Milpamérica, una red social para resistir al algoritmo de Elon Musk
Más de 75 defensores del territorio de diversos pueblos indígenas crean un espacio virtual libre de “racismo y discursos neoliberales” para publicar historias de las tierras mesoamericanas y sus diásporas
EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.
Hace un mes, Donald Trump eligió a Elon Musk, el hombre más rico del mundo, como miembro de su próximo Gobierno. El dueño de X, anterior Twitter, dirigirá el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, en sus siglas en inglés) desde enero y prometió “hacer temblar el sistema”. Ese mismo día, Andrea Ixchíu, una activista maya quiché de Guatemala exiliada en México, y también coordinadora de la organización Hackeo Cultural, lanzó una iniciativa junto a otros 74 defensores indígenas de Mesoamérica para resistir en las claves actuales. Crearon una red social “libre de discursos racistas y neoliberales” como alternativa a la del magnate. “Sus algoritmos nos dejan fuera. En la conversación sobre cambio climático o medio ambiente no estamos y las redes sociales como X o Instagram se han llenado de mensajes de odio”, explica por teléfono. Actualmente, cuentan con 266 miembros y un sistema de monitoreo autogestionado.
Milpamérica.org es una red social autónoma para publicar historias de Mesoamérica y sus diásporas. La plataforma fue creada para conectar a quienes defienden el territorio, luchan por la justicia climática, comunidades en resistencia, de la diáspora y disidencias que luchen por la madre tierra. Esta idea no sólo fue motivada por el nombramiento de Musk. También parte del runrún de los usuarios sobre cómo intercambiar saberes entre los pueblos en la era digital y de la insistencia de los abuelos en un mismo tema: ni los Gobiernos ni las corporaciones van a solucionar la crisis climática.
Ese llamado de acción fue movilizando en cadena a decenas de ambientalistas que notaban el mismo hastío frente a las redes sociales. Es por ello que establecieron una Declaración de Milpamérica en la que el colectivo se nombra “solución viva” del cambio climático. “Somos aquellos pueblos, colectivas y personas que curamos los cuerpos -territorios- espíritus en tiempos de ecocidio y genocidio”, dicen en un comunicado.
Pero, ¿de qué forma podía hacerse diferente? Para Ixchíu, de 37 años, “lo innovador es que tiene modelo de gobernanza asambleario”. Por otro lado, el código abierto les permite ir agregando nuevas funcionalidades con el objetivo centrado en la conectividad y no el dinero. Además, es completamente auditable por un equipo horizontal. “Hay agendas corporativas que invierten millones en la propagación del odio en las otras redes sociales. Son dueños absolutos de los discursos de segregación. Todos lo notamos más en periodos electorales”, narra. “Por eso avanza rápido el extractivismo, el despojo de territorios y los genocidios. Los pueblos no tenemos espacio en esos entornos”.
Según un informe del Relator Especial sobre Cuestiones de las Minorías de la ONU, Nicolas Levrat, el 70% de estas víctimas de los crímenes o discursos de odio en las redes sociales son minorías. Además, el informe indica que los grupos minoritarios -pueblos afrodescendientes o indígenas- también son más propensos a verse afectados por restricciones o eliminaciones por parte de los sistemas de moderación de contenidos de las redes sociales. Esta tendencia, explican, se ha exacerbado desde la pandemia de la covid-19 a raíz de grupos extremistas y figuras de corte populista en todo el mundo, quienes fomentan estas narrativas, la desinformación y las teorías de la conspiración.
Para evitar esas dinámicas, pusieron normas. Las reglas en Milpamérica.org son pocas -cuatro- y claras. La red social es un territorio libre de violencias que no permite “expresiones racistas, clasistas, machistas ni de ningún otro tipo que violenten a las personas, a los pueblos o a la madre tierra”; se enfoca en la defensa del territorio; es un servidor autónomo y de administración cooperativa que “no sustrae ni vende tu información a terceros” y, por último, es una invitación a organizarse, a defender los territorios -cuerpos- y espíritus y reforestar los corazones, see lee. La aplicación permite subir fotos y videos y cuenta con un soporte tecnológico, pero no con el servicio de stories (contenido que se elimina a las 24 horas de su publicación). Milpamérica también permite crear una cuenta personal, seguir a otros y usar filtros. “Es una red social como cualquier otra, pero sin todo lo malo”, dice la activista guatemalteca.
“Uno es ninguno #HackeoCultural”, dice la bio de uno de los usuarios. “Hacer de lo radical un sentido común. Equipa multidisciplinaria de acción narrativa”, se lee en otro. “Hay mucha más gente como nosotros que quiere hermanarse con otros pueblos”, explica Ixchíu, quien apunta a que “hay mucho entusiasmo” en que existan alternativas digitales. “Hay participación de muchos defensores desde México a Costa Rica y un gran intercambio de saberes. Las redes están cambiando y hay muchas formas nuevas de usarlas e incluso de crearlas”.