El descalabro de la AFA, espejo de Argentina
El cambio permanente de reglas del juego y los escándalos de corrupción manchan a la Asociación del Fútbol Argentino


El fútbol argentino sintetiza, como pocas otras dimensiones de la vida nacional, cómo es este país. Caótico, querible, arbitrario y apasionante, pero también violento, atractivo, corrupto, solidario, repulsivo, vertiginoso y, por encima de todo, imprevisible. Porque así somos: carentes de reglas permanentes. Nadie sabe cuáles serán las reglas de la pelota el próximo semestre, del mismo modo que nadie sabe qué impuestos pagará o que leyes regirán en la Argentina dentro de seis meses.
Basta con repasar los titulares de los diarios durante las últimas semanas para cotejar un panorama desolador. La Asociación del Fútbol Argentino (AFA), la organización que domina la pelota en las tierras de los vigentes campeones del mundo, está bajo investigación por corrupción, administración fraudulenta, lavado de activos, evasión tributaria, negociados con una financiera y varios enjuagues más. Encima, la Justicia allanó sus instalaciones y cada día sale a la luz un indicio o una mancha adicional.
Basta con teclear tres palabras en el buscador de Google —cambios AFA reglamento— para comprobar la miríada de volantazos y modificaciones que imprimió la AFA, en particular durante los últimos años, de la mano de su presidente desde 2017, Claudio Chiqui Tapia. Así, el fútbol opera, de hecho, bajo la lógica de un decreto de necesidad y urgencia permanente.
SóSoloas primeras páginas de resultados de Google reflejan un listado demoledor: los torneos de primera división pasaron de 20 a 30 equipos; de jugarse todos contra todos a otros por zonas y de jugarse ida y revancha a una sola vuelta; hubo torneos con y sin descensos y torneos sin hinchadas visitantes… pero con excepciones; los sistemas de ascensos y descensos cambiaron en pleno campeonato una y otra vez y se modificaron también los requisitos para clasificar a las copas internacionales.
Si todo lo anterior resultara poco, Tapia y sus acólitos también decretaron ventanas imprevistas para que los clubes incorporen y vendan jugadores, hay partidos con y sin VAR, los árbitros se eligen a dedo para cada partido, las copas se crean —y entregan— de manera retroactiva y en pleno campeonato; y se imponen sanciones discrecionales que suenan demasiado a represalias arbitrarias contra los críticos.
Tal es el descalabro del fútbol local — sin contar los negociados de sus principales dirigentes— que naturalizamos que Arsenal llegara a la primera división y ganara copas y torneos mientras Julio Humberto Grondona lideró la AFA, solo para descender tras su muerte, encontrándose hoy en la tercera división. Del mismo modo, naturalizamos que Barracas Central pasó de la tercera a la primera división desde que el Chiqui Tapia tomó el mando de la AFA, y clasificó este año para la Copa Libertadores. Eso sí, con penales y VAR que funcionaron o dejaron de funcionar según fuera la conveniencia. El fútbol como feudo, potenciado por la Copa del Mundo que la Selección conquistó en Qatar y que blindó a los dirigentes durante demasiado tiempo, como Donald Trump blindó —o parece blindar— a Javier Milei y su gobierno.
El fútbol local, en suma, se asemeja demasiado a Argentina y sus instituciones. Hoy, cualquier contribuyente o potencial inversor desconoce qué reglas o impuestos regirán el año próximo, mucho menos la cuantía de sus costos o ganancias. Porque hoy, mañana o la semana próxima puede anunciarse un cambio normativo que lo beneficie o lo perjudique. Del mismo modo que tampoco sabe cuáles serán los costos finales para importar o exportar productos. O para abrir un local o despedir un empleado.
De eso hablamos cuando hablamos de “seguridad jurídica” o de “predictibilidad regulatoria”. De saber cuáles son las reglas que regirán cuando comience el próximo partido de la AFA o cuando evaluemos abrir una pequeña librería, un hipermercado o una peluquería en el garaje de nuestra casa. Y que esas reglas perduren cuando la pelota ya comenzó a rodar o ya lidiamos con clientes y proveedores, sin que nos apliquen modificaciones retroactivas que, para colmo, suelen ser perjudiciales.
“Seguridad jurídica” es, ante todo, contar con contrapesos institucionales, “escudos” que nos protejan de los poderosos que creen que pueden avasallarnos por el simple hecho de conducir la AFA, el municipio, la provincia o el país. Implica contar con un tribunal de disciplina en la AFA o un Poder Judicial en el país que sean independientes, capaces de corregir los abusos cometidos e impedir o revertir las arbitrariedades.
El caos de la AFA es, así, una lección sobre el fracaso republicano: cuando la ley se somete a la voluntad de un líder o un grupo de poder, la arbitrariedad se convierte en norma. Y en Iberoamérica, la historia demuestra que ese es el primer paso hacia la disolución de la confianza pública y la inestabilidad que empobrece a las naciones.
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