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Mercosur
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mercosur, la cumbre de la discordia

Las vinculaciones entre Estados se desdibujan para que predominen las vinculaciones entre facciones

Luiz Inácio Lula da Silva, en una visita a la exposición de los primeros autobuses escolares del programa Camino a la Escuela, frente del Palacio del Planalto en Brasilia (Brasil).
Luiz Inácio Lula da Silva, en una visita a la exposición de los primeros autobuses escolares del programa Camino a la Escuela, frente del Palacio del Planalto en Brasilia (Brasil).Andre Borges (EFE)
Carlos Pagni

La agresividad se ha ido convirtiendo, cada vez más, en un insumo principal de la política. Los líderes encuentran que la movilización de sentimientos de hostilidad es un recurso muy rentable para conseguir consenso en sociedades polarizadas. Esta estratégica de consumo doméstico a menudo se internacionaliza. Los insultos y descalificaciones cruzan las fronteras y amenazan con ocasionar crisis entre Estados.

En Mercosur, el bloque que forman la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, esta tendencia se está profundizando. Tiene su punto de partida en un conflicto entre Luiz Inacio Lula da Silva y Javier Milei. Pero con el paso de los meses comienza a proyectarse sobre las relaciones institucionales. La última novedad es que el presidente argentino, en una decisión inédita, decidió no asistir a la reunión de jefes de Estado que esa asociación de países realizará el próximo lunes 8 en Asunción. Milei se hará representar por su canciller, Diana Mondino.

Lula no es el único presidente al que evitará Milei. Tampoco se verá con el boliviano Luis Arce, con quien también esté enemistado. Bolivia participa de esas reuniones como candidato a ingresar al Mercosur. Cuando el miércoles pasado se conocieron los movimientos militares encabezados por el general Juan José Zúñiga, quien avanzaba hacia La Paz, la cancillería argentina emitió, de inmediato, una condena. También suscribió el comunicado de Mercosur condenando esa asonada y reclamando el mantenimiento de la democracia en Bolivia. Pero el domingo pasado, la Oficina del Presidente de la Argentina publicó una declaración denunciando que lo ocurrido en Bolivia era un golpe falso, orquestado por Arce. Lo inesperado: también Evo Morales, adversario de Arce dentro del Movimiento al Socialismo, expuso la misma interpretación. “Lucho mintió a los bolivianos y mintió al mundo”, dijo Morales.

El presidente de Bolivia exigió disculpas a Milei. Y recibió el respaldo de Lula, quien viajará la semana próxima a La Paz para expresar su apoyo en el lugar. Otra divergencia entre Lula y Milei.

La cumbre de Asunción ofrecía la primera oportunidad para que Lula y Milei se dieran la mano. Respiraron el mismo aire en Borgo Egnazia, el lujoso resort donde Giorgia Meloni recibió a los participantes de la reunión del G7 a mediados del mes pasado. Sin embargo, los dos presidentes se fijaron una estrategia muy estricta para no estar frente a frente durante toda la reunión. Milei asistió a ese encuentro por el enfático consejo de varios colaboradores porque, a pesar de aceptar la invitación, a último momento había decidido no asistir.

La enemistad de Milei y Lula tiene antecedentes en la campaña electoral del argentino, el año pasado. ¿Quién arrojó la primera piedra? En febrero de 2023 Lula visitó a Joe Biden en Washington y le advirtió, sin hacer nombres, que, según el desenlace de esos comicios, la democracia podía peligrar en la Argentina. El mes anterior, en Brasilia, una manifestación opositora, identificada con Jair Bolsonaro había invadido la sede de los tres poderes del Estado, obedeciendo a una pulsión golpista semejante a la que, en Washington, llevó a una multitud simpatizante de Donald Trump a copar el Capitolio.

En ese contexto Lula señaló a Biden, qué duda cabe, la pesadilla que sería un triunfo de Milei, a quien él asocia con Bolsonaro. Es una asociación justificada. Milei estableció una relación estrechísima con Bolsonaro y, sobre todo, con su hijo Eduardo, a quien visitó en numerosas oportunidades en Brasil.

El candidato de la ultraderecha argentina devolvió las atenciones de manera más hiriente. En una entrevista con Jaime Baily, dijo que Lula era un “corrupto” y también un “comunista”, lo que acaso es para él más grave.

Es evidente que Lula estaba convencido de que sobre la democracia argentina se cernía una amenaza con Milei. Desde Brasil llegaron refuerzos para Sergio Massa, el candidato a la sucesión de Alberto Fernández, que proponía la continuidad del kirchnerismo en el poder. El equipo de marketing político que asesoró a Massa estaba integrado por expertos que habían ya trabajado para Lula.

Las cancillerías brasileña y argentina desplegaron toda su ductilidad para mantener la relación bilateral a salvo del odio personal. Lo primero que se suspendería eran las declaraciones presidenciales. Milei exhibió que, cuando quiere, puede moderare, en la reunión del G7. Su oficina de prensa, que es hiperactiva en difundir todas sus manifestaciones, esa vez se abstuvo de divulgar las palabras que pronunció ante sus colegas. Se sabe que fueron muy moderadas. Tal vez no fue por consideración hacia Lula. Sentados a la mesa estaban también el papa Francisco, Biden y el canciller alemán Olaf Scholz, a quienes no les iba a caer muy bien escuchar que “la justicia social es un delito” y “el socialismo un cáncer que ha asesinado a millones de personas”, como suele predicar el argentino.

La trabajosa buena vecindad no soportó un episodio conflictivo. De Brasil huyeron 143 presos, imputados por hacer participado de aquella tentativa golpista del 8 de enero. A la Argentina entraron 86, que pidieron asilo político. Manuel Adorni, el vocero de Milei, declaró que la conducta del Gobierno será la que indique la ley. En Brasilia esperan más: que se rechace la solicitud de refugio y se los extradite.

Con este telón de fondo de tensiones y en las vísperas de la reunión de Mercosur, Lula rompió la consigna de no referirse a su colega. Dijo que esperaba un pedido de disculpas de Milei por las “tonterías” que había dicho acerca de él. El vocero Adorni adelantó que eso no ocurriría. Y desde la sede de la Presidencia dejaron trascender que el presidente no asistiría a Asunción. Hasta anoche, la embajada argentina en Asunciónn tenía el pedido de alquiler de autos.

Para que se advierta más el desaire, Mieli confirmó su participación en una cumbre de fuerzas de derecha, liderada por los bolsonaristas, en Brasil. Es decir, irá al país vecino a hacer política interna, como también lo hizo en España, sumándose a la campaña de Vox. Nadie tiene derecho quejarse. Lula visitó muchas veces Buenos Aires para disertar en actos kirchneristas. Y Sánchez grabó avisos publicitarios a favor de Massa, el rival de Milei. Las vinculaciones entre Estados se desdibujan para que predominen las vinculaciones entre facciones.

La construcción del Mercosur y, en general, las relaciones internacionales en la región, se han constituido alrededor de lo que se conoce como diplomacia presidencial. El trato directo entre jefes de Estado que acuerdan políticas o resuelven inconvenientes. Esta dimensión de las vinculaciones exteriores juega en contra de la armonía entre la Argentina y Brasil. Pero la divergencia no termina allí.

Las administraciones de Lula y Milei tienen posiciones opuestas sobre cuestiones importantes que se proyectan más allá de sus fronteras. Frente a la guerra de Rusia contra Ucrania, Brasil ha mantenido un trato preferencial con el gobierno de Vladimir Putin. Y Milei es un aliado hiperactivo de Volodimir Zelensky. A tal punto que Argentina se unió al Grupo de Contacto de Defensa de Ucrania, plataforma de la OTAN para la planificación de acciones en favor de ese país.

Estas afinidades y rechazos tuvieron una manifestación contundente a comienzos de este año. La Argentina, con Alberto Fernández, había aceptado la invitación a sumarse al grupo BRICS, que lidera China e integran Rusia y Brasil. Milei anunció que revisaría esa decisión y que no entraría al club. Otras diferencias están por venir: por ejemplo, es improbable que argentinos y brasileños adopten la misma posición en materia de comercio, cuando se discutan relaciones con otros bloques, como el acuerdo del Mercosur con la Unión Europea.

Frente a la guerra en Gaza, la contradicción es, acaso, más aguda. Milei adhiere con mucho énfasis a la política israelí. Lula acusó a Benjamin Netanyahu de dar a los palestinos un trato similar al que recibieron los judíos de parte de los nazis. Israel lo declaró persona non grata.

Las definiciones más generales de ambos gobiernos también están enfrentadas. Por ejemplo: Karina Milei, la poderosísima hermana del presidente argentino, destacó a una especie de interventora de la Cancillería, la abogada Ursula Basset, para revisar con criterios reaccionarios las posiciones de esa agencia en materia de políticas de género, medio ambiente y derechos humanos. Tres cuestiones en las que Lula adopta una perspectiva progresista, acaso más radical que la que él mismo abrazó en sus gestiones anteriores.

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