Las científicas latinoamericanas que aplican las matemáticas y la perspectiva de género a la salud
La colombiana Zulma Cucunubá está detrás de Epiverse, un modelo que permite analizar la propagación de epidemias, mientras que la argentina Carolina Carrillo es artífice de Neokit Chagas Neonatal, para la detección temprana del Chagas
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“Las enfermedades infecciosas requieren de mucha matemática para comprender cómo se propagan en las poblaciones”, explica Zulma Cucunubá, directora del Instituto de Salud Pública de la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia. Esta médica colombiana de 40 años ha liderado, junto a científicos de todo el mundo, el proyecto Epiverse, basado en modelos matemáticos que permiten analizar qué epidemias pueden propagarse y en qué escala. Básicamente, cualquier persona puede usar este software, que funciona como un libro abierto para la toma de decisiones en respuestas sanitarias. “Sirve para evaluar la efectividad de vacunas y decidir qué acciones implementar para controlar epidemias en tiempo real”, explica.
Los cálculos y gráficos de la doctora Cucunubá fueron decisivos para advertir el potencial pandémico de la covid-19. A comienzos de enero de 2020, cuando circulaban las primeras informaciones sobre el coronavirus en China, ella ya formaba parte del Grupo de Epidemiología de Enfermedades Infecciosas del Imperial College London, el centro más grande del mundo en epidemiología matemática. Con sus colegas, recopiló datos hasta estimar un indicador clave: el número reproductivo básico (R0).
“Ese número indica, en promedio, cuántas personas puede contagiar un caso primario. Nos dio 2,5, valor altísimo comparado con la pandemia de H1N1 en 2009, que fue 1,3”. Poco después, calcularon la letalidad del virus: un promedio global de 0,6%, mayor que la de la influenza. Uno de los informes más famosos, el Reporte 9, presentó tiempo después proyecciones de propagación en Reino Unido, Estados Unidos y más de 130 países, que cambiaron decisiones gubernamentales para prevenir a los países del contagio masivo.
El recorrido de Zulma Cucunubá no sólo está marcado por su aporte científico, sino también por su manera de habitar espacios donde la tecnología, las matemáticas y la salud se entrecruzan con cuestiones de género. “En ciencias de la salud hay predominancia de mujeres, pero cuando uso mi ‘armadura tecnológica’, entro a un espacio mayormente masculino”, comenta. Aunque reconoce que es cada vez más común ver mujeres en cargos de liderazgo.
La preocupación por el impacto de las epidemias en mujeres ha acompañado su carrera. Durante la emergencia sanitaria del Zika en 2016, un virus transmitido por mosquitos que puede afectar a bebés en gestación y causar microcefalia, su mayor inquietud eran las mujeres en edad fértil en zonas de riesgo.
Salud con perspectiva de género
“¿Qué podemos hacer si una mujer vive en una zona con mosquitos?”, recuerda haberse preguntado. Esa mirada inspira hasta hoy sus iniciativas de formación. Creó recientemente el Epitraining Kit, una estrategia de entrenamiento en epidemiología con enfoque de género, combinando formación en línea, modelamiento de epidemias, ciencia de datos y salud pública. “La ciencia de datos y los temas tecnológicos están dominados por hombres, en su mayoría blancos. Por eso hicimos un esfuerzo para que toda la línea gráfica y pedagógica tuviera perspectiva de género. Como resultado, el 60% de las personas entrenadas han sido mujeres”, destaca.
Con una perspectiva de futuro, Cucunubá insiste en que la ciencia solo se fortalece con diversidad. “Espero que la sociedad vea la importancia de la ciencia representada por hombres, mujeres y personas de diferentes etnias”, concluye.
“Las barreras de género persisten en el ámbito científico y se hacen visibles también en la falta de reconocimientos hacia las mujeres científicas”, afirma Carolina Carrillo, bióloga molecular e investigadora del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), especializada en diagnóstico molecular aplicado a enfermedades infecciosas.
En la Fundación Cassará del barrio porteño de Mataderos, zona sur de la ciudad de Buenos Aires, esta científica argentina de 54 años es la artífice del Neokit Chagas Neonatal: una plataforma de diagnóstico molecular simplificado para la detección temprana del Chagas en recién nacidos. Acaba de ser lanzado oficialmente en la provincia de Salta, al norte del país. “Esto va a contribuir con la salud de las niñas y niños más eficientemente”, asegura. Y agrega que el impulso motivador fue clave para el desarrollo de esta técnica. “En Argentina se estima que cada año nacen alrededor de 1.100 bebés infectados”.
A diferencia de los tests serológicos que requieren extraer mayor cantidad de sangre y solo pueden realizarse a los 10 meses de vida, el Neokit detecta directamente el ADN del Trypanosoma cruzi en menos de dos horas, con gotitas de sangre, permitiendo que los tratamientos comiencen de inmediato. “Usamos ‘anzuelitos moleculares’, que reconocen específicamente el ADN del parásito. Si está presente en la muestra, se enganchan y amplifican millones de veces ese fragmento, permitiéndonos detectar el genoma del Trypanosoma cruzi sin confundirlo con el ADN humano”, explica la bióloga, quien compara esa molécula con un grano de sal en medio de un salar, diminuto pero decisivo para un diagnóstico.
“Lo innovador es que se puede poner un pedacito de papel con muestra de sangre, calentarlo y funciona”, dice Carrillo. Así, el test combina simplicidad y bajo costo: un pequeño calentador, goteros y reactivos premezclados, que reducen errores y lo hacen usable incluso en los contextos más adversos de Latinoamérica. Todo el kit se conserva en heladera a 4 °C, sin la estricta cadena de frío que requieren otros test moleculares. El proyecto nació en 2011 como un consorcio público–privado que reunió a investigadores del Conicet, la Fundación Cassará y el Laboratorio Pablo Cassará que luego dio origen a Neokit S.A. Desde el comienzo, Carrillo impulsó esta alianza estratégica, coordinando todos los esfuerzos para la creación del kit.
Su pasión por la biología molecular se combina con sensibilidad social. “A mí, las moléculas me apasionan, pero a veces también me aburren. Siempre busco seguir trabajando con moléculas de manera innovadora porque son una herramienta potente para hacer cambios”. Una anécdota refleja esa pasión que dio inicio al proyecto: una noche, cenando con su compañero, sus hijos y amigos científicos, uno de ellos le comentó sobre una nueva técnica molecular usada por japoneses que podría aplicarse a su campo de investigación en salud. Entre platos y niños corriendo, revisaron los papers en la cocina y Carolina comprendió que la idea del Neokit estaba naciendo.
En esta investigadora argentina, así como en Cucunubá convive una postura feminista que atraviesa sus trabajos. “En la investigación sobre el Chagas, donde la mayoría somos mujeres, las inequidades de género persisten”, dice Carrillo. Sin embargo, ambas coinciden que pequeños avances ya marcan un camino: una paulatina visibilidad de investigadoras mujeres en el campo científico en lo que respecta a la salud.