cobran una nueva mirada tras los trágicos acontecimientos de estos últimos días. ”Cuando uno ve las fotos de Ucrania y sabe que Siria fue la escuela de Putin, no puede dejar de pensar en que la Siria de hoy podría ser la Ucrania del mañana”, se lamenta el fotógrafo durante una conversación telefónica. Ucrania es ya el tercer país con más personas que se han visto obligadas a refugiarse, por detrás de Venezuela y de Siria, según ACNUR.
Tras resultar premiado con el Premio HCB 2019 al mejor proyecto cercano a la fotografía documental convocado por la Fundación Cartier-Bresson, el fotógrafo emprendió viaje. La capital del Líbano fue su primera parada. Tuvo suerte, la vivienda que habitó su abuelo junto a sus hijos durante 18 años, entre 1940 y 1958, estaba disponible para alquiler a través de Airbnb. Casi un milagro, dados los estragos que ha sufrido el Beirut histórico debido a la guerra y la especulación inmobiliaria. En aquellas estancias semidesnudas aún parecía retumbar el eco de los protagonistas de su álbum familiar. Tras aquella emotiva experiencia, el autor siguió su ruta y no regresaría a la ciudad hasta un año más tarde. La terrible explosión de un depósito de nitrato de amonio en el puerto había arrasado buena parte del centro de la ciudad días antes. “Las barandillas del balcón del piso familiar estaban ahora en la calle”, recuerda el fotógrafo. “Se utilizaban para impedir la entrada al edificio”. Así, los escombros se apilaban sobre escombros. Tras una larga guerra civil de 15 años, cuyas cicatrices eran palpables en las gentes y en la arquitectura, los barcos carbonizados y las torres de coches desguazados se alzaban como esculturas improvisadas por el azar. “Siempre me sentí más interesado por la trágica historia de la zona que la familiar”, apunta el autor. “Comencé a ver cómo aquel viejo álbum de fotos se universalizaba, en cierta forma, dentro de la frágil historia del Líbano”.
Entre medias de estos dos viajes a Beirut, el fotógrafo nos adentra en un paisaje de desolación, muy distinto del cándido viaje emprendido por su abuelo con casi un siglo de antelación. Un recorrido entre ruinas que abarcan un periodo de más de 3.000 años de historia. El autor viajará a Trípoli, donde las desvencijadas fachadas de los edificios recuerdan los duros enfrentamientos que tuvieron lugar entre 2011 y 2014, entre sunitas y alauitas. “En principio, había decidido prescindir de la figura humana en mis fotografías”, explica Pernot. “Pero la visión de un hombre durmiendo a la intemperie, mientras las palomas picoteaban a su lado, con su cabeza recostada justo debajo de una pared donde se distinguía el orificio perforado por un proyectil, me hizo comprender la importancia de incluir a los habitantes de esos espacios en el relato”.
Las ruinas grecorromanas de Baalbek conservan su majestuosidad al este del Líbano, allí el templo de Baco se mantiene como uno de los mejores conservados del mundo, habiendo escapado de los azotes de la barbarie. No es el caso de Palmira, Siria, patrimonio de la humanidad dinamitado por los yihadistas en 2015. Pero es la escala de las nuevas ruinas la que realmente impresiona dentro de este relato. Más de la mitad de Homs, la tercera ciudad más grande de Siria, ha sido destrozada por los bombardeos del régimen de Bashar el Asad y su aliado ruso. “En mi fotografía no busco el gesto estético”, subraya Pernot, “Me considero un fotógrafo documental. La realidad es tan fuerte en esos lugares que siempre intento mantener cierta distancia con el sujeto. Huyo del artificio para mostrar simplemente aquello que uno ve. Esto puede llegar a ser muy espectacular, incluso en ocasiones se podía decir que bonito, pero siempre buscó un equilibrio, reproducir la realidad tal y como se presenta”.
“No sería posible enseñar la dimensión de tanta tragedia”, destaca Pernot. De ahí que en ocasiones el autor se centra en fotografiar fragmentos de una escena, que a veces contrapone a otras del mismo, o distinto, lugar con el fin de componer una especie de collage, de la misma forma que un arqueólogo recompone una pieza. “Me interesa mucho la reconstrucción de los espacios y las posibilidades que ofrece la fotografía para ello”, asegura el autor. La imagen del dictador sirio se vuelve casi omnipresente entre la destrucción. “Resulta una locura. Cada imagen es distinta, y lo más paradójico es que él es el responsable de este paisaje de devastación. Resulta curioso contraponer la iconoclasia del Daesh con este exceso de representación del rostro de El Asad”.
En la parte antigua de Mosul, al norte de Irak, desde donde se aprecia el río Tigris, en cuyas riberas se encuentra la cuna de nuestra civilización, dos hombres hablan bajo un cielo azul. A su lado y bordeando la carretera se encuentra un montón de cascotes y escombros ya casi convertidos en polvo. Uno de los hombres cuenta al fotógrafo que justo allí estaba su casa. Entre las ruinas aún yace el cuerpo desecho de su esposa. “Cuando alguien te dice esto. Te das cuenta de la magnitud de su sufrimiento y del horror”, exclama el autor. “De ahí que quisiera incluir la serie de retratos con la que finaliza el libro. Nunca hay que olvidar que en esos edificios, vivieron personas, algunas murieron, otras tuvieron que huir. Una fotografía nunca conseguirá reflejar la dimensión de la barbarie”.
‘La ruine de sa demoure’. Mathieu Pernot. Fundación Cartier-Bresson. París. Hasta el 19 de junio.
‘La ruine de sa demoure’. Mathieu Pernot. Atelier EXB. 120 páginas. 45 euros.
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