Milei elige a un católico conservador y negacionista de la dictadura para llevar la relación con las comunidades religiosas
La Secretaría de Culto argentina será encabezada por Nahuel Sotelo, que se jacta de visitar en la cárcel a represores condenados por delitos de lesa humanidad
El Gobierno de Javier Milei sufrió una nueva baja entre sus funcionarios con la salida de su controvertido secretario de Culto, Francisco Sánchez, un hombre que ya antes de asumir había atacado al papa Francisco y se había malquistado con las comunidades judía y musulmana en Argentina. Su reemplazante, anunciado por la Cancillería, de la que depende el área, será el diputado provincial Nahuel Sotelo, de 29 años, un católico conservador, negacionista del terrorismo de Estado y fervoroso militante de Milei. Como su jefe político, Sotelo se hace notar en las redes sociales y, desde allí, en los últimos días llamó la atención al calificar como “basura” a Luiz Inácio Lula Da Silva, el presidente brasileño.
Nacido en Córdoba en 1995, Sotelo es diputado en la Legislatura bonaerense y preside el bloque de La Libertad Avanza, el partido liderado por Milei. Está casado con la militante católica mexicana Clara Cuevas.
Suele presentarse como uno de los primeros seguidores de Milei, incluso antes de que el hoy presidente fuera electo diputado en 2021. Tiene llegada directa a la Casa Rosada, tanto al presidente como a su hermana, Karina Milei, conocida como “el jefe”, y al principal asesor del mandatario, Santiago Caputo. Su arribo a la Cancillería puede interpretarse como una nueva intervención directa de la presidencia en la cartera a cargo de la ministra de Relaciones Exteriores, Diana Mondino, quien ya ha visto limadas sus atribuciones.
En sus redes sociales, donde es especialmente activo, Sotelo se muestra como un cruzado del mandatario ultraderechista. “Faro del mundo”, lo definió este martes en un posteo en X; días antes lo había considerado “el mejor presidente del mundo”. También en esa red afirmó, la semana pasada, tras la denuncia por violencia de género contra el expresidente Alberto Fernández, que “el feminismo en toda hora y todo lugar es un movimiento que engaña y utiliza a las mujeres para fines políticos y económicos”. Dos días después de las elecciones en Venezuela, el 30 de julio, el inminente funcionario de la Cancillería escribió que “Lula es una basura como toda persona que apoya a [Nicolás] Maduro”. El año pasado se había exhibido en Buenos Aires con Eduardo Bolsonaro, hijo del expresidente brasileño Jair Bolsonaro.
Lula es una basura como toda persona que apoya a Maduro. No hay sorpresa.
— Nahuel Sotelo (@nsotelolar) July 30, 2024
Negacionismo y visitas a represores
En el mundo de la derecha, Sotelo se hizo conocido con el libro Cartas de los ‘70: el dolor de la otra parte. Publicado en 2018, el libro rescata a las víctimas de las agrupaciones políticas que hace 50 años se volcaron a la lucha armada y aboga por equipararlas con las víctimas del terrorismo de Estado instrumentado por la última dictadura militar (1976-1983). En esa dirección apuntaba un proyecto que presentó como diputado, en el que proponía que en el Día de la Memoria se recuerde a los militares “asesinados por grupos violentos durante las décadas de los años 60, 70 y 80″.
Son las mismas ideas que promueve el Gobierno de Milei, un discurso construido alrededor de la premisa de que en Argentina no hubo un genocidio perpetrado desde el poder estatal, sino una guerra civil. Así, se busca poner en duda tanto a los fallos judiciales y las condenas por violaciones a los derechos humanos durante la dictadura como a los juicios aún en marcha.
Con esos argumentos, Sotelo ha reconocido sus visitas a las cárceles para ver a represores detenidos por crímenes de lesa humanidad, a los que considera “soldados injustamente presos que estuvieron en los dos últimos conflictos armados que enfrentó nuestro país, la lucha contra la subversión y la guerra de Malvinas”, según detalló en sus redes sociales.
La afinidad de funcionarios, legisladores y militantes de La Libertad Avanza con represores detenidos es una cuestión sensible para la Iglesia católica. El mes pasado, una delegación de seis diputados “libertarios” visitó el penal de Ezeiza y se reunió con condenados por homicidios, secuestros y torturas como Alfredo Astiz, Raúl Guglielminetti, Adolfo Donda y Antonio Pernías, entre otros, para analizar posibles vías para que dejen la cárcel. Junto con los repudios, los pedidos de sanciones para los legisladores y la apertura de una investigación judicial, se supo que la excursión tuvo entre sus organizadores a un sacerdote, Javier Olivera Ravasi —hijo de Jorge Olivera, un militar con tres condenas a prisión perpetua—.
Las autoridades eclesiásticas tuvieron que aclarar, a través de su vocería, que “lo expresado y actuado por el sacerdote Javier Olivera Ravasi en relación a la visita de un grupo de diputados a la cárcel de Ezeiza no corresponde ni al pensamiento ni a la actitud de la Conferencia Episcopal Argentina”. Además, esta semana el Obispado de Zárate-Campana —donde se estaba desempeñando Olivera Ravasi— le retiró el permiso para desarrollar actividades pastorales ante “numerosas quejas fundadas por sus expresiones y actitudes que se oponían al testimonio cristiano”. El propio papa Francisco transmitió su preocupación por la visita a represores condenados y en los últimos días se mostró con dos familiares de víctimas de la dictadura argentina.
Un predecesor conflictivo
La salida de Francisco Sánchez de la secretaría que vincula al Gobierno con los credos religiosos no fue una sorpresa. Ya su designación, al inicio de la administración de Milei, había sido compleja por sus antecedentes. El exdiputado neuquino, de 50 años, había dicho sobre Jorge Bergoglio que nunca había visto un Papa que “haya hecho tanto daño” y había hablado peyorativamente del “sionismo internacional” y de las “hordas islámicas”.
Tras pedir disculpas por esas expresiones, había conseguido ser nombrado como secretario de Culto a fines de febrero último. Pero nunca pudo establecer una buena relación con las principales comunidades religiosas del país. En el Ejecutivo lo cuestionaban, además, por sus viajes al exterior financiados por las arcas públicas —un asunto por el que también es señalado el propio Milei—. En total, en cinco meses como secretario, Sánchez hizo cuatro viajes al exterior y dos dentro del país. En mayo pasado había participado en España de un encuentro del partido ultra Vox, donde se pronunció en contra del divorcio, del aborto legal y del matrimonio entre personas del mismo sexo, entre otras cosas.
Si bien Sánchez aseguró que dejaba la Secretaría de Culto por motivos personales, la Rosada dejó trascender que fue despedido.
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