Tres coordenadas para planificar el futuro de la educación en América Latina y el Caribe

La transformación de la educación en la región requiere un esfuerzo conjunto y colaborativo que haga énfasis en un planeamiento educativo visionario, pragmático y que considere a la educación como un derecho humano fundamental

Niños en una escuela en Cúcuta, Colombia.Ivan Valencia (AP)
Martín Benavides Alejandra Cardini

Nuestra región se enfrenta a cambios sociales de gran escala que convocan a replantear nuevamente qué educación necesitamos para construir la sociedad que deseamos. Las profundas transformaciones sociales, aceleradas durante la pandemia de COVID-19, evidencian altos niveles de incertidumbre de una humanidad cada vez más globalizada. Ante esta realidad, la educación es esencial para la construcción de un futuro más equitativo y sostenible. Para lograrlo, debemos promover una...

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Nuestra región se enfrenta a cambios sociales de gran escala que convocan a replantear nuevamente qué educación necesitamos para construir la sociedad que deseamos. Las profundas transformaciones sociales, aceleradas durante la pandemia de COVID-19, evidencian altos niveles de incertidumbre de una humanidad cada vez más globalizada. Ante esta realidad, la educación es esencial para la construcción de un futuro más equitativo y sostenible. Para lograrlo, debemos promover una planificación educativa que movilice los recursos colectivos para llevar adelante esta tarea.

Frente a este escenario, la primera coordenada para planificar el futuro de la educación en nuestra región es activar la comunidad regional de políticas educativas y el desarrollo. Esto implica construir una narrativa colectiva que articule educación y desarrollo. Es fundamental interpretar la coyuntura actual con sus posibilidades y peligros, para orientar nuestras acciones hacia un futuro deseado y elegido. La investigación y reflexión sobre la situación actual son esenciales, pero no suficientes. Por eso, desde el IIPE UNESCO, este 15 y 16 de octubre en Buenos Aires realizaremos un nuevo Foro Regional de Política Educativa para seguir trabajando en la construcción de una agenda común. Necesitamos comunidades que experimenten alternativas y activen los debates necesarios para trazar direcciones posibles y consensuadas.

En la reciente Declaración de Santiago 2024, los ministros y altas autoridades educativas de la región ratificaron el compromiso con las metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 de la Agenda 2030, que busca garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad para todas las personas. Este documento destaca la necesidad de abordar las brechas educativas, así como el papel fundamental del docente. También enfatiza la importancia de fomentar competencias socioemocionales y ciudadanas en estudiantes, asegurando entornos escolares saludables y libres de violencia. Estos acuerdos reflejan la urgencia de construir marcos que orienten las políticas hacia un futuro colectivo, más justo y sostenible.

La segunda coordenada es rediseñar las experiencias educativas en las aulas. Es importante materializar el concreto rediseño de las experiencias de aprendizaje en las escuelas. La pandemia evidenció la necesidad de innovar en las pedagogías y de adoptar enfoques colaborativos que involucren a estudiantes en la resolución de problemas y en la inclusión reparadora de las injusticias.

La planificación educativa debe fortalecer a las escuelas como lugares protegidos, capaces de abrazar la diversidad e integrar las nuevas tecnologías. En ese sentido, resulta imperativo movilizar a los diferentes actores, formar especialistas y generar proyectos que desarrollen y difundan nuevas pedagogías. Además, debe ampliarse la profesionalización docente y rediseñar las experiencias de aprendizaje para incluir e involucrar a estudiantes en su diversidad y contextos, ya que las experiencias educativas no solo deben transmitir conocimientos, sino también forjar lazos sociales y proyectar futuros colectivos.

La tercera coordenada es relegitimar el Estado y sus capacidades. Implica fortalecer las capacidades estatales para liderar procesos de innovación y movilizar energías sociales en torno a la educación. La experiencia latinoamericana muestra un Estado relativamente débil y deslegitimado, que limita la capacidad de actuar de las sociedades. Un Estado capaz de interactuar inteligentemente con otros actores y liderar los cambios necesarios debe contar con los mejores perfiles tecno-políticos, sólidos sistemas de información, supervisión, currículum, tecnología y formación docente. Además, precisa una amplia red de contrapartes en la sociedad civil que movilice, discuta e invierta en la agenda de transformaciones en marcha.

En síntesis, como en otros momentos de nuestra historia, las transformaciones que se están produciendo no deben quedar libradas a la espontaneidad o a la inercia social. Necesitamos asumirlas como una tarea colectiva. Estas tres coordenadas son nuestra primera respuesta para enfrentar los problemas de la región y para planificar un camino colectivo, donde toda la sociedad sea parte.

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