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El Papa Francisco visita a la sobrina de una monja asesinada por la dictadura

El encuentro de Bergoglio con Geneviève Jeanningros, sobrina de una víctima de Alfredo Astiz, fue interpretado en Argentina como un mensaje al Gobierno de Milei

papa francisco
El papa Francisco durante el via crucis de Viernes Santo en Roma (Italia), en una fotografía de archivo.Franco Origlia (getty)

Con una sencilla aparición en un parque de atracciones, el Papa Francisco alentó a quienes sostienen que es un consumado experto en el arte de hablar sin abrir la boca. En el Luna Park de Ostia, en las afueras de Roma, Francisco se reunió con Geneviève Jeanningros, una monja que vive y realiza trabajo social con la comunidad de feriantes del lugar. Juntos compartieron actividades con niños y el pontífice les agradeció a los feriantes y trabajadores circenses “porque hacen sonreír a la gente”. Sobre lo que no dijo nada el Papa fue sobre lo que desde Argentina se destacó del encuentro: Geneviève Jeanningros es sobrina de Léonie Duquet, la monja francesa secuestrada y asesinada durante la última dictadura militar (1976-1983), junto con su par Alice Domon. Por esos crímenes fue condenado a prisión perpetua el marino Alfredo Astiz, uno de los represores recientemente visitados en la cárcel por diputados de La Libertad Avanza, el partido del presidente Javier Milei. El hecho generó un amplio repudio de organismos de derechos humanos y aún es objeto de pedidos de informes y de sanciones.

En la calurosa tarde de este miércoles, Jorge Bergoglio viajó una hora en un Fiat 500 desde El Vaticano hasta Ostia. En el parque infantil lo recibió con dos besos y un abrazo Geneviève Jeanningros, religiosa de la Congregación de las Pequeñas Hermanas de Jesús, quien lleva viviendo allí, en una caravana, 56 de sus 81 años. Según recordó el portal Vatican News, todas las semanas la monja lleva a la audiencia general con el Papa “a grupos de nómadas, gente del circo y personas LGBT+”. Enfant terrible, la apoda Francisco.

El Papa Francisco saluda a un niño junto a Sor Geneviève durante una visita a Luna Park, en Ostia (Italia), el 31 de julio de 2024.
El Papa Francisco saluda a un niño junto a Sor Geneviève durante una visita a Luna Park, en Ostia (Italia), el 31 de julio de 2024.Vatican Media

El Papa argentino y Jeanningros tienen una relación de casi dos décadas, iniciada justamente por el crimen de Léonie Duquet. La tía materna de Jeanningros fue secuestrada en 1977, en un operativo de la dictadura que tuvo como víctimas a 12 personas ligadas a la Iglesia de la Santa Cruz —incluidas tres de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo—, quienes estaban recaudando fondos para reclamar por sus familiares desaparecidos. Astiz fue clave en el operativo: se había infiltrado en el grupo de la iglesia simulando ser hermano de un desaparecido. Como las otras víctimas, Duquet estuvo secuestrada y sufrió torturas en el centro clandestino que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA); luego fue arrojada al mar, en un “vuelo de la muerte”.

Los restos de Duquet fueron identificados en 2005 y fueron enterrados en el jardín de la Iglesia de la Santa Cruz. Jeanningros viajó a la Argentina y conoció la ESMA. “Quería ver todo lo posible para entender qué había pasado [...] Todavía no me había dado cuenta de la magnitud de la tragedia argentina durante la dictadura, del sufrimiento de un pueblo abandonado por sus pastores”, contó. “No podía aceptar el silencio de la Iglesia”, la complicidad con la dictadura y la ausencia de autocrítica. “Amo a la Iglesia, así que escribí al [entonces] cardenal Bergoglio cuando vino a Roma para el sínodo de octubre de 2005. Esa misma tarde me hizo una conmovedora llamada que no olvidaré jamás [...] Puedo decir que fue la cercanía y la ternura del Papa lo que me curó de tanto sufrimiento. Yo quería que se abrieran los archivos [de la Iglesia] porque tenía muchas preguntas en el corazón y quería ver con más claridad.” El testimonio de Jeanningros está incluido en el libro La verdad los hará libres: la Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, elaborado por el Episcopado a partir de los archivos eclesiásticos desclasificados por instrucción de Bergoglio.

El Papa Francisco y Sor Geneviève (centro) se reunieron en un parque de atracciones con feriantes y artistas que son parte de un festival de verano en Ostia.
El Papa Francisco y Sor Geneviève (centro) se reunieron en un parque de atracciones con feriantes y artistas que son parte de un festival de verano en Ostia.Vatican Media

Represores y juventud

Si bien en Ostia no hubo ninguna mención ni alusión al tema, el encuentro del Papa con Jeanningros fue interpretado desde Argentina como un mensaje en el contexto del escándalo que provocó la visita de diputados oficialistas a represores de la dictadura, hace tres semanas. El 11 de julio, seis legisladores “libertarios” viajaron desde la ciudad de Buenos Aires hasta la cárcel de Ezeiza, en un vehículo de la Cámara de Diputados de la Nación. En el penal se reunieron con Astiz y otros detenidos que actuaron en la ESMA, como Adolfo Donda y Antonio Pernías.

El promotor de la excursión, el diputado Beltrán Benedit, la defendió como una “visita humanitaria” para conocer la situación de “excombatientes que libraron batallas contra la subversión marxista” en los años 70, una argumentación que niega los crímenes de la dictadura y considera que en el país hubo una guerra civil —contrariando los fallos judiciales que reconocen la existencia de delitos de lesa humanidad en el marco del terrorismo de Estado—.

Tanto organismos de derechos humanos como dirigentes políticos de distintos partidos, incluso aliados a la Libertad Avanza, la fuerza encabezada por Milei, repudiaron la visita a represores. También se presentaron pedidos para investigar y sancionar a los legisladores, aún pendientes de tratamiento en el Congreso. Algunos de los participantes en la delegación que fue a la cárcel de Ezeiza se excusaron diciendo que fueron engañados. Este miércoles, el mismo día en que Bergoglio se mostraba con la sobrina de Léonie Duquet, la diputada nacional Lourdes Arrieta reconoció la entrevista con Astiz pero se escudó en su juventud —tiene 31 años— para asegurar que no sabía quién era el represor conocido como “el Angel de la muerte”.

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