Clases con chalecos salvavidas en una escuela flotante para salvar el Lago de Atitlán
Esta es la última apuesta de los científicos guatemaltecos para que los niños aprendan que el lago está en peligro
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En 1934, el célebre escritor británico Aldous Huxley calificó al Lago de Atitlán, en el altiplano de Guatemala, como “un paisaje imposible”, aludiendo a su inconmensurable belleza. En su bitácora de viaje titulada Más allá de la bahía de México, lo comparó con el Lago de Como en Italia, que “roza los límites de lo permisiblemente pintoresco”, pero con el embellecimiento adicional de varios volcanes inmensos: San Pedro, Tolimán y Atitlán.
Más de noventa años después, el Lago de Atitlán enfrenta un grave problema de contaminación que mantiene en alerta a las autoridades: mientras en la superficie los botes se mecen al compás de un oleaje mesurado, en las profundidades se impregna, silencioso, del vertido de aguas residuales de una docena de poblaciones indígenas.
“El principal problema del Lago de Atitlán son las cianobacterias, altamente tóxicas, que se nutren y se propagan con las heces fecales”, constata Fátima Reyes, la jefa del departamento de investigación y calidad de AMSCLAE, la Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago de Atitlán y su Entorno. De acuerdo con la bióloga Reyes, -una de las científicas que mejor conoce sobre la contaminación del lago-, “las cianobacterias son dañinas para los peces, los patos, las aves, y en los humanos crean problemas en el hígado, el sistema nervioso y el hepático”.
Después de batallar por más de una década con una variedad de estrategias para descontaminar el Lago de Atitlán, las autoridades optaron por apostarle a la educación ambiental de los más chicos. Para ello, se ingeniaron una escuela flotante, un barco de dos pisos en donde niños alrededor de los 10 años, por un día al mes, dejen las aulas de concreto para embarcarse en un aula lacustre. “Se trabaja con los niños para hacerles conciencia desde pequeños a través de prácticas e investigación. La idea de la escuela flotante es que ellos puedan multiplicar lo que vienen a aprender, con sus compañeros en la escuela y con sus familias”, apunta la bióloga Reyes.
La calidad del agua, el principal enfoque de la escuela flotante
Durante una mañana apacible del encumbrado municipio de San Marcos La Laguna, a un promedio de sesenta niños de cuarto y quinto grado de la escuela pública les ha llegado su turno de descender desde las montañas que circundan el lago, hasta el muelle donde los aguarda una sencilla embarcación.
Uno a uno, van poniéndose el chaleco salvavidas, y firmando con una huella dactilar el formato de asistencia. Al interior del barco, son divididos en grupos, para repartirse en los diferentes módulos de aprendizaje.
Uno de los más interesantes es el módulo de calidad del agua y fitoplancton, en el que Iván Coronado de León, un niño de 11 años, es generoso a la hora de responder a las inquietudes de sus tutoras. Al preguntarle por qué es importante aprender sobre el medio ambiente, Iván responde: “Porque así podemos cuidar nuestro lago, y seguir viviendo del agua, porque sin agua no podemos vivir”.
El lago de Atitlán es una reserva hídrica de suma importancia para Guatemala. De acuerdo con Global Water Partnership, la cuenca del lago tiene unos 180.000 habitantes, de los cuales, el 91 % son indígenas mayas. Prestando suma atención, Iván aprende que buena parte del agua potable que consumen las poblaciones mayas Tz’utujul y Kaqchikel se extrae del lago, por lo que no solo es un cuerpo de agua “escénico”. “He aprendido sobre las bacterias que ayudan a nuestro lago a respirar y es comida para peces (…) es muy bonita la escuela flotante, me gusta mucho el lago”, apunta el estudiante de quinto grado.
Lo que Iván desconoce es que dos municipios en particular, Santiago de Atitlán y San Lucas Tolimán, ambos pertenecientes a la cuenca del lago, se surten exclusivamente del mismo para agua de consumo humano. Un agua que, de acuerdo con los monitoreos de las autoridades, presenta una alta contaminación por coliformes fecales, bacterias que vienen en las heces de las aguas residuales. De tal suerte que, en los últimos años, los niños de dichos municipios hayan sufrido episodios de diarrea crónica, lo que, en menores de 5 años, podría acarrear la muerte.
Afortunadamente, el municipio donde vive Iván, San Marcos La Laguna, obtiene agua de los ríos que serpentean la montaña, descartando el riesgo de ingerir cianobacterias que a su vez produzcan cianotoxinas, unos microorganismos que pueden ser mortales, y que los estudiantes pudieron ver a través del microscopio del módulo, la parte favorita de todos los niños.
Basuras y erosión: las otras dos causas de contaminación
En el segundo piso del barco, el técnico de educación ambiental, Pablo Alejandro Tello, exhorta a los estudiantes a cuestionarse por la contaminación a diario del lago. –“Alguien me puede decir ¿qué son los residuos orgánicos?”, pregunta el tutor. “La cáscara de huevos”, responde un estudiante; “La piel del aguacate”, responde otro. “¿Qué más?”, insiste el profesor.
En su módulo, Pablo Tello tiene baldes con variedad de residuos orgánicos, para explicar que otra de las grandes fuentes de contaminación del lago son las basuras, pero que hay manera para tratarlas. “Les enseñamos el proceso de compostaje, en este caso, cómo realizar abono desde sus casas. De igual forma, explicamos la importancia de los suelos, los cuatro tipos que tenemos en la cuenca, y algunos experimentos para evitar la erosión”.
Por si fuera poco, la erosión de los suelos, producto de la agricultura intensiva, es otro punto crítico en la actual contaminación del lago. Para ejemplificarlo, el profesor usa una regadera con la que vierte agua sobre una maqueta de una montaña inclinada con diferentes tipos de suelo. La parte más erosionada arrastra todo consigo, mientras que las más consolidada, rica en vegetación, absorbe toda el agua. “La recepción [de los niños] ha sido muy buena, se interesan bastante en los experimentos que es lo más importante. Llevarlos a esta experiencia en el barco, rodeados de las montañas y los bosques, es como llevarlos a un aprendizaje dinámico y experiencial, para que vayan aprendiendo los consejos que nosotros les brindamos y que la cuenca vaya mejorando en su aspecto ambiental”, concluye el profesor Tello.
Al acercarse el mediodía, el barco prende motores y retorna al muelle de San Marcos La Laguna. En tan solo una jornada, los niños aprendieron, de una forma didáctica y divertida, que el florecimiento de cianobacterias por las aguas residuales, el mal manejo de las basuras y la erosión del suelo han degradado al Lago de Atitlán a un estado mesotrófico, lo que significa, un estado intermedio de contaminación.
Y que, de no actuar con urgencia, podría transitar a un estado eutrófico, donde el oxígeno se pierde y muere la vida acuática. Un lago muy distinto al que conocieron sus antepasados mayas -e incluso Aldous Huxley-, cuando Atitlán era un lago prístino, de aguas puras y cristalinas.