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Juan Grabois: “El peronismo ya no tiene un proyecto”

El dirigente social que desafió a Sergio Massa en las primarias presidenciales de Argentina es ahora una de las caras más visibles de un movimiento político que se reconstruye como oposición frente a Javier Milei

Juan Grabois
Juan Grabois, este miércoles en su oficina de Buenos Aires.Valentina Fusco
José Pablo Criales

Juan Grabois (Buenos Aires, 40 años) pasó en cinco años de ser uno de los dirigentes sociales que medía el pulso de las calles en Argentina a ser una de las caras más visibles del peronismo. Con la campaña escorada a la derecha, y el peronismo gobernante buscando unidad detrás del entonces ministro de Economía, Sergio Massa, Grabois convocó a la izquierda del movimiento y lo desafió. Perdió (su campaña sacó unos 1,4 millones de votos, el 5,9%), pero su liderazgo entre los sectores de trabajadores populares y las juventudes lo alza hoy como una de las voces que guía la reconstrucción de un peronismo acéfalo, que se busca en la oposición mientras el ultraderechista Javier Milei transita los primeros días en la presidencia.

“Nos toca respetar al pueblo que votó a Milei y hacernos respetar”, dice Grabois en esta conversación con EL PAÍS en su oficina en el norte de Buenos Aires. El antiguo dirigente social del Movimiento de Trabajadores de la Economía Popular, que ha pasado de la trinchera social a la política, sabe que el camino es cuesta arriba, y advierte: “El peronismo tiene una casta que no sé si tiene muchas ganas de darse un baño de humildad”.

Pregunta. El domingo, mientras Milei asumía la presidencia, usted pidió humildad y reflexión, ¿Cuál es la suya?

Respuesta. Hicimos casi todo mal como coalición política. Hicimos una cosa muy buena, que fue ganarle a Mauricio Macri en 2019. La coalición peronista fue un éxito electoral, pero un fracaso en términos de Gobierno. Desde luego que lo que dice el expresidente Alberto Fernández es cierto. Tocó una época brava con la pandemia, una sequía muy grande, la guerra de Ucrania… Pero un Gobierno que comienza su mandato planteando como consigna fundamental “empezar por los últimos”, le toca un contexto de crecimiento de la actividad y del empleo y se va con siete puntos más de pobreza, no ha cumplido su contrato electoral.

P. ¿Qué hizo mal la coalición peronista?

R. Se fue desangrando a peleas internas; no pudo construir una síntesis en temas fundamentales como la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que impacta directamente en la vida de la gente porque si se le paga al Fondo se le saca a la obra pública, a la salud y a la educación; y no logró coagular una política de ingresos para el 50% de la fuerza de trabajo que está en la informalidad y que es la que más sufrió el deterioro de su poder adquisitivo. Los problemas de la vida material del pueblo no se resolvieron.

P. En el mundo se creía que Argentina tenía un dique de contención a la ultraderecha con el peronismo, en su organización comunitaria. ¿Cambió eso con Milei?

R. El elemento esencial es material. A ver, un oficialismo con más del 100% de inflación, con el 44% de pobreza y el 60% de pobreza infantil, que presenta al ministro de Economía como candidato…, es difícil. Tuvimos un desempeño económico pésimo. Acá hay una crisis moral, intelectual y política del sector progresista, y una alternativa electoral reaccionaria que tomó esa fantasía de cruzada contra el “marxismo cultural”. Acá viene el líder de Vox, Santiago Abascal, y dice que quiere colgar de los pies al presidente español, Pedro Sánchez, y copiar ese lenguaje empieza a producir ataques a dirigentes y organizaciones de derechos humanos que permite a este sector reafirmarse como clase dominante, masculina y hegemónica que cuestiona a cualquier otredad. Pero los elementos culturales o ideológicos, bueno, van por detrás de la situación material. Para mí es claro. El peronismo tiene como bandera esencial la justicia social, la soberanía política y la independencia económica… y no cumplió.

P. Usted pasó de la militancia en la calle a una candidatura presidencial que desafió la “unidad” que necesitaba el peronismo.

R. Yo milité toda mi vida en las organizaciones populares, que en este país sostienen el tejido comunitario y que han vencido al tiempo. La política partidaria me parece solo uno de los instrumentos de transformación de la realidad, ni siquiera el más importante. Mi involucramiento tuvo que ver fundamentalmente con el armado de la coalición para vencer a Macri, que trajo de vuelta al FMI, que para mi generación, la del 2001, es un factor central de la crisis que trajo el hambre a la Argentina.

P. Ahora, con los principales referentes fuera de escena, tiene un lugar de liderazgo en el peronismo. ¿No es así?

R. En la jerarquía no tanto. No me quieren mucho. Yo pienso que el peronismo tiene una casta que no sé si tiene muchas ganas de darse un baño de humildad.

P. ¿Quiénes son?

R. La estructura tecnocrática. Te doy un ejemplo: el otro día, una compañera cartonera, Natalia Zaracho, asumió su segundo mandato como diputada. Un compañero que la acompañó al Congreso me mandó una foto con un mensaje que decía: “Nos están mirando mal, deben ser gente de Milei”. ¡Pero eran todos nuestros! Estaban sentados en sus bancas con una sonrisa, como si hubiésemos reducido 10 puntos la pobreza y construido un millón de viviendas. ¿Eso qué quiere decir? Que tenemos un carrerismo individual, gente que asume un puesto, se queda 20 años y lleva a la familia a celebrar el día de la jura. Ahí no hay proyecto, no hay diseño de políticas públicas. Es una pelea por espacios de poder, no por un proyecto de país. Es una generalización, hay innumerables excepciones, pero soy muy crítico de esos privilegios en un movimiento que tiene como función representar al pueblo llano.

P. ¿No hay líderes que se opongan a eso?

R. A mí Cristina Kirchner me habilitó ir a la primaria. El suyo es el último liderazgo de naturaleza mítica, aun con sus defectos y virtudes. En la Argentina, lo que se viene, es más colegiado. Entramos en una etapa donde tiene que haber un proceso más colectivo, algo que ha sido difícil de resolver en América Latina y en todo el mundo: cómo se resuelve una conducción colectiva cuando el formato mental y comunicacional es ultraindividualista.

P. ¿Cómo se resuelve?

R. Es muy complejo. Pero cuando hay un proyecto, cuando hay un sentido, un propósito colectivo y concreto, es más fácil.

P. ¿No tiene un proyecto el peronismo?

R. ¡No! Y ese es el problema. Salvo consignas vagas o reiteración de viejas consignas, no tenemos nada. ¿Para qué te levantás a militar y trabajás todos los días? Cuesta encontrar respuestas.

P. ¿Quién va a liderar el peronismo ahora?

R. El que tiene la mayor responsabilidad institucional es Axel [Kicillof, el gobernador de Buenos Aires]. Tiene la posibilidad de consolidar ese liderazgo o de confirmar lo que los argentinos llamamos el “teorema de Baglini”: mientras más cerca del poder estás, más conservador te volvés, más te atrincherás en tu zona de confort y priorizás la seguridad de sostener el poder. Bueno, acá se demuestra de qué madera se construyen los líderes políticos.

P. Está por verse...

R. Está por verse en cualquiera. A mí me puede pasar lo mismo.

Grabois, durante la entrevista con EL PAÍS.
Grabois, durante la entrevista con EL PAÍS.Valentina Fusco

R. ¿Cuál será su lugar?

R. Me toca algo nuevo. Yo siempre fui parte, formal o no formalmente, de la dirección de los movimientos sociales y de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular, la organización de masas más grande de Argentina. Ahora no soy más parte de eso, entregué el mando a una generación más joven. La lucha y la negociación, en ese sentido, ya no me corresponden. Nuestra plataforma política, que se llama Argentina Humana, tiene otra función, que es dar la batalla de ideas, la pelea electoral, la confrontación política en el marco de la democracia. Eso es lo que voy a hacer. Nos toca respetar al pueblo que votó a Milei y hacernos respetar.

P. ¿Cuál será el lugar de los gremios?

R. Los gremios tienen una sola función, que es negociar las mejores condiciones posibles en el contexto que hay. Pero mi consejo es que no se dejen utilizar, que no pongan la piel para ser carne de cañón de intereses ajenos. Hay gente que quiere que le vaya mal rápido a Milei y no precisamente para el bien. Después vienen otros..., la vicepresidenta pertenece al partido militar.

P. El expresidente Mauricio Macri, por ejemplo, ha llegado a agitar los enfrentamientos callejeros entre los “jóvenes” que votaron a Milei y los “orcos” que se oponen a su plan económico.

R. Yo veo a Milei, por convicción o conveniencia, no importa, desalentar esa idea de los “orcos”. Esa es una idea revanchista de Macri, que fue un fracaso absoluto. Se ha puesto muy de moda en nuestros tiempos pensar que ser rico te da la razón, te hace inteligente, te hace moralmente superior. Ser rico solo te hace rico. Henry Ford, por ejemplo, le dio nombre a toda una era del desarrollo industrial, abrió la sociedad de consumo y puso altos salarios para los obreros… pero fue el mayor propagandista del antisemitismo de entreguerras, y unos años después nos enteramos de que cientos de millones de vehículos a combustión en el mundo generan una catástrofe climática.

P. Milei plantea un duro ajuste, pero afirma que tendrá la “billetera abierta” para “ayudar a los caídos”. ¿Le preocupa cómo puede escalar la pobreza estos meses?

R. Hay una paradoja que me hace sufrir. Nosotros somos la puta Cruz Roja de este país. No vamos a tener que hacer ninguna manifestación para que nos den comida, el Gobierno nos va a llamar para hacerlo, porque no hay ninguna otra forma logística de hacer que la comida llegue a los comedores que no sea a través de los movimientos populares. Hay una red de 50.000 comedores, un quinto serán de iglesias y el resto de los movimientos sociales. No vamos a decir: “Ey, como me cae mal tu Gobierno, vamos a hacer huelga”; vamos a seguir haciendo lo mismo: aguantar, ponernos frente a la olla. Cocinando, colaborando, armando cooperativas y organizaciones laborales que generan progreso. Nosotros estamos para transformar la realidad, no para contenerla. Pero en una situación de catástrofe, ¿quién en el Gobierno va a ir a cocinar? ¿La diputada que quiere que los hombres desconozcan la paternidad?

P. ¿Cómo se planea una protesta ante un Gobierno que dice “el que marcha en la calle no cobra el subsidio”?

R. Con la propia contradicción de lo que plantea: eso es ilegal. El cobro del salario social complementario está regulado por ley. Y manifestarse no es causal de quita de ese derecho. El salario es un derecho de propiedad, y el presidente no se lo puede quitar a un ciudadano porque no le gusta cómo se manifiesta.

P. En Argentina ganó esa derecha “rebelde”. ¿Puede volver a ser rebelde el progresismo?

R. ¡Pero desde luego! Nosotros no planteamos la socialización de los medios de producción, la estatización de la banca y la expropiación a los ricos. No, no. Nosotros planteamos cosas sencillas, como que la tierra sea para quien la trabaja. Que los productores hortícolas, unas 50.000 familias que viven en quintas de dos hectáreas y producen todas las frutas y verduras que come la Argentina, dejen de ser inquilinos. Que dejen de vivir en chozas y puedan hacerse una casita que hoy no tienen porque mantienen contratos de arrendamiento de la dictadura. Argentina es el séptimo país más grande del mundo con tierra por todos lados y tenemos gente sin tierra.

P. Suena a utopía…

R. Es una utopía posible. Nosotros decimos que unos pocos van a tener un poco menos para que muchos tengan un poco más. Así, todos podemos vivir un poco mejor. Acá se habla de “pobrismo” cuando proponemos eso y se descalifica cualquier propuesta alternativa al modelo consumista en el que supuestamente vamos a ser todos ricos. Yo simplemente creo que eso no va a pasar, pero si no podemos dar respuestas a los trabajadores en la informalidad o a miles de familias que no tienen vivienda propia, si no podemos explicar cómo lo vamos a hacer y formar políticos que llevan adelante estas ideas, no sé cómo vamos a enamorar con un proyecto político. Mirá, nosotros hicimos una campaña con 15.000 dólares y sacamos un millón y medio de votos. Creo que alguna gente nos escucha. Tal vez en unos años nos vaya mejor.

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Sobre la firma

José Pablo Criales
Es corresponsal de EL PAÍS en Buenos Aires. Trabaja en el diario desde 2019, fue redactor en México y parte del equipo de la mesa digital de América. Es licenciado en Comunicación por la Universidad Austral y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS.

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