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El día de la Lealtad parte al peronismo en Argentina

El 17 de octubre, que conmemora la fundación del movimiento de Juan Domingo Perón, pone en evidencia la fractura que lastra la gestión del Gobierno de Fernández

Federico Rivas Molina
Peronismo Argentina
Un cartel en una calle de Buenos Aires conmemora el 17 de octubre, día de la "lealtad personita", en cercanías de la Plaza de Mayo de Buenos Aires.JUAN MABROMATA (AFP)

El peronismo cruje. Y entonces cruje también el Gobierno argentino. Este lunes, el movimiento fundado por Juan Domingo Perón celebró el Día de la Lealtad. Es una fecha de gran relevancia política. Los herederos del militar recuerdan aquel 17 de octubre de 1945 en el que decenas de miles de personas pidieron en la Plaza de Mayo por la libertad del líder. Perón era entonces vicepresidente y ministro de Trabajo y terminó preso víctima de una pelea interna en la cúpula del poder militar. La presión de la calle se hizo insoportable para el presidente, Edelmiro Farrel, que cedió a la presión, convocó a Perón a la Casa Rosada y le pidió que calmase a la multitud. Así lo hizo Perón, a cambio de un compromiso de elecciones anticipadas. Ese día comenzó todo. 77 años después, el peronismo exhibe las heridas de una pelea fratricida, la más grave desde el regreso a la democracia, hace casi 40 años.

El presidente de Argentina, Alberto Fernández, se autoexcluyó de las celebraciones. Prefirió inaugurar una autopista en las afueras de Buenos Aires, rodeado de algunos de sus ministros más fieles, y ocupar el resto del día con reuniones sin trascendencia. El kirchnerismo, que forma parte de la coalición de Gobierno, tomó para sí la Plaza de Mayo y organizó en la tarde una gran manifestación con reclamos al jefe de Estado. Los sindicatos tradicionales, agrupados en la CGT, montaron un mitin pero por la mañana, en un club deportivo alejado del centro. Fueron tres actos paralelos de tres fuerzas que llegaron a la Casa Rosada bajo el paraguas del Frente de Todos y hoy se disputan el poder real en la Argentina. Solo los une que se consideran peronistas.

El mar de fondo es la pelea entre Alberto Fernández y su vice, Cristina Fernández de Kirchner. La dupla lleva semanas sin hablarse. Ensayaron un acercamiento cuando la gravedad de la crisis económica puso en riesgo la gobernabilidad. De un acuerdo entre ambos surgió el nombre de Sergio Massa, titular de la tercera pata de la coalición oficial, como ministro de Economía. Fernández y Kirchner abrazaron el programa de ajuste que Massa llevó ante el Fondo Monetario Internacional (FMI), y por un momento Argentina vivió una tregua política en la Casa Rosada. La pax duró poco.

Ya nadie duda de que la inflación llegará al 100% en diciembre, mientras crece la presión sindical por subidas de salarios y del kirchnerismo por más controles sobre las empresas para que no suban los precios. Todos consideran que Fernández no ha hecho lo suficiente para contener la crisis. Frente a la Casa Rosada, Máximo Kirchner, hijo de la vicepresidenta, atacó el acuerdo que el presidente firmó con el FMI para reprogramar el pago de los 44.000 millones de dólares que en 2018 recibió Mauricio Macri. “Habrá que negociar de vuelta, porque así nunca podremos planificar el país que deseamos. Si el Estado no puede planificar, menos va a poder planificar la familia argentina”, advirtió Máximo Kirchner, azote de Fernández, en la Plaza de Mayo.

Los sindicatos peronistas de la CGT fueron hasta ahora el principal apoyo de Fernández, un presidente que desde su ruptura con Kirchner gobierna cada vez más solo. Pero los últimos cambios de ministros lastimaron la confianza. Fernández nombró sin consultar con la CGT el reemplazo del titular de Trabajo, Fernando Moroni, al que consideraban propio. “Se perdió toda la confianza. Es necesario revalidar esa confianza en las urnas y que surja un líder”, dijo, lapidario, Armando Cavalieri, al frente del Sindicato de los Empleados de Comercio desde 1986. Los gremios, columna del peronismo tradicional, aprovecharon el 17 de octubre para lanzar el Movimiento Nacional Sindical Peronista, un novedoso experimento político que pretende “poner concejales, legisladores provinciales, diputados y senadores nacionales”, según dijo Gerardo Martínez, dirigente de los obreros de la construcción.

Fernández tiene hoy al kirchnerismo en la oposición y al sindicalismo peronista con intenciones de dar pelea en las urnas. El 17 de octubre lo encontró en la soledad de un acto público, en el que prefirió criticar a su predecesor, Mauricio Macri. Días atrás, sin embargo, atacó con dureza a Cristina Kirchner. Reunido con algunos de los empresarios más poderosos del país en el coloquio de IDEA, puso en duda la inocencia de su vicepresidenta en las causas que enfrenta por presunta corrupción en la obra pública cuando era presidenta. “En este Gobierno, ¿alguien les pidió un centavo para hacer obra pública? ¿alguien les pidió algo? (…) Los desafío, porque su respuesta va a ser no”, dijo. Cristina Kirchner aún no ha respondido al ataque. Será solo cuestión de tiempo.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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