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Al turismo sostenible en Costa Rica, modelo de la región, lo amenaza la masificación

Operadores locales advierten sobre la creciente tendencia de las visitas masivas y la llegada de cruceros al país que, en los últimos años, establecieron un récord: 407 barcos que atracaron con un total de 350.000 visitantes

Los huéspedes pueden gozar de cabalgadas en la reserva o de la observación de 300 especies diferentes de aves.Michele Bertelli (CORTESÍA)

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Desde el girocóptero de Jurgen Stein, el bosque tropical de Costa Rica se revela a los turistas en una forma totalmente inédita: la floresta del corredor biológico Bosque de las Madres se parece a una espesa masa de brócoli. “Aquí tenemos 11 zonas de vida. Existe casi 5% de la biodiversidad mundial,” cuenta Stein a América Futura mientras vuela la avioneta e indica los límites de su reserva Selva Bananito.

Localizada al pie de la Cordillera de Talamanca, Selva Bananito se extiende por 17 kilómetros cuadrados hasta la biosfera de la Amistad. Es un terreno adquirido por el padre de Stein en los años 70 para desarrollar una actividad agrícola y maderera. Pero Stein y sus hermanas tenían otra idea y, en 1994, decidieron convertir dos tercios en reserva biológica. Allí viven osos hormigueros, tamandúas, serafines de platanar, agutí, cherengas, jaguares y pumas. Para financiar la actividad de conservación, la familia decidió abrirse al turismo, creando el Selva Bananito Lodge en 1995, donde los huéspedes pueden dormir en 11 cabañas de estilo tradicional caribeño, gozar de cabalgadas en la reserva u observar algunas de las 300 especies diferentes de aves. Los más atrevidos pueden descender una cascada de 24 metros en rápel o deslizarse entre árboles con tirolinas. Y, obviamente, volar con Stein en su girocóptero sobre el bosque.

A lo largo de los años, Stein se ha convertido en un referente: ha sido vicepresidente de la Cámara Nacional de Ecoturismo (CANAECO) y miembro del consejo de la Red Costarricense de Reservas Naturales (RCRN). Él está convencido de que Costa Rica se ha logrado posicionar en el mapa mundial del turismo gracias a su biodiversidad. Pero las cosas están cambiando rápidamente.

Turismo y conservación van de la mano

En Costa Rica, el turismo sostenible se convirtió en un recurso económico al comienzo de la década de 1980. “En playas, difícilmente podíamos competir con países como México o con algunas islas del Caribe,” cuenta William Rodríguez López, ministro de Turismo. “Pero nos dimos cuenta de que en la naturaleza teníamos ventajas que casi nadie tenía.” Costa Rica, de hecho, cuenta con el 6,5% de la biodiversidad global.

Esta renovada conciencia empujó la adopción de políticas de conservación. En los años 90 el país aprobó una ley que prohibía nuevos cambios de usos del suelo y estableció un sistema de pagos por servicios ambientales. Gracias a este, los dueños de un territorio pueden recibir dinero por cuidar sus bosques a través de la reforestación o de prácticas agroforestales, y el programa se financia a través de un impuesto nacional a los combustibles y a un canon por concepto de aprovechamiento de agua. Desde 1997, el programa ha ayudado a plantar 6 millones de árboles, llegando a cubrir un millón de hectáreas.

Glenn Jampol, responsable de la Red de Ecoturismo global.Michele Bertelli

Estas políticas han logrado su objetivo: hoy los bosques cubren el 57% de todo el territorio. Según el Banco Mundial, Costa Rica es el primer país tropical en revertir la deforestación, un logro que se ha dado de la mano del turismo que, a su vez, se ha convertido en uno de los ejes fundamentales de la economía. Los visitantes han crecido hasta alcanzar 2,7 millones en 2023, con 1,6 millones que han viajado a las áreas protegidas, de acuerdo con datos del Instituto Costarricense de Turismo. Además, el sector representa el 8,2% del producto interior bruto y ocupa el 21,3% de la fuerza de trabajo, entre empleados directos e indirectos.

Pero los operadores locales como Stein temen que esta atractividad se esté convirtiendo en una maldición. En sus vuelos sobre el bosque tropical, él ha documentado una creciente deforestación y está convencido que la crisis económica desatada por la pandemia de la covid-19 ha empujado a muchos agricultores a la tala ilegal de árboles. “Costa Rica está a la venta: que el ‘ocean view’, el ‘beach front’, y no sé qué. Estamos vendiendo nuestro país a personas que tienen plata para tener su segunda y su tercera casa, y para la formaleta, la madera de construcción que se necesita, están destruyendo el bosque,” cuenta.

En 2023, la Fiscalía Adjunta Ambiental recibió 2.355 denuncias por delitos ambientales, la mayoría por infracciones que provocaron pérdida o deterioro de la biodiversidad, como la invasión en áreas de protección, el aprovechamiento en estas zonas, la violación a la Ley Forestal o la explotación ilegal de material minero.

Stein cuenta cómo, en marzo de 2022, estaba volando hacia la frontera con Panamá, cuando notó un sendero que nunca había visto antes. Entonces volvió a recorrer la zona una semana más tarde. “Aquí estaba el bulldozer, el tractor y la madera. Ve el tamaño: esos árboles son casi más grandes que el tractor mismo,” dice ahora, enseñando una foto tomada desde el cielo. Tras enviar las coordenadas a las autoridades, la Policía detuvo a los madereros. Sin embargo, Stein está convencido de que el control y la represión no son suficientes. “Le estaban pagando 1.600.000 colones (3.000 dólares) en cinco años por proteger cuatro hectáreas, y él [el dueño del terreno], en una semana cosechó 53 millones de colones, (casi 100.000 dólares). La extracción y la destrucción deja mucha más plata que la conservación,” dice.

La Cordillera de Talamanca, en Costa Rica. Michele Bertelli

La amenaza del turismo masivo

Sus preocupaciones son compartidas por muchos de los pioneros del turismo sostenible local que se reunieron en la conferencia Personas, Planeta y Paz organizada por CANAECO. “El turismo masivo es venenoso para el eco-viajero”, dice Glenn Jampol, responsable de la Red de Ecoturismo Global (GEN) y dueño de la Finca Rosa Blanca Coffee Farm & Inn. Jampol se mudó a Costa Rica de Estados Unidos después de comprar una vieja finca de café que decidió restaurar. Para pagar la mano de obra, alquiló unos dormitorios. Y fue un éxito. En los últimos años, National Geographic la ha seleccionado como uno de los lodges únicos en todo el mundo. Además, su café ha sido galardonado a World Coffee Challenge.

A Jampol le preocupa que Costa Rica se abra totalmente a los cruceros y al turismo masivo, perdiendo su margen competitivo en un mercado en expansión. El turismo sostenible valía 3,3 billones de dólares en 2022, y GEN estima que valdrá 11, 4 billones para 2032. “Hay una mentira que muchos nuevos incipientes de turismo creen: con más números, mejor para todos,” explica Jampol. “Si empezamos a seguir [el turismo masivo] vamos a perder todo el valor que tiene Costa Rica como atracción.”

Hasta el Instituto Costarricense de Turismo parece consciente de los límites del modelo actual. “Un destino como el nuestro, donde la materia prima para generar el turismo es la naturaleza, no puede pensar en crecer de manera indefinida,” dice Rodríguez López, convencido que la clave del éxito fue atraer a turistas de altos recursos. Aquí los visitantes gastan una media de 1.746 dólares y permanecen en el país por casi 13 noches. “No queremos un tipo de turismo masivo como lo tienen algunas islas del Caribe, en donde se afanan de tener 12 millones de visitantes en un territorio menor que el nuestro. Por allí no hay ningún grado de conservación ni menos de sostenibilidad.”

Glenn Jampol acompaña sus huéspedes a una degustación de café. Michele Bertelli

Aun así, entre 2022 y 2023, los cruceros establecieron un récord con 407 barcos que atracaron en estas costas, por un total de 350.000 visitantes, aseguran documentos del CTI. “Los cruceros son los peores contaminantes sociales: comen todo en el barco antes de llegar, dejan toda su basura y la fuga de plata es tremenda,” dice Jampol. “No queremos más turismo, queremos mejor turismo.”

Stein, por su parte, se conformaría con ver que algunos de estos beneficios sean reinvertidos en los esfuerzos de conservación. “Somos la fuente de agua potable para la ciudad de Limón,” dice. “Si 180.000 turistas atracan en cruceros todos los años. ¿Cómo no nos pueden dar un 5% de sus ingresos por el agua?”


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