El libro de los hijos muertos
Piedad Bonnett y Chantal Maillard publican ‘Daniel. Voces en duelo’, una antología conjunta que reúne los textos que escribieron a raíz del suicidio de sus respectivos vástagos
Un día de junio de 2017 la poeta malagueña de origen belga Chantal Maillard tuvo que apartar los ojos del libro que estaba leyendo, Los habitados, de Piedad Bonnett. Por aquellos poemas se acababa de enterar de que la poeta colombiana, de su misma edad —70 años—, tenía un hijo llamado Daniel que se suicidó un mes de abril ...
Un día de junio de 2017 la poeta malagueña de origen belga Chantal Maillard tuvo que apartar los ojos del libro que estaba leyendo, Los habitados, de Piedad Bonnett. Por aquellos poemas se acababa de enterar de que la poeta colombiana, de su misma edad —70 años—, tenía un hijo llamado Daniel que se suicidó un mes de abril arrojándose al vacío. Justo como su propio hijo, que tenía el mismo nombre y, en el mismo mes, se había quitado la vida usando idéntico método. Meses después, las dos autoras, que no se conocían, compartieron en Málaga un recital en el que leyeron los textos que, a lo largo de los años, habían escrito a partir de aquella experiencia. “Proyectados, la pena es menos pena; el dolor, menos propio”, escribe Maillard en el prólogo al libro que los recoge ahora.
Pese a ser fruto de dos estilos muy distintos —la claridad de Piedad Bonnett, el hermetismo de Chantal Maillard— y a proceder de libros ya publicados —Nadie en casa o Lo que no tiene nombre, en el caso de la primera; La herida en la Lengua o La compasión difícil, en el de la segunda—, Daniel. Voces en duelo tiene una rara unidad. Así, se repiten la imagen del ángel de luz pero sin alas —el salto, el vuelo—, la apelación al desgarro —”pido al dolor que persevere”— y la confianza final en la poesía —”en las palabras creemos”—. En sus páginas se alternan dos miradas que, a pesar del dolor del que surgen, celebran, como dice Bonnett, “la memoria de dos vidas amadas” para enfrentar el duelo, afirmar “el derecho a la autodeterminación a la hora de la muerte” y rechazar “el estigma”. Todo ello sin renunciar al intento de comprender: “Dice el psicoanalista que el salto al vacío / es, en forma simbólica / un regresar al vientre de la madre”, comienza un poema de la autora colombiana. “Se quitaron la vida / el hijo de mi padre, / la hija de mi suegra / y el que nació de mí. / Hoy las cigarras cantan / en la hierba dorada // Realmente es extraño”, termina uno de la española. A veces, pocas, la literatura tiene que demostrar si está a la altura de la vida y la muerte. Esta es una de ellas.
Daniel. Voces en duelo
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